Se rompió la burbuja que una vez fue el Festival de Cine de La Habana
Con pocas salas y con medios precarios, la otrora prestigiosa cita cultural está en completa decadencia
La Habana/Un periodista toma nota en la terraza del Hotel Nacional de La Habana mientras entrevista a un director de cine argentino. En otra mesa, una actriz posa para los fotógrafos y, en el hermoso jardín, un productor de largometrajes pide a un joven camarógrafo que haga varias tomas del Malecón. La irreal burbuja se rompe nada más salir del imponente edificio que congrega a los principales invitados del Festival de Cine de La Habana.
"He venido por más de 20 años casi cada diciembre, con excepción de cuando se hizo la pausa por la pandemia", cuenta a 14ymedio una reportera latinoamericana que prefiere mantener el anonimato. "Este año me ha impactado mucho la poca calidad del Festival y la cantidad de mendigos que se ven alrededor de los cines y de los hoteles, no he podido ni sentarme a disfrutar un café porque enseguida llega alguien pidiendo dinero o comida".
Con una credencial, colgada al cuello, que le abre las puertas de todos los cines y de los eventos paralelos, la periodista freelance ha estado muy atenta a cada detalle. "El primer problema con el que me tropecé es que el boletín, que antes tenía toda la información muy bien ordenada, este año ha sido un desastre, ni siquiera ponen la hora con precisión porque no saben cuándo va a faltar la electricidad y van a tener que suspender la proyección".
"Ha habido un encogimiento, ahora el Festival está solo en la calle 23"
"Ha habido un encogimiento, ahora el Festival está solo en la calle 23, aquellas proyecciones se hacían en otros barrios o en la sala Glauber Rocha [municipio de La Lisa], por ejemplo, eso ya no existe", apunta. El evento se ha refugiado en unos pocos espacios donde "se pierde mucho público cubano al que le cuesta trasladarse hasta aquí por los problemas con el combustible".
Para el periodista independiente Luis Cino, colaborador de Cubanet, la reducción de las salas es un grave problema en el escenario cultural habanero. "Vaya festival de cine este en una ciudad donde, de 138 cines que había, solo quedan cuatro (Yara, Charlie Chaplin, 23 y 12 y Acapulco), todos en El Vedado, donde es casi imposible llegar por la falta de guaguas", lamenta en su cuenta de Facebook.
A las pocas salas incluidas en la programación, hay que sumar el menoscabo que causan los apagones. "Llegamos al cine 23 y 12 para ver la película Matar a un hombre, de Orlando Mora Cabrera, y todo estaba a oscuras, no había un cartel ni nada explicando si la iban a poner otro día, una total falta de respeto con el público", lamenta Anthony, de 23 años y estudiante de la Universidad de Ciencias Pedagógicas Enrique José Varona.
Junto a sus amigos, el joven también pasó una tarde frente al cine Chaplin y se sorprendió con los colores rojo, verde, blanco y negro de las banderas palestinas colgadas en la fachada. Afuera, un empleado con cara de pena instaba a los transeúntes a entrar. "En la sala solo había cuatro gatos, nosotros entramos para sentarnos porque estábamos cansados y los otros que estaban eran personas que usan el cine para dormir porque no tienen casa".
"El único momento de entusiasmo festivalero fue cuando el estreno de la serieCien años de soledad en el Yara", opina el universitario. "Había mucha gente joven y fue bonito, pero el resto ha estado bastante muerto. Casi todos los cines en los que entré estaban prácticamente vacíos". De una generación que consume material audiovisual fundamentalmente en el móvil, Anthony cree que "así, con esta falta de gracia, no van a atraer a la gente al festival".
Este año no solo se limitaron los lugares para las proyecciones sino que la cita cinematográfica reunió solo 110 filmes en concurso, 89 menos que el año pasado, provenientes de 42 países. Entre las producciones cubanas se echaron en falta las de numerosos cineastas que han emigrado en los últimos años y sus obras han sido censuradas o han decidido no presentarse como un acto de protesta por la falta de libertades en la Isla.
"Me parece vergonzoso que al día de hoy alguien se siente a escuchar tranquilamente la muela falsa de hombres violentos, mentirosos, abusadores comprobados y violadores constatados de derechos humanos", denunciaba en sus redes sociales la productora Claudia Calviño, exiliada junto a su esposo, el periodista independiente Abraham Jiménez Enoa. "Los que se sientan allí (en el mismo lugar desde dónde se lanzan las órdenes de combate), a escuchar sin cuestionar, sin reconocer el sufrimiento de los suprimidos, están, en efecto, avalando la impunidad y el olvido".
"Da la impresión de que nadie se cree esto y que solo han hecho el Festival para decir que no lo suspendieron"
Una actitud que coincide con la que mantiene Eliecer Jiménez Almeida, residente en Miami y director del documental Veritas (2021), quien explica sin medias tintas su ausencia en la cartelera del Festival. "Hasta que en Cuba no exhiban libremente las películas de Orlando Jiménez Leal, Néstor Almendros, Jorge Ulla, León Ichaso, Iván Acosta, Miguel Coyula y una larga lista de directores entre los que me incluyo, no me interesa. La solidaridad para mí es una cuestión de principios".
Para tapar la evidente reducción de espacios y películas que ha sufrido el evento, los organizadores oficiales se lanzaron a colocar tarimas, quioscos de venta a lo largo de la principal avenida de El Vedado y un escenario en la intersección de las calles 23 y 12 para presentar desde músicos a materiales audiovisuales. Unos baños públicos a las afueras del Cine Chaplin aumentaban la sensación de que se estaba asistiendo a una carnaval o una feria callejera.
El dramaturgo y poeta, Norge Espinosa se quejó con dureza de esos añadidos en un texto publicado en Café Fuerte: "Habría que pensar en qué diría Alfredo Guevara ante la romerización de su cartelera, con calles cerradas para presentaciones musicales, gastronomía y carnavalización callejera, en pos de una imagen de lo supuestamente popular. Cuando el Festival siempre lo fue, sin necesidad de tales cosas, ni poniendo baños públicos portátiles delante de la fachada del ICAIC [Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos].
Para el cineasta Armando Capó, director de la película Agosto (2019), el diagnóstico es muy pesimista. "El festival de cine no tiene alma. Lo ha perdido a pesar del esfuerzo de su equipo de trabajo. Lo han logrado los discursos que reescriben la historia. La anulación de los cineastas cubanos. La carnavalización fatua del espectáculo". En su opinión el evento "parecía una representación para los cineastas extranjeros, una puesta en escena para las autoridades, necesitadas de escuchar lo que quieren oir. Una realidad paralela donde no existe la Asamblea de Cineastas Cubanos".
"Da la impresión de que nadie se cree esto y que solo han hecho el Festival para decir que no lo suspendieron", considera Anthony. Para la periodista latinoamericana la inmersión en el evento le ha dejado una impresión profunda y triste. "Los cineastas están hartos y muy molestos, hablé con algunos que me dijeron que ni siquiera iban a ir a la clausura porque ya sabían lo que iba a ser: discursos oficiales asegurando que todo salió muy bien cuando la verdad es que el Festival está roto, completamente roto".