Los propios doctores compran insumos sanitarios en el mercado de la calle 13 de Holguín
Considerado antes para gente con pocos recursos, se ha convertido en el más surtido y visitado
Holguín/Liván lleva la lista doblada en el bolsillo de la camisa. Hilo de sutura, dos bisturíes medianos, gasa y esparadrapo conforman, entre otros, los productos que debe comprar en el más dinámico y famoso mercado de la ciudad de Holguín. Ubicada en la calle 13 del reparto Sanfield, a la que debe su nombre, la peculiar feria, en la que muchos comerciantes son informales, ha sufrido frecuentes operativos policiales pero tras unos días de temor, sus comerciantes vuelven siempre con más fuerza.
"Mi niño tuvo que ser operado de apendicitis de urgencia", contó este miércoles Liván a 14ymedio. "Nada más llegar al hospital, el cirujano que lo iba a operar nos explicó todo lo que debíamos conseguir, por suerte una prima mía llevaba meses esperando porque le extirparan la vesícula pero todavía no tiene turno, así que nos dio lo que necesitábamos, pero ahora tenemos que reponérselo".
En total, el holguinero gastará unos 40.000 pesos cubanos para adquirir los insumos médicos que la familia debió proveer para que el niño, de unos diez años, pudiera ser intervenido quirúrgicamente. "Sabía que aquí en la calle 13 era el único lugar donde podía encontrar todo eso porque este mercado tiene de todo, aquí lo mismo te encuentras una maleta de viaje que un audífono para sordos".
Ante Liván se extiende una calle repleta de puestos, mesas donde se exhiben mercancías y personas que miran, regatean o sacan el dinero para pagar alguna baratija. El paso se estrecha en varios puntos por las vendutas que invaden la vía y los clientes que llegan en busca de todo aquello que no venden los comercios estatales ni las mipymes. Los carteristas también hacen su agosto en la maraña de cuerpos y comercios.
"Aquí hay que entrar con la cartera bien aguantada y la vista puesta en todo el que se te acerque demasiado"
"Aquí hay que entrar con la cartera bien aguantada y la vista puesta en todo el que se te acerque demasiado", advierte Liván antes de perderse en el laberinto formado justo detrás de la terminal intermunicipal Las Baleares y a escasos metros de la calle Carralero. Con unos 15 años de existencia, la feria empezó cuando a inicios de este siglo estalló el fenómeno de cubanos que viajaban de compras a Ecuador, tras la exención de visas en 2008.
"Esto empezó antes de la Murillotroika", ironiza Vivian, una comerciante que lleva en la calle 13 más de una década. La mujer explica cómo era el mercado previo a la Tarea Ordenamiento, que entró en vigor en enero de 2021 y que tuvo como uno de sus impulsores principales a Marino Murillo, entonces jefe de la Comisión Permanente para su implementación. "Hasta ese momento este era más bien un lugar para gente humilde que venía buscando cosas baratas", explica la vendedora.
Sin embargo, la inflación que se disparó posteriormente hizo que muchos clientes que se nutrían de otros mercados tuvieran que "terminar también aquí, en la calle 13 y que la gente más pobre ya no viniera", añade. Si hace unos años ir a comprar a la improvisada candonga era visto como una señal de escasos recursos, "ahora viene cualquiera, doctores y jubilados. Hasta he visto policías y militares comprando aquí".
"Antes lo que más se vendía aquí era ropa, zapatos, también productos de aseo pero eso ha cambiado mucho", comenta otro comerciante a este diario. El hombre, que alquila la mesa al dueño del puesto, ofrece gafas de sol, baterías, algunas mercancías para reparaciones domésticas y accesorios para móviles. Sobre el mantel, alternan también gangarrias, fosforeras y pequeños juguetes de plástico.
"Me falta solo un catéter de tres vías pero una señora me dijo que me esperara aquí y ella me lo traía"
A pocos metros, otro vendedor ofrece juegos de sábana, cortinas y algunos equipos electrodomésticos. "Antes la gente venía de otros municipios aquí para comprar y revender, incluso hacían compras al por mayor, pero con el Ordenamiento ya no es así", opina también Liván que ya ha logrado completar casi toda la lista de insumos médicos. "Me falta solo un catéter de tres vías pero una señora me dijo que me esperara aquí y ella me lo traía".
Alrededor de la calle 13, una amplia red de viviendas familiares hacen las veces de almacenes de mercancía y refugio para los comerciantes por si tienen que escapar de algún operativo policial o de los inspectores. Tras unos minutos de espera bajo el intenso sol del mediodía, Liván se voltea cuando una voz le dice "mira, aquí está lo tuyo", entrega un fajo de billetes y guarda en su bolsillo el dispositivo para canalizar venas y administrar medicamentos.
Rápido, como quien no quiere arriesgarse a seguir entre el bullicio y la aglomeración, el holguinero regresa a su casa con la cartera prácticamente vacía. "Es caro pero se va al seguro, lo que no haya en la calle 13 no lo hay en ningúna parte en Holguín, hay gente que viene de Guantánamo, Santiago de Cuba y Las Tunas para comprar en ese lugar por la variedad de ofertas".
Con anterioridad, los puestos de ventas se extendían unos 200 metros por la misma vía pero ahora se ha desbordado por las calles aledañas y tomado los alrededores de Las Baleares. "Esto empieza bien tempranito, a las siete de la mañana ya esto se va llenando", comenta un vecino que asegura sufrir los males de un mercado tan cerca de la puerta de su casa pero también beneficiarse de su existencia.
"Un blíster de 20 tabletas de levomepromazina, un fármaco antipsicótico que toma mi hijo que es autista, me cuesta en ese mercado 7.000 pesos cubanos"
La calle, llena de baches, piedras sueltas y tierra, apenas guarda vestigios de haber contado alguna vez con asfalto. Las fachadas a ambos lados están despintadas en su mayoría, las rejas se multiplican en las ventanas y un polvo rojizo lo cubre todo. La aurícula izquierda del corazón comercial de la capital holguinera aparenta pobreza, descuido y apenas hace notar los cientos de miles o millones de pesos que cada jornada se mueven en su perímetro.
"Alquilamos la sala para guardar los productos a varios vendedores, sin eso no sé cómo seguiríamos vivos porque la pensión mía y de mi mujer no suman 3.000 pesos", cuenta el vecino. En una esquina, un simpático kiosco con ruedas ofrece galletas dulces y saladas, refrescos y cervezas. En la parte frontal tiene pintado su nombre. La Parranda y sus precios son equivalentes a cualquiera en la capital cubana: una lata de Cristal 200 pesos, un paquete de diminutos chocolates 480 y una malta por encima de los 250.
La llegada de la venta de medicamentos también potenció la importancia del mercado de la calle 13 en medio de una ciudad con farmacias estatales vacías y hospitales peor surtidos. "Un blíster de 20 tabletas de levomepromazina, un fármaco antipsicótico que toma mi hijo que es autista, me cuesta en ese mercado 7.000 pesos cubanos", detalla Alberto, residente de otra barriada que se traslada con frecuencia a la feria del reparto Sanfield.
"¿Qué voy a hacer? tengo que pagarla al precio que me pidan porque eso no le puede faltar a mi niño", reconoce. "Esto me recuerda a La Cuevita de La Habana, también tiene dos caras, la que se ve cuando uno acaba de llegar y la otra cuando ya los comerciantes te tienen confianza y te ofrecen lo que no está en exposición, lo que no se muestra sobre las mesas".
Las estafas, los falsos juegos de la chapita para desplumar a los incautos y hasta la venta de drogas también son frecuentes, especialmente de marihuana y 'químico'
"Mi hermano ha comprado aquí desde guantes de cirujano hasta uno de esos tubos para pacientes que están conectados a un ventilador de respiración artificial que su suegra necesitó en la última etapa de su vida", detalla Alberto. "Lo que no hay en los hospitales aquí se encuentra, pero hay que prepararse para el machetazo porque barato no es". Menciona una larga lista en la que incluye a "la lidocaína que permite anestesiar una zona y que no lo hay en Holguín ni en los centros espirituales".
"La mayoría de los medicamentos que he visto aquí vienen de Rusia, los trae la gente que viaja a Moscú a comprar, pero también he visto muchas pastillas con cajas de Hecho en México o que se ve que vienen de Estados Unidos", enumera. "Hay gente que se escandaliza con los precios que tienen en este mercado las medicinas pero ya otros nos hemos dado por vencidos, quejarse no sirve de nada porque el Estado no las tiene".
Los fármacos de factura nacional también son frecuentes entre los precarios puestos de la calle 13. "A veces vienen incluso con un cartel que dice que son de exclusivo uso hospitalario y que no pueden venderse, así que tienen que habérselos robado de algún almacén, algún paciente tiene que haberse quedado sin ellos para que aparezcan aquí", considera Alberto.
"El DTI de Holguín [Departamento Técnico Investigaciones] está ubicado a menos de 200 metros de este mercado, pero como si no estuviera; todo el mundo sabe lo que se mueve aquí pero nadie quiere que la policía se meta porque todos salimos perdiendo". Para Alberto, "los días después de que hay alguna redada policía o se tiran los inspectores son los peores porque tienes una urgencia médica y entonces no encuentras el medicamento que te hace falta ni pagándolo bien caro".
La mayoría de los comerciantes que gestionan una mesa ni siquiera tiene licencia para vender, pero en los últimos años también ha proliferado el corredor, un vendedor que no tiene puesto fijo sino que va recorriendo la calle 13 y pregonando su mercancía para luego llevar al cliente hasta algún portal o vivienda cercana a cerrar la operación. Las estafas, los falsos juegos de la chapita para desplumar a los incautos y hasta la venta de drogas también son frecuentes, especialmente de marihuana y químico.
"Aquí todo lo que tu traigas lo vendes, hay gente que trae cosas de uso o remata la ropa de algún hijo o hija que se les fue del país", detalla Alberto. "Hay médicos que han dejado su trabajo y hoy tienen una mesa aquí porque les da más negocio, si antes recetaban medicinas ahora las venden y hasta te explican con todos los detalles para que sirven".