Prohibidas las visitas de cubanos en los alquileres para estudiantes extranjeros
"Ni se te ocurra tener una novia cubana, porque te va a dejar sin plumas y cacareando"
La Habana/Desde un balcón en El Vedado, Joao Henrique, de 28 años y oriundo de San Salvador de Bahía en Brasil, señala el edificio donde debería quedarse cada noche. "Mi beca está allí, pero las condiciones no son buenas, así que mis padres me ayudaron a rentar este lugar". La casa donde vive mientras cursa un postgrado en una especialidad de medicina es más cómoda y segura que el albergue estatal, pero tiene estrictas normas.
Por 300 dólares al mes el estudiante brasileño cuenta con una habitación para dormir, una cocina bien equipada, un baño, un balcón y una sala de estar. El pequeño apartamento es fruto de la división de una casa mayor, así que al otro lado de la pared viven los propietarios. "No puedo recibir visitas y mucho menos hacer fiestas", detalla. "Es un lugar seguro, pero los propietarios me han advertido de que nada de venir con amigos cubanos, porque entonces no pueden garantizar que no se pierdan cosas", detalla a 14ymedio.
El turismo, que ha caído casi un 50% desde el inicio de la pandemia, ha empujado a algunos dueños de viviendas a alquilar sus espacios por largo tiempo a estudiantes foráneos. A diferencia de las tarifas por noche, que pueden superar los 30 dólares, rentar una habitación o un apartamento a extranjeros con residencia temporal oscila entre 250 y 500 dólares mensuales, según las condiciones y la ubicación de la vivienda.
Los espacios más atractivos son los que combinan confort, seguridad y cercanía a los hospitales
Los espacios más atractivos son los que combinan confort, seguridad y cercanía a los hospitales donde los estudiantes realizan sus prácticas o a las facultades donde reciben las clases. Mejor valorados que los clientes nacionales, porque pueden pagar más y no acumulan “derecho” alguno sobre la propiedad, los becarios extranjeros, sin embargo, desconocen muchas veces las características de ciertas barriadas y les cuesta más leer las señales de alerta, posible estafa o peligro.
Desde cuartos en el interior de una casa donde se comparte el día a día con la familia, hasta cómodos apartamentos independientes que incluyen agua caliente y climatización, la variedad de opciones se ajusta al presupuesto de cada cual. "Este lugar me queda cerca del hospital donde hago las prácticas y además es bastante céntrico, así que, aunque pago un poco más, me resulta muy práctico", detalla Joao Henrique.
Como parte de un acuerdo con La Habana, Brasilia ha financiado el traslado a la Isla de estudiantes a los que se les sufragan los pasajes en avión, las clases de cada especialidad y el alojamiento. El brasileño fue ubicado en la Residencia Estudiantil Comandante Ramón Paz Borroto de la calle 25 esquina a G, en El Vedado habanero. Sin embargo, solo pasó en el lugar el primer mes tras llegar a la Isla. "Hay muchos problemas con el suministro de agua y me robaron dos veces en mi habitación", explica.
"Este apartamento tiene mejores condiciones, pero me entristece que mis amigos no puedan visitarme, me gustaría que los dueños no estuvieran tan presentes en mi vida y tener un poco más de privacidad", reconoce. "Los cubanos tienen muy mala opinión unos de otros, la señora de la casa me advierte cada semana de que ni se me ocurra tener una novia cubana porque me va a dejar ‘sin plumas y cacareando’", cuenta imitando el acento habanero.
Los dueños del apartamento de Joao Henrique tienen una licencia para alquilar habitaciones a extranjeros, algo con lo que no cuentan muchos propietarios que se dedican a lo mismo. "Estuve en una casa donde me dijeron que no podía saludar a los vecinos para que no notaran que no era cubano", recuerda. "Era más barato aquel lugar, pero un día la dueña me dijo que tenía que irme porque le habían puesto una multa de miles de pesos por rentar sin licencia".
Los dueños del apartamento de Joao Henrique tienen una licencia para alquilar habitaciones a extranjeros
Otros, lejos de su hogar, prefieren convivir más estrechamente con una familia local, como es el caso de Claudia, estudiante alemana de Geografía que llegó desde Bremen con deseos de "conocer la vida cubana". La joven se tomó una pausa en su universidad y se matriculó un semestre en La Colina. Allí conoció a una estudiante habanera que le propuso alquilarle una habitación en su casa.
Por 250 dólares mensuales, Claudia consiguió una habitación en Centro Habana, a unos diez minutos caminando hasta su aula. "Aprendo mucho viviendo con una familia pero a veces todo es muy complicado. La casa solo tiene un baño, la cocina es pequeña y cuando voy al mercado y compro comida solo hay un refrigerador donde guardarla así que se acaba muy rápido", enumera la alemana.
"No puedo llevar visitas pero la chica que me alquila y yo salimos mucho juntas, ella me ha enseñado muchas partes de La Habana y presentado a sus amigos". Lo que más extraña de su vida en Bremen es "poder comer vegetales con más frecuencia y más intimidad en mi habitación, que tiene una puerta que ni siquiera puedo cerrar por dentro". Su experiencia la resume en "un curso acelerado de vida cubana". De Geografía dice que no ha podido aprender mucho: "los profesores faltan bastante y a veces se suspenden las clases sin dar explicaciones".
Europea una y brasileño el otro, Claudia y Joao Henrique no tropiezan con algunos de los muros que se levantan frente a los estudiantes africanos, quienes tienen que lidiar con los prejuicios y el racismo en la Isla. Para ellos, las normas pueden llegar a ser mucho más estrictas.
Manuel, de Angola, y Nicolas Suminwa, de Sudáfrica, han tenido que aprender, a fuerza de tropezones, a esquivar esos obstáculos. Ambos llevan un par de años residiendo en La Habana mientras estudian medicina. "Me dan un estipendio para que financie mi transportación, mi alojamiento y los alimentos que necesito", detalla el sudafricano, oriundo de Pretoria. "Lo que puedo pagarme son espacios baratos, porque aquí en Cuba la vida es muy cara".
Por 200 dólares mensuales, Suminwa rentó una habitación con baño en una casona de la barriada de El Cerro
Por 200 dólares mensuales, Suminwa rentó una habitación con baño en una casona de la barriada de El Cerro que le recomendaron otros compatriotas. "Es bastante segura pero en el cuarto, que no es muy grande, tengo que tenerlo todo: una olla eléctrica para cocinarme, una mesa para estudiar, la cama y mis pertenencias". Para cuando regrese de sus próximas vacaciones tendrá que alquilar algo más grande. "No va a ser fácil porque leo un anuncio, llamo y me dicen que el apartamento está libre, pero cuando voy a verlo me dicen que ya se ocupó".
Suminwa cree que hay muchos prejuicios con los estudiantes africanos. "Nos ponen más prohibiciones que a otros, he hablado con colegas mexicanos, colombianos y de otros países que también están estudiando medicina aquí y eso no les pasa tanto como a mí". El sudafricano ha vivido experiencias que resultarían cómicas si no fueran tan lacerantes a la dignidad humana. "Un día el dueño de la casa abrió con llave la puerta de mi habitación porque oyó unas risas y pensó que había venido con una invitada a escondidas, pero era algo que yo estaba viendo en la televisión".
Historias similares ha vivido Manuel, un angolano de 27 años que asegura tener ya "un diploma en entender a los cubanos". Ahora, tras muchos malos momentos, ha podido alquilar por 300 dólares, junto a su novia, de Luanda al igual que él, un apartamento de dos habitaciones en Nuevo Vedado. La casa, propiedad de una familia que recientemente emigró a Estados Unidos a través del parole humanitario, está bien equipada y goza de privacidad.
"La madre de la dueña viene a cada rato para saber si todo está bien", dice Manuel. "Tenemos una lavadora, el agua falta de vez en cuando pero hay un tanque para almacenarla y el edificio es bastante tranquilo". Eso sí, en la cartilla de prohibiciones se detallan algunas que el angolano conoce muy bien: "nada de música alta, de fiestas ni visitantes cubanos".