“Prefiero que nos deporten para cualquier lugar, pero no para Cuba”
Muchas familias viven momentos de pánico en EE UU al acercarse la fecha de la revocación del 'parole', el 24 de abril
Miami/La palabra deportado es la que más crispación transmite entre los cubanos que, por distintas vías, han llegado a Estados Unidos. Desde el pasado 20 de enero, la “tierra de la libertad” se ha convertido, por obra y gracia de Donald Trump, en el reino de la incertidumbre. Algunos tienen confianza en que el republicano, tarde o temprano, reconocerá a los suyos; otros no quieren ni imaginar cómo será un hipotético retorno a la orilla que dejaron atrás.
A veces hay que apagar la televisión o guardar el celular en una gaveta. Lo sabe bien Yurania, de 32 años y residente en Homestead, Miami, que lleva días silenciando la voz del presentador del noticiero para que sus dos hijos –de siete y nueve años– no escuchen cómo está el ambiente.
Beneficiaria del parole en agosto de 2024, la familia llegó a Florida en medio de otra tormenta: la revisión a fondo que el Gobierno de Joe Biden lanzaba sobre la medida, por sus múltiples irregularidades.
"Pasamos muchos momentos duros para llegar aquí porque justo en los días que teníamos el vuelo Biden suspendió temporalmente el programa", rememora. "Habíamos vendido la casa, nos estábamos quedando con una prima y la salida fue una dura prueba emocional, así que cuando llegamos aquí sentíamos que se nos habían abierto las puertas del cielo".
"Mi hija empezó a orinarse en la cama por la ansiedad y el niño tenía problemas para dormir"
Volver atrás es un escenario que Yurania no está dispuesta a imaginar. Los últimos días en Cuba, hacinados en casa ajena, fueron dantescos. "Mi hija empezó a orinarse en la cama por la ansiedad y el niño tenía problemas para dormir, también comenzó a arrancarse mechones de pelo de la cabeza y pensábamos que si la salida se seguía demorando íbamos a tener que llevarlo al psicólogo".
Ambos niños ya están integrados en Homestead y van a la escuela. El desgarramiento en caso de regresar a Cuba sería brutal para ellos, asegura. “Prefiero que nos deporten para cualquier otro lugar, pero no para allí”. Cubana al fin, la superstición, admite, le está jugando una mala pasada: el 24 de abril –fecha en que entrará en vigor la revocación del parole– es el cumpleaños de su hijo.
La incertidumbre se apodera de los cubanos dondequiera que estén. En Houston, Texas, donde vive desde hace dos décadas Judith, hay tanto miedo como en Florida. El hermano de Judith, Javier –un hombre de 51 años que viajó a EE UU el pasado diciembre con parole–, “no ha hecho más que trabajar desde que llegó”.
El hombre quemó las naves y logró irse tras un año macabro: con la pandemia y la muerte de sus padres por coronavirus, vendió la casa –su única atadura real al país– y se fue. “La casona estaba en La Habana Vieja”, cuenta Judith, “la dio a un precio muy por debajo del real. Cuando llegó aquí, le dieron los dólares”.
Los pocos verdes le sirvieron para pagar un pequeño apartamento, varios muebles, ropa y herramientas para emplearse en la construcción. Su vida actual es dura, pero lo era más en la Isla, zanja su hermana. "Se levanta antes de que salga el sol y llega a la casa cuando ya oscureció. Es un mulo que ha venido a contribuir con este país, no a pedir nada regalado".
Rafael piensa que esta turbulencia responde al “reguero” que Biden dejó en la Administración de EE UU, sobre todo en el área migratoria
A diferencia de otros cubanos, que siguen esperando un rescate casi milagroso por parte de Trump –tiene aún innumerables partidarios en la diáspora cubana–, Judith confía en la solidez de la democracia estadounidense. “No creo que sea tan fácil despojar a miles de personas de un beneficio migratorio sin que haya algún mecanismo legal que pare esto". Ahora, asegura, está dispuesta a reunir fuerzas y “llegar al Congreso si hace falta”.
La suspensión del parole, opina la mujer, es una “burla cruel” de Trump a los cubanos. De hecho, si hay algo de humor en la cuestión –aunque sea siniestro–, la Cancillería cubana entendió el chiste. Con el estilo encendido que lo caracteriza, este lunes Bruno Rodríguez aludió al “cinismo” del republicano, a quien describió rodeado de una cohorte de “políticos anticubanos”.
Rodríguez ridiculizó la situación de quienes tienen miedo de ser deportados: culpó al embargo Washington de “estimular” la estampida de cubanos hacia EE UU, para que luego tuvieran que “mentir al llegar a la frontera para protegerlos como refugiados” y ahora estén en peligro.
Con la incertidumbre, también comienzan a aflorar divisiones en la diáspora. Para Rafael, de 35 años, que ya lleva 11 meses en San Antonio, Texas, hay cierta diferencia entre los que llegaron con parole y quienes cruzaron la frontera, llamados coloquialmente “los I-220A” por el formulario que recibieron.
Rafael cree que su situación, por haber llegado a EE UU con parole, es “más legal” que la de los I-220A. “Enseguida nos dieron un permiso de trabajo y empezamos a trabajar. Conozco a gente que entró por la frontera y no puede solicitar una residencia, estará aquí sabe Dios cuántos años sin poder legalizarse”, afirma.
Rafael piensa que esta turbulencia responde al “reguero” que Biden dejó en la Administración de EE UU, sobre todo en el área migratoria. Aun así, no cree que la suspensión del parole sea positiva. El precio, opina, lo pagará el Partido Repúblicano, no Trump. “Es su último mandato pero la gente no va a querer votar más por ese partido” por su radicalidad.
Lo que vive la diáspora, resumen, es una “tormenta de presiones”
Entre las organizaciones opositoras, para quienes Trump ha sido una presencia agridulce, el peligro de deportación para miles de cubanos es una situación intolerable. Así lo expresó el Consejo para la Transición Democrática en Cuba, que dio cuenta este lunes de su "preocupación por la suerte de nuestros compatriotas, quienes pueden quedar atrapados entre la intención de ser devueltos a su país".
Si bien hay razones políticas de sobra para temerle al régimen en caso de retorno, la dimensión económica de una deportación tiene mucho peso, alertó la plataforma: "Muchas de las familias vendieron todos sus bienes para sufragarse el viaje a Estados Unidos". Lo que vive la diáspora, resumen, es una “tormenta de presiones”. De un lado y de otro.
Mientras, la Administración de Trump sigue dando pasos para perfeccionar el control y la vigilancia de los migrantes. El Departamento de Seguridad Nacional anunció este lunes una nueva función de CBP Home –la aplicación lanzada el pasado 10 de marzo para que los indocumentados informen de su salida “voluntaria” de EE UU–: verificar con datos de geolocalización la salida de quienes, tras entregarse ellos mismos a las autoridades para ser deportados, planean volver por vía legal en un futuro.
Los migrantes aportarán “datos biográficos de sus pasaportes u otros documentos de viaje, imágenes faciales y datos de geolocalización” que demuestren que abandonaron EE UU. La función de CBP Home solo se activará si se han alejado al menos tres millas del país.
El 24 de abril pesa en los calendarios de los 530.000 cubanos, venezolanos, nicaragüenses y haitianos que se beneficiaron del parole. Los cuatro países atraviesan situaciones extremas y no todos, como en el caso cubano, tienen congresistas interesados en su caso. Unos 270.000 ucranianos y más de 70.000 afganos, que entraron al país en condiciones similares, también están en la mira de Trump.
Para cualquiera de esos miles de inmigrantes, el retorno a sus respectivos países –donde regímenes autoritarios, terroristas, pandillas o soldados enemigos campan a sus anchas– es una pesadilla a punto de hacerse realidad.