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Con precios de tres cifras, la panadería de la calle Obispo "es otro país y no entra el cubano de a pie"

La San José ha reabierto bajo gestión cooperativa después de irse apagando poco a poco siendo estatal

Panadería San José, de la calle Obispo, en La Habana Vieja, este martes. (14ymedio)
Juan Diego Rodríguez

09 de mayo 2023 - 21:43

La Habana/El olor va guiando a los clientes hasta sus puertas. Huele a pan recién horneado, a pastel caliente y a mermelada de frutas. La panadería San José de la calle Obispo, en La Habana Vieja, ha reabierto bajo gestión cooperativa después de irse apagando poco a poco por la incapacidad del Estado cubano de mantener unas ofertas variadas con precios subvencionados.

Una turista canadiense que este martes pasaba por la principal calle comercial del casco histórico habanero se detuvo para tomar unas fotos del local con sus puertas azules y su fachada que reproduce la litografía El panadero y el malojero que hizo el artista Frédéric Mialhe a mediados del siglo XIX. Detrás de ella, otro grupo de viajeros rusos repitió el gesto.

"¿Hay pan de gloria?", indagó un anciano cubano con una gorra con las siglas NY. "Se nos acabó pero en un rato sacamos otra vez", aclaró la empleada. Al menos dos clientes más esperaban por ese postre hecho de harina y azúcar. "Vengo caminando desde Centro Habana porque aquí lo hacen de calidad", aclaró el hombre que, no obstante, considera que el precio de 60 pesos por cada uno es "muy caro".

Si el pan redondo más pequeño cuesta 40 pesos, la merienda que su nieto debe llevar a la escuela le saldría "en unos 200 a la semana, más lo que hay que echarle dentro, que ya la monta en 500"

Otra compradora alababa que "entregan los dulces sobre un papelito, algo que ya se ha perdido en Cuba" y una tercera calculó que si el pan redondo más pequeño cuesta 40 pesos, la merienda que su nieto debe llevar a la escuela le saldría "en unos 200 a la semana, más lo que hay que echarle dentro, que ya la monta en 500".

Pero la San José no parece una panadería que vayan a visitar las familias cubanas que viven solo de su salario. "Desde que reabrimos vienen muchos turistas que pasan por Obispo, ven esto abierto y terminan embullándose y comprando unos panes", comenta a este diario un empleado que trabaja en el área de los hornos. "Para un extranjero resulta barato porque al cambio que está la divisa, ellos pueden comprarse con un dólar hasta tres buenos panes".

Muchos visitantes que apenas salen de la zona más turística de La Habana Vieja podrían llegar a creer que todas las panaderías cubanas están igual de bien surtidas y limpias. Pero basta salir del retocado perímetro para tropezar con otras escenas. Hasta hace unos días la fila se extendía ante una panadería estatal de la calle Reina, en Centro Habana, donde los precios son diez veces menos y la cola puede tardar horas.

En este deteriorado comercio, ubicado en un portal donde el techo amenaza con caer sobre las cabezas de los clientes, esta semana ni siquiera han ofertado sus acostumbrados panes "perro", con poca grasa y apariencia demacrada, que antes se vendían a 12 pesos cada uno, seis veces menos que en la panadería cooperativa de La Habana Vieja.

Quienes no pueden darse el lujo de ir al local de fachada decorada y puertas azules cercano a la Catedral de La Habana, solo cuentan con el pan del mercado racionado: un producto de escasos 80 gramos por persona, que cuesta un peso y la mayoría de las veces es más pequeño, insípido y duro que lo establecido por las normativas de la Empresa Provincial de la Industria Alimentaria de La Habana.

"El Gobierno puede mantener, aunque malamente ese precio porque importa directamente la harina y lo que paga a los trabajadores es muy poco"

"El Gobierno puede mantener, aunque malamente ese precio porque importa directamente la harina y lo que paga a los trabajadores es muy poco", explica a este diario Dunia, empleada de una panadería particular en la calle J de El Vedado habanero. "A nosotros la materia prima nos sale mucho más cara y por eso tenemos que poner estos precios", responde a quienes critican que en su local un pan Pullman, ya cortado en rebanadas, salga en 180 pesos.

Entre el Estado y el pequeño trabajador por cuenta propia, la fórmula parece dar más margen de ganancias a sus gestores. "La inversión inicial no recae en una sola persona y por eso se puede empezar con mejor pie", reconoce Dunia, que antes de pasar a un negocio particular laboró un tiempo en un céntrico restaurante con una dulcería administrada por varios socios bajo régimen cooperativo.

"A las cooperativas se les dan más facilidades y, al menos en la que yo trabajé, había gente con muchos contactos con ministerios, jefes y funcionarios", advierte. "Pero me fui porque aunque el negocio iba bien, todo eso de que se reparten las ganancias y la gestión es colegiada solo se cumple en el papel. Ahora gano un poco más pero también trabajo en un negocio que vende más caro porque no tiene tantas facilidades".

Dunia es escéptica de si la experiencia de la panadería San José se podría extender a otros locales emblemáticos de la ciudad que languidecen bajo la gestión oficial. "No tendrían una gran clientela en otros barrios porque los precios son muy elevados. Está en la calle Obispo porque eso es como en otro país, ahí la gente que compra no es el cubano de a pie", añade.

En la parte superior de la colorida panadería de la calle Obispo, el café Santo Domingo sigue esperando por igual suerte: reabrir sin la tutela estatal, con el olor del capuccino flotando en el aire y precios de tres cifras.

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