El primer secretario del Partido en Villa Clara imparte "lecciones edificantes" a los guajiros
El dirigente no dijo dónde podían conseguir los componentes de su minuciosa lista, pero sí recomendó a sus subordinados locales “exigir ante los incumplimientos”
La Habana/Escoltado por un equipo de prensa que no puede serle más leal, el primer secretario del Partido Comunista de Villa Clara emprendió un viaje hacia uno de los grandes olvidados de la provincia: Cifuentes. El recorrido –narrado en tono casi evangélico por Vanguardia– describe las “lecciones edificantes” de Osnay Colina a los guajiros, sus diatribas por la mala producción y la “mira instructiva” del dirigente, un eufemismo para describir su principal objetivo: regañar.
Todo el mundo se ha ido de Cifuentes, sumido en la “dispersión geográfica” y sin recursos para garantizar sus metas agrícolas –que Colina les recordó con insistencia– este año. No faltaron las fotografías que Miguel Díaz-Canel ha intentado popularizar: las del dirigente junto a dos o tres campesinos, que escuchan de boca de un burócrata cómo hacer su trabajo.
En la recién fundada Empresa Agropecuaria Industrial, a la que le otorgaron 10.000 hectáreas, Colina impartió su primer regaño: el 10% del terreno sufre una “infestación pesada de marabú” y en la zona cultivable sólo se ha sembrado un 72% del plan, en “cierre inminente”. Para colmo, en la Empresa solo abundan las ilegalidades, para las que pidió “contención”, y los acopios de leche y carne van en picada.
No faltaron las fotografías que Miguel Díaz-Canel ha intentado popularizar: las del dirigente junto a dos o tres campesinos
La cara rígida, el gesto autoritario, el discurso bajo el sol, son algunos de los rasgos de Colina que la cámara de Vanguardia quiso remarcar. Entre sus muchas peticiones utópicas estuvo “plantar a pesar de las limitaciones de recursos y paquetes tecnológicos, maquinarias, combustibles y empleo de la tracción animal”. El dirigente no dijo dónde podían conseguir los componentes de su minuciosa lista, pero sí recomendó a sus subordinados locales “exigir ante los incumplimientos”.
“Muchos alimentos se escapan a terceros”, advirtió, aludiendo al mercado negro de Cifuentes. Colina pidió ir a las fincas a ver “qué pasó” con el guajiro que no entregó lo debido y ayudar –aunque solo “en lo posible”– al que sí cumple con el Estado. Para demostrar su interés por los convenios entre el productor y el Gobierno, se hizo retratar revisando los contratos de los campesinos.
En papeles quedó, precisamente, lo acordado con Acopio, ironizó durante una reunión con Colina el delegado del Ministerio de Agricultura en Villa Clara. El 85% de los guajiros contratados no respondió a lo pactado o entregó una producción mínima. “¿Adónde va a parar la otra parte? Esa es la que se fuga a diferentes destinos”, argumentó.
Vanguardia insistió en que Colina se fue a su recorrido “sin muchos avisos a las partes involucradas”, una manera de advertir que nadie, supuestamente, tuvo tiempo de “dar colorete” a la pésima situación de Cifuentes. Lo “instructivo” de su viaje se cifra en una suerte de lecciones: si los pagos están atrasados, es porque el municipio trabaja “a la antigua” y haciendo caso omiso de la bancarización; si la producción no marcha bien es porque los “actores no estatales” son turbios en su gestión; si el dinero no fluye, es porque los guajiros se niegan a tener cuentas fiscales.
La situación no es privativa de Cifuentes: solo el 21% de los campesinos de Villa Clara, se quejó Colina, tienen una cuenta bancaria y unos 200 mercados –el 23%– sigue sin contar con medios para realizar el cobro electrónico.
Los dirigentes locales tenían puestas sus esperanzas en que una antigua cochiquera reconvertida en “vaquería rústica” impresionara a Colina. Fue un fracaso. Si bien el funcionario aplaudió la transformación de la nave, que ahora tiene 47 vacas que el Estado compró, ni la producción de leche está a la altura del plan anual ni los animales se alimentan adecuadamente.
Los dirigentes locales tenían puestas sus esperanzas en que una antigua cochiquera reconvertida en “vaquería rústica” impresionara a Colina
“¿Y de alimentos forrajeros para el ganado qué hay?”, asegura Vanguardia que preguntó. La respuesta: 13 hectáreas de caña y dos de césped. Colina volvió a montar en cólera y dijo que mejorar la situación del lugar era un “punto crítico”. “Tiene que cambiar para lograr saltos sistemáticos”, dijo. Las vacas viven “con mejoramiento genético, pero sin agua, sombra y menos con una suficiencia alimentaria”.
Los sinsabores que el relato del periódico atribuye a Colina no tienen fin. La prosa no teme recaer en una suerte de resentimiento con los campesinos que hacen sufrir al líder y formula preguntas que, como el discurso de Colina, también son regaños: “¿Dónde están los programas de siembra, con sus respectivos bancos de semilla? Por supuesto son nulos. Ahí, junto al hurto y sacrificio ilegal del ganado, la depauperación y las muertes estarán a la orden del día de no corregir puntos críticos”, remata.
Con la fidelidad del diario del Partido Comunista en Villa Clara –conocido por no apartarse un ápice de la ortodoxia ni dar cabida a críticas excesivas–, Colina practica un método que a otros colegas suyos, como Liván Izquierdo, ha dado resultados: dejarse enaltecer por la prensa oficial hasta que el Gobierno lo premie y lo “eleven” a La Habana.