Los precios topados acabaron con la carne de cerdo en Artemisa
La mayoría de los productores han cerrado sus establecimientos de manera temporal o definitiva
Candelaria/"No hay carne hasta nuevo aviso", anuncian los puestos estatales de ventas de carne de cerdo en Artemisa, que permanecen cerrados desde inicios de año a falta de mercancía. Mientras, los particulares buscan alternativas para mantener sus negocios en medio de una intensa vigilancia para que no suban los precios.
El volumen de inspectores que inundó los comercios privados desde los días finales de año para hacer cumplir los precios topados ha llevado a la mayoría de los productores de carne de cerdo a cerrar sus establecimientos de manera temporal o definitiva.
Las medidas tomadas por las autoridades tras recibir denuncias por la alteración de los precios establecidos han abarcado desde multas de hasta 4.000 CUP hasta la retirada de licencias para ejercer el trabajo por cuenta propia, el decomiso de equipos y mercancías o la posibilidad de enfrentarse a los tribunales.
"Me llevaron la carne que tenía guardada y la cría en pie de los corrales, además me impusieron una multa de 1.500 CUP. Esto es abusivo", denuncia Ramón González productor de carne del municipio de San Cristóbal que mantiene su puesto de venta cerrado.
El pasado mes de diciembre los precios de la carne ya cortada y del puerco en pie se dispararon debido a la escasez del producto y la alta demanda que generan los festejos navideños. Aunque muchos pensaron que, pasados los días festivos, la situación volvería a la normalidad, ha pasado un mes y la escasez es cada vez mayor y parece que estos precios llegaron para quedarse.
"En fin de año el cochino en pie estaba a 18 CUP hasta 200 libras, de ahí en adelante varió entre los 22 y 24 CUP. Los precios no han bajado desde entonces ", asegura González . "Si no vendo la libra de bistec a 35 pesos no me da la cuenta".
Candelaria y San Cristóbal son pueblos altamente productores de cerdo, la cercanía a una fábrica productora de pienso de ceba y a dos importantes centros porcinos de la provincia y un matadero hacen que el negocio sea más rentable, por lo que es común que la mayoría de los jóvenes, una vez terminados los estudios obligatorios, se dediquen a la crianza de cerdos.
"Aquí todo el mundo cría cochinos, aunque no todos vendemos carne, para eso hay que tener licencia", asegura Ángel Martínez mientras cocina un saco de arroz para sus 22 cerdos. "La comida está mala de conseguir, así que hay que darles arroz, chícharos, boniato, lo que aparezca".
Con el convenio porcino, el Estado debe proveer al productor el 70% de la comida y se asegura la compra de los animales cuando estos estén en el peso acordado en el contrato. Sin embargo, la tardanza de la comida hace que muchas veces los cerdos no tengan el peso óptimo en el tiempo previsto, por lo que el Estado los paga a menor precio y con retrasos de entre dos o tres meses después de la venta de los animales.
Al sector también lo aguijonea el cobro de impuestos sobre las ganancias personales en escala progresiva, desde el 10% para quienes obtienen ganancias de hasta 12.000 CUP anuales y hasta el 45% más allá de 150.000, lo que lastra la motivación para afiliarse al sector estatal.
Artemisa fue una de las últimas provincias en introducir los precios topados, en el pasado mes de septiembre, un esfuerzo inútil por controlar la venta de los productos agropecuarios que han ido desapareciendo poco a poco de los mercados: la malanga, el ajo, la cebolla, el arroz y, ahora, la carne, por sólo mencionar algunos.
"Toda la carne que tenía el Estado se sacó para fin de año para ahogar a los particulares con los precios topados y ahora no tiene de dónde sacar". Asegura a 14ymedio uno de los trabajadores del mercado estatal agropecuario de Artemisa que prefiere el anonimato por temor.
Un cartel ubicado en el céntrico local anuncia que "no hay carne hasta nuevo aviso" desde inicios del mes. "Los productores de las cooperativas se han quejado por los atrasos con el alimento animal y también con los créditos de los porcinos", añade.
Como alternativa, algunos vendedores han aprovechado para hacer reformas en sus locales de ventas mientras esperan a que las aguas vuelvan a su lugar, otros se dedican a comerciar por encargo o proveer directamente cafeterías y restaurantes de La Habana, para evadir los precios topados.
"Es mejor vender por encargo, acordamos con el cliente el precio y la cantidad de carne y luego matamos, así no hay riesgo de denuncia, ni de tener mercancía en caso de registro", cuenta Y. González, productor de Candelaria. "La otra alternativa es cargar carne para La Habana, que eso siempre da más negocio".
A pesar de los problemas que atraviesa el sector "es más rentable hacer esto, no hay que estudiar para esto, y es dinero rápido en la mano, eso sí, hay que limpiar mucha mierda en el corral antes de contar los billetes", asegura González.
Pero por el momento, González sabe que los billetes se demorarán en llegar mientras el pienso animal escasee y las autoridades sigan obligando a mantener los precios topados.
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