Los precarios triciclos particulares sustituyen a las 'gacelas' en La Habana
Los que no pueden pagar el precio del pasaje tienen que conformarse con las cada vez más escasas guaguas
La Habana/En mitad de una crisis de transporte que hace muchos años dejó de ser coyuntural, prolifera en La Habana otro medio alternativo: los triciclos particulares, principalmente eléctricos. Por 100 pesos el viaje, son una alternativa a guaguas, almendrones y gacelas, cada día más desaparecidas de las calles.
“Estos antes nada más que los veía en el campo”, comenta Rosita, una vecina de El Vedado que una vez a la semana visita a su hermana en Luyanó. “El problema es que son muy estrechos, son originalmente vehículos de carga a los que les ponen asienticos, y apenas se cabe”. La mujer acaba de bajarse en una piquera frente al Clínico de 26 (el hospital Joaquín Albarrán), en Nuevo Vedado, desde donde salen rutas a La Virgen del Camino, y cuenta la incomodidad que supuso el trayecto. “Para montarse un muchacho grandote enfrente de mí, yo tuve que sacar los pies, y para que se bajara la gente me tenía que bajar yo”.
Pese a todo, Rosita considera que “es una opción”, aunque “estamos en el total subdesarrollo, utilizando la vía de transporte que se usa en las provincias”. Los que no pueden pagar el precio del pasaje, sin embargo, tienen que conformarse con las cada vez más escasas guaguas, que además de disminuir en cantidad lo han hecho en tamaño. Si antes paraban grandes vehículos articulados, ahora pequeños ómnibus de la ruta P3. Es imposible que quepan todos los que han pasado horas esperando en la parada.
Los almendrones, esos gigantes americanos con sitio cómodo para cinco pasajeros además del chofer, reformados por dentro para seguir rodando después de más de sesenta años de vida, también se ven paulatinamente menos. Su lugar está siendo tomado por los llamados “frankenstein”, esos autos híbridos convertidos en gigantescas camionetas.
Tampoco son cómodos. “Esos engendros yo no los soporto, ahí meten cuatrocientas mil gentes, pero qué vamos a hacer”, se resigna Luis, un joven de Centro Habana. “En los que ibas cómodo están en otras cosas, se dedican a transportar turistas o gente con billete. La última vez que vine de Lawton para el cine Yara uno me cobró 3.000 pesos, ya no lo he llamado más. Están tratando de hacer el dinero como sea por las condiciones actuales, apretando más la cosa”.
Los controles a boteros, que han aumentado en los últimos meses, no han hecho más que empeorar la situación.
En cuanto a los microbuses GAZelle, llamados gacelas, establecidos hace cinco años con gran éxito en la capital, tampoco levantan cabeza. Miguelito, de 45 años, recién acaba de pedir la baja después de casi dos años trabajando como conductor en uno de esos microtaxis. “Ya no da negocio porque han disminuido mucho los viajes y la cantidad de combustible que destinan a esas rutas”, cuenta a 14ymedio. “Antes, entre los vueltos que me dejaban los clientes y algún que otro viajecito que hacíamos por nuestra cuenta, me podía ir a mi casa todos los días con entre 300 y 500 pesos en el bolsillo, los fines de semana podía ser más”.
Las normas indican para las gacelas que, fuera del horario entre 6:30 am y 9:00 pm, los precios los puede fijar el chofer, “atendiendo al mercado sobre la base de oferta y demanda”, como recordó recientemente el ministro del Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila. Sin embargo, la realidad es que en no pocas ocasiones, estos microbuses son vistos dentro o fuera del horario previsto transportando a uno o dos pasajeros, lo cual evidencia que son usados de manera particular, no a la tarifa establecida de 5 pesos el tramo.
Como admitió también el ministro el pasado viernes en una segunda nota dedicada al popular servicio, la crisis petrolera alcanzó también a las GAZelles. De acuerdo a las cifras proporcionadas por Rodríguez Dávila, de los 435 microbuses de este tipo que posee el Estado, “100 están paralizados en el taller y salen como promedio de la ruta diariamente otros 71, debido a roturas eventuales”. De los 342 que deben trabajar, dice el funcionario, solo lo hacen 243 “al existir un déficit de combustible que no permite serviciar a todas las gacelas, con lo que se afecta un promedio diario de 99”.
Miguelito, que recogía clientes en un parque próximo a la calle Infanta en Centro Habana y cubría el tramo hacia Fontanar, Reparto Martí y Santiago de las Vegas, recuerda cuando el panorama era muy distinto: “Había días que no podíamos ni salir a buscar pasajeros y la gente que cogía regularmente estos carros estaba cada vez más molesta, porque cuando antes tenían que esperar en la piquera media hora, ahora tienen que pasarse dos horas y hasta tres”.
Tras salir del servicio de microtaxis, el hombre terminó de reparar su propio vehículo Lada, parado durante años por un problema en el motor, y ahora se dedica a la entrega a domicilio de paquetería y envíos de alimentos que comercializan varios portales digitales enfocados en los cubanos emigrados que hacen compras para sus parientes en la Isla. “Gano más y estoy más tranquilo porque trabajar con pasajeros es un dolor de cabeza como está la cosa. La gente la cogía conmigo, como si yo fuera el Ministro de Transporte”, asevera.
Muy lejos queda aquel 2019, cuando comenzó en La Habana el servicio GAZelle, con 450 microbuses provenientes de Rusia. “Cuando introdujeron las gacelas el transporte mejoró notablemente. Yo estaba felicísima, porque además tenía rutas a todos los lugares, y barato, era una bendición”, observa Mary, vecina de La Habana Vieja. “Pero aquí todo se tiene que estropear porque ellos no saben cómo hacer un buen trabajo. Lo que hacen con la cabeza lo rompen con los pies”.