En Sancti Spíritus el alumbrado público murió mucho antes del apagón total

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Chalecos fosforescentes, lámparas recargables, la linterna del móvil o hasta un tradicional quinqué sirven para moverse por la ciudad

De noche y vista desde arriba, la ciudad se ve como una extensión de oscuridad.
De noche y vista desde arriba, la ciudad se ve como una extensión de oscuridad. / 14ymedio
Mercedes García

26 de octubre 2024 - 17:54

Sancti Spíritus/Una pareja se cruza con un amigo en una de las principales calles del reparto Kilo 12 en la ciudad de Sancti Spíritus. Apenas se ven el rostro porque la falta de alumbrado público ha obligado al joven, que se topa de frente con ellos, a llevar "una linterna de minero" en la cabeza. Cuando el hombre los saluda quedan encandilados con la luz que, en medio de la absoluta oscuridad, los deja, por unos segundos desorientados y tropezando con los huecos y roturas de la acera.

"La gente ya se rindió con esto de las luces en las calles", reconoce la mujer. "Si nos acostumbramos a solo tener electricidad dentro de nuestras casas unas pocas horas al día, qué va a quedar para lo que pasa de la puerta para afuera", explica a 14ymedio. "Lo que hace la mayoría de la gente es que no sale de noche, pero nosotros dos o tres veces a la semana vamos a comer a casa de mi mamá y tenemos que regresar caminando porque tampoco hay transporte a esa hora".

Chalecos fosforescentes, lámparas recargables, la linterna del móvil o hasta un tradicional quinqué alimentado con petróleo sirven para moverse de un punto a otro de la ciudad sin terminar hundido en un bache o con una pierna fracturada después de caer en una alcantarilla destapada. Hay quienes van pescando la luz que sale de las viviendas si tienen suerte de que haya electricidad en ese momento y otros aprovechan los focos de los vehículos que pasan para detectar los recovecos del camino que les queda por delante.

Hay quienes van pescando la luz que sale de las viviendas si tienen suerte de que haya electricidad

"Esta linterna de minero me la mandó mi hermano y me resuelve mucho", comenta a este diario Susy, de 42 años y residente en las cercanías del centro histórico espirituano. "La uso si tengo que salir de noche, pero también en la casa para fregar durante el apagón, hacer la comida o lavar el uniforme que la niña va a llevar al otro día a la escuela". Cuando se coloca la luz, agarrada con bandas elásticas a su cabeza, Susy adquiere un aspecto raro y lo sabe: "soy como un cocuyo, llevo mi propia luz". 

Carentes de alumbrado público, los residentes en la ciudad de Sancti Spíritus han llegado a la conclusión de que cada uno debe proveerse su iluminación cuando salen a las calles. Hace mucho tiempo, como el resto de los cubanos, renunciaron a descansar sus exigencias alimentarias en la canasta básica; dejaron de esperar que la Unión Eléctrica les abasteciera de energía constante en sus hogares; se despidieron de una Salud Pública que garantizara desde el hilo de sutura hasta los analgésicos y reconvirtieron sus cocina al uso de carbón o leña cansados de esperar por la estabilidad en la venta de gas licuado. 

En la lista de pedidos que Susy ha enviado a su hermano residente en Jacksonville, Estados Unidos, ha añadido dos nuevas linternas de minero: "una que pueda ajustarse para una cabeza más pequeña, como la de mi hija, y otra para mi esposo que sale de madrugada para el trabajo y le hace mucha falta". De noche y vista desde arriba, la ciudad se ve como una extensión de oscuridad donde se mueven diminutas lucecitas. Cada una es una persona que va hacia algún lado.

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