Encerrada un 8 de marzo en mi casa por la policía política cubana
Además de encerrarlas en sus casas cuando se les antoja, la Seguridad del Estado usa todo un arsenal represivo contra las mujeres que trabajan en medios independientes
La Habana/En cuanto amaneció me puse con la rutina de siempre: preparar un café, revisar las noticias y arrancar con mis tareas de periodista independiente en un país que no tolera la libertad de prensa.
A veces tocan días de estar largas horas pegada al teclado, otras jornadas son horas en el terreno, en "la caliente" como dice un colega. Hoy era uno de esos días de revisar notas pendientes y organizar la agenda para la semana. Pero en Cuba hay una rutina que nadie detiene: salir a comprar el pan de cada día. Bueno, casi nadie.
Al filo de las nueve de la mañana agarré mi cartera, la libreta de racionamiento, una bolsa y salí para la panadería. Al bajar, en la entrada del edificio estaba de nuevo un oficial de la Seguridad del Estado para impedirme salir a la calle. Era el mismo que en otras oportunidades pero, esta vez, lo acompañaban dos mujeres con uniforme del Ministerio del Interior, camisa apretada y minifalda verde olivo.
"Luzbely, hoy no puedes salir", me dijo el hombre bloqueándome el camino al verme dispuesta a cruzar la puerta. Esta vez no le contesté ni le pregunté nada, di media vuelta y me quedé esperando el elevador.
"Ah, por cierto, felicidades", expresó el oficial. Como tenía la mascarilla puesta no detecté si lo dijo con sarcasmo pero, a juzgar por el tono de voz, estaba más nervioso que otra cosa.
Lo viví como hija, ahora como madre y periodista, pero no quiero bajo ningún concepto que mis hijas tengan también que sufrir esto mismo en carne propia
En Cuba es rutina un día como hoy escuchar una felicitación por el Día de la Mujer de boca de cuanto hombre te pasa por el lado, aunque no te conozca.
Los oficiales de la Seguridad del Estado llevan años acosándome, incluso desde mucho antes del año 2014, cuando decidí ser parte del equipo de 14ymedio. Sin embargo, el fuego abierto y directo contra mí inició cuando empecé a firmar crónicas, entrevistas y reportajes que sacan a la luz la realidad que el poder quiere ocultar.
Además de encerrarlas en sus casas cuando se les antoja, la policía política usa todo un arsenal represivo contra las mujeres que trabajan en medios independientes: detenciones arbitrarias, prohibiciones de salida del país, amenazas a familiares y amigos y el calabozo. Me han amenazado con mis hijas a través de la oficina de menores de la Seguridad del Estado, utilizando a vecinos colaboradores que han dado falsos testimonios. Han acosado a personas cercanas a mí para intentar que se asusten y se alejen.
Todo esto ocurre ante los ojos de mis hijas, a las que ya hoy, con 11 y 13 años, se me hace imposible ocultar lo que me ocurre. Me duele tremendamente que unas criaturas que no entienden la mitad del mundo de los adultos sean sometidas a estados de sitio bajo amenaza, así que trato de explicarles de la mejor manera que puedo. "Tu mamá escribe sobre cosas que a los del Gobierno les molesta mucho y por eso pasan estas cosas", les digo.
Está también en el horizonte la violencia de un acto de repudio como el que le hicieron hace poco a Anyell Valdés; la Seguridad del Estado ha demostrado que no tiene límites cuando de ejercer violencia sobre las mujeres y sus hijos se trata.
Se nos acaba el tiempo y los hijos crecen y pronto les tocará vivir la represión en primera persona. Lo viví como hija, ahora como madre y periodista, pero no quiero bajo ningún concepto que mis hijas tengan también que sufrir esto mismo en carne propia.
Que mis hijas hayan encontrado la fuerza para enfrentarlo no aminora el dolor. Son ellas la gasolina para seguir haciendo lo que hago, mi motivación para luchar por el país mejor que todas merecemos.
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