Una 'mipyme' repara el restaurante cubano Varsovia para convertirlo en mercado
Destartalado desde hace años, el paso del local a la administración privada ya rinde frutos
La Habana/A pesar de la pintura de un gris sólido y el aspecto rústico, la fachada del antiguo restaurante Varsovia –ubicado en la esquina de 12 y 17 de El Vedado habanero– agradece la reparación tras varios años de abandono. La entrega del local a una mipyme que planea convertirlo en un mercado comienza a rendir frutos y, tras los ventanales de cristal, ya se ven los nuevos equipos, anaqueles y muebles.
El destartalado cartel con el nombre de la ciudad polaca también fue retirado del poste que decoraba la esquina, y las tablas con las que el Estado había clausurado el establecimiento fueron eliminadas por completo.
En el interior solo faltan los productos, según pudo comprobar este diario, para que el mercado eche a andar. Varias cajas de madera, para la venta de pan, frutas y vegetales, ya han sido organizadas en una estantería. También está preparada la zona de congelados y se han instalado varias máquinas.
La presencia de un mostrador, al fondo de la nave, sugiere que los propietarios del reconvertido Varsovia planean también la venta de comida y bebida para llevar
La presencia de un mostrador, al fondo de la nave, sugiere que los propietarios del reconvertido Varsovia planean también la venta de comida y bebida para llevar. El local, además, cuenta con aire acondicionado y está equipado con cámaras.
Pocos vestigios quedan, en la nueva imagen del céntrico local, del restaurante que una vez ocupó la amplia esquina, con sus cortinas rojas y pesadas, su luz tenue y camareros vestidos con ropa muy formal. Aunque nunca estuvo al nivel de sus primos de la misma barriada, como El Monseñor, El Conejito, La Roca, La Torre o el opulento Moscú, el Varsovia vivió momentos de esplendor, con una variada carta en los años del subsidio soviético.
Sin embargo, la crisis de los años 90 golpeó duramente al comercio que fue perdiendo brillo en la fachada, platos en el menú y personal interesado en trabajar en su cada vez más oscuro salón. Para cuando lo cerraron al público y tapiaron sus cristales el lugar no pasaba de ser una triste fonda con olor a grasa requemada y mugre por todas partes.
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