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Se repatriaron hace diez años y se van de nuevo de Cuba, frustrados y empobrecidos

Más de 40.000 cubanos, residentes en el extranjero, solicitaron volver a la Isla entre 2013 y 2018

La mayoría de los repatriados no tenía planes de residir de manera permanente en Cuba / CC
Natalia López Moya

06 de agosto 2024 - 21:26

La Habana/Con vista al mar y cerca de sus abuelos, así es la casa que Zulema, de 48 años, se compró en la localidad de Santa Marta cerca de la playa de Varadero. Después de más de diez años fuera de la Isla, la matancera se sumó a la ola de entusiasmo de repatriarse para poder tener propiedades en Cuba. Sin embargo, la operación no ha sido como soñaba y este agosto ha decidido "vender y no volver".

Zulema, graduada de la especialidad de Lengua Inglesa en la Universidad de La Habana, aprovechó a inicios de este siglo una beca en una universidad de Estados Unidos para quedarse a vivir en Atlanta. "Al principio fue muy duro, pero tuve mucho apoyo de varios amigos que tenía ahí y en pocos años salí adelante; hasta terminé trabajando como profesora".

Casada, con un hijo, y con el deseo de ayudar a los abuelos que la criaron tras la muerte de sus padres en un accidente, Zulema aprovechó la reforma migratoria de 2013 que abrió la puerta para que los cubanos residentes en el extranjero iniciaran la repatriación. La mayoría no tenía planes de residir de manera permanente en la Isla, sino más bien de comprar una propiedad o acceder a ciertos servicios básicos.

"Había tremendo entusiasmo. Yo me acuerdo de esos días del verano de 2014 cuando compramos la casita de Santa Marta y todo lo veo luminoso", asegura a 14ymedio. Zulema y su esposo, de nacionalidad estadounidense, estuvieron unos meses en Cuba para adquirir la nueva vivienda que ya podía estar a nombre de ella tras hacer la repatriación. Un recién estrenado carné de identidad cubano y una fiesta familiar en el patio de la casa sellaron el momento.

La reforma migratoria de 2013 abrió la puerta para que los cubanos residentes en el extranjero iniciaran la repatriación

"Asamos un puerco, vinieron las tías, los primos y mis abuelos estaban contentísimos", evoca. "Unos pocos meses después se anunció el deshielo diplomático entre Cuba y Estados Unidos, así que teníamos la mesa servida, todas las cartas estaban a nuestro favor", añade. El matrimonio pensó, incluso, en nacionalizar como cubano a su pequeño hijo nacido en Atlanta, pero la burocracia, por un lado, y los costos del proceso, por otro, fueron disuasorios.

"Y entonces todo se vino abajo", reconoce Zulema. "Obama estuvo en La Habana, parecía que ya íbamos a poder ir en ferry desde Florida a Varadero y que la casa, por la que habíamos pagado cierta cantidad, iba a valer el doble. Todos los pronósticos eran muy optimistas, mi pareja y yo llegamos a hablar seriamente de embasarnos en Cuba la mayor parte del año", dice.

Zulema fue parte de los más de 40.000 cubanos, residentes en el extranjero, que entre 2013 y 2018 solicitaron repatriarse a la Isla, según datos difundidos entonces por el diplomático Ernesto Soberón, director de Asuntos Consulares y Cubanos Residentes en el Exterior de la Cancillería cubana. La cifra, que era mostrada como señal del éxito de la nación, ha dejado de aparecer hace unos años en las estadísticas oficiales. 

"La pandemia contribuyó a jorobar la situación, pero el problema menor fue el covid-19", reconoce Alberto, un migrante cubano residente desde hace más de un cuarto de siglo en Madrid. Con 56 años, este habanero proveniente de una familia numerosa, que salió huyendo del hacinamiento habitacional y la crisis económica, decidió repatriarse hace unos ocho años con la ilusión de que en la Isla todo iba a ir mejor.

"No lo hice para comprarme una casa porque yo no tengo dinero para eso, pero mi madre es muy mayor, mis hermanos se han ido todos del país y era una manera de poder heredar el apartamento de la familia, para que no se perdiera", explica a este diario. "El proceso no fue difícil y el día que yo estaba en la oficina de la calle 17 (Dirección de Identificación, Inmigración y Extranjería) en El Vedado, había varias personas haciendo el mismo trámite", agrega.

Sin embargo, en poco tiempo, Alberto perdió el interés en el tema. "Me detectaron un cáncer y en España tengo acceso gratuito a los tratamientos y la atención es muy buena, cada vez que pienso en viajar a Cuba me viene a la memoria que la última vez no pude ni encontrar papel sanitario a pesar de que caminé por varias tiendas en divisas. Una persona en mi actual situación no puede vivir ahí, donde ni agujas para una transfusión hay".

"Cada vez que pienso en viajar a Cuba me viene a la memoria que la última vez no pude ni encontrar papel sanitario"

La casa de su madre, un modesto apartamento en la barriada habanera de El Cerro, está ya a la venta. "Ni a mí ni a mis hermanos nos interesa, lo que queremos es que ella tenga ese dinero para irse a Estados Unidos donde están también sus nietos y puede tener una vida allí". El carné de identidad con los once dígitos, que le sirven lo mismo para comprar un boleto de tren en pesos cubanos que para obtener una cita gratuita en una consulta estomatológica estatal, lleva años sin salir de su gaveta en Madrid.

"No lo he usado para nada y ya no sé si sirve, porque se supone que tenía que volver a Cuba antes de que se me cumpliera el plazo de dos años de estar fuera para no perder la residencia, luego llegó la pandemia y dice que dieron una prórroga pero no he ido ni averiguar si sigo siendo un repatriado. Ahora, con la nueva ley que aprobaron para la Migración, quizá quedo mejor legalmente, pero ya no me interesa".

Cuba parece haber perdido interés y foco en los planes de futuro de Alberto y de muchos otros repatriados consultados por este diario.

Ahora, el objetivo de Zulema es sacar a la familia que le queda. "Mis primos todos se fueron, la mayoría cruzando el Darién, mi abuelo murió de covid y mi abuela está muy mayor, pero prefiero que pase sus últimos años conmigo en Atlanta sin tener que preocuparse de si llegó el pollo o no hay agua", asegura. "Yo que creía haberme repatriado, en realidad lo que pasó es que me he tenido que ir trayendo aquí la patria poquito a poquito".

Para Cynthia la repatriación fue más bien una inversión "para un futuro muy a largo plazo". Diseñadora, nacionalizada italiana, compró un apartamento en El Vedado habanero en la llamada "zona de letras", la más exclusiva, nada más terminar de repatriarse en 2015. Con una inversión inicial cercana a los 50.000 euros y un proceso de remodelación que prácticamente igualó la cifra, asegura "poder esperar para vender y recuperar la inversión".

Las casas han ido perdiendo valor y el mercado inmobiliario está anegado de ofertas porque hay pocos compradores

"No voy a vivir allí, aunque cuando me repatrié pensé que iba a poder tener un refugio desde el que trabajar, pero la conexión a internet es muy mala y mi trabajo necesita banda ancha para mandar proyectos, participar en reuniones y estar al día con lo que hacen otros colegas. El apartamento me quedó muy bonito, pero en la esquina tengo ahora un basurero monumental y la peste se mete por todas partes".

Sin grandes apuros económicos que la obliguen a vender la vivienda de El Vedado, Cynthia volvió este mes de julio a La Habana para visitar su casa en el Caribe. "No tengo ganas de regresar, no creo que vuelva en mucho tiempo, así que todo esto de la repatriación se quedó en que ahora tengo una propiedad sin usar y un custodio que pagar para que me la cuide".

Un problema para Cynthia y Zulema es que sus casas han ido perdiendo valor y el mercado inmobiliario está anegado de ofertas porque hay pocos compradores. Comparten, eso sí, con Alberto, las razones para no radicarse en la Isla, que el cubano aplatanado en Madrid resume en pocas palabras: "Cuando me repatrié ese era otro país; el que es ahora no me interesa para vivir, ni para viajar y mucho menos para que viva mi madre".

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