Renace en manos privadas La Carreta, restaurante icónico de los años 60 en la capital cubana
Cerrado hace casi siete años, luego de una lenta y larga decadencia, el edificio fue tapiado con ladrillos en marzo de 2022
La Habana/La rueda del restaurante La Carreta, cerrado durante años hasta que, el pasado junio, reabrió como privado, ha vuelto a su lugar. Está –como estuvo hasta que fue retirada, en noviembre de 2022–, bajo el árbol a sus puertas, en la esquina de las calle 21 y K, en el corazón de El Vedado habanero, pero ya no envejecida y medio enterrada en la tierra, sino recién restaurada, colocada completa sobre una acera nueva y pulida.
A decir verdad, ni la rueda ni el establecimiento tienen ya que ver con la ruina que llegó a ser en manos estatales. Cerrado hace casi siete años, luego de una lenta y larga decadencia, el edificio fue tapiado con ladrillos en marzo de 2022, y la imagen por aquellos días era desoladora.
Medio año después, la rueda que le servía de emblema fue retirada del lugar. Entonces, en las redes corrió como la pólvora el rumor de que la habían robado. No pasaron muchos días de aquel noviembre antes de que el inmueble fuera demolido por dentro para comenzar las obras de remodelación.
Los vecinos del lugar, a escasos metros de la emblemática heladería Coppelia, las vieron avanzar a toda máquina sobre todo durante el mes de junio. Cuando se les preguntaba a los obreros por el destino del icónico restaurante, respondían abiertamente: "Tendrá el mismo nombre, pero será privado".
Antes de que se completaran los trabajos, a mediados de junio, comenzó a vender comida en un mostrador a un costado. La calidad del servicio y de los productos –jugos naturales de fruta, sin azúcar añadido, por ejemplo–, indicaba una novedad en el deprimido panorama de los servicios en la Isla.
Al abrir, esta sensación se concretó en un hecho. "Era una maravilla nada más entrar. El clima, el olor, la atención", comenta a este diario Ariel, cliente habitual de La Carreta desde su renovación, junto a su novia, Martha. "No parecía Cuba", bromean. "Y ha tenido muchísimo éxito. Al principio estaba vacío, pero ahora es cada vez más difícil conseguir mesa, ¡siempre está lleno!".
La primera pregunta que asaltaba a quien lo visitaba, ¿quién estará detrás de este nuevo "emprendimiento"?, quedó resuelta también de inmediato, pues el dueño está todos los días presente en el local y suele recibir con una sonrisa a los clientes. Se trata del cubano Obel Martínez, quien regenta también el bar Mojito Mojito, en la Plaza Vieja, el centro histórico de la capital.
Para Martínez, refieren quienes frecuentan La Carreta, son muy importantes las formas. "Es un hombre muy correcto", dice Ariel. "Una vez oí cómo le decía a los empleados que al cliente hay que tratarlo bien, que si viene mal vestido por ejemplo no se le puede decir que está mal vestido, que hay que hacerlo de otra manera, dejarle que entre para que vea el lugar. Vaya, lo que tendría que ser normal y en este país no lo es".
Decorado en estilo rústico, los meseros, vestidos como texanos, reciben, en efecto, muy educadamente. Además, suele amenizar las cenas, un trío musical, formado por artistas profesionales, que cantan canciones tradicionales cubanas y mexicanas.
"Es verdad que los precios no están al alcance de cualquiera", reconoce Martha, "pero las cantidades son bien abundantes". Como muestra, menciona el entrante "picando con guajiros", que lleva croquetas, tostones rellenos, fritura de malanga, chicharrones, casabe y trocitos de tamal, por 1.200 pesos. "Ya con eso y con unos jugos, uno se llena", corrobora Ariel. "Y los postres son una maravilla". Estos van desde los helados, a 250 pesos, hasta repostería más refinada, como el bocadito de limón y crema, a 600.
La pareja cuenta que Obel Martínez les dijo una vez que su intención no era hacer "cocina gourmet" y porciones pequeñas, "que los cubanos somos de comer bien".
Un lugar así, igual que Mojito Mojito, no deja de levantar suspicacias. ¿Cómo Obel Martínez pudo optar a esos enclaves privilegiados y desarrollarse, así, como exitoso empresario? Ni Ariel ni Martha, ni otros clientes de La Carreta cuestionados por 14ymedio, tienen la mínima queja. "No podemos decir nada malo. Ojalá todas las paladares fueran así y no te trataran como si te estuvieran haciendo un favor".
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