Secuestran animales, roban las cosechas, la pesadilla del campesino cubano
Es la tercera vez en un año que esta familia de Sancti Spíritus sufre un robo en su propia casa
La Habana/La ola de robos en Cuba no solo afecta a las ciudades sino al campo, y las denuncias se multiplican dentro y fuera de las redes sociales. Una familia de Sancti Spíritus cuenta a este diario cómo les sustrajeron recientemente 50 quintales de frijol negro, valorados en 6.500 pesos cada quintal. Es la tercera vez en un año que sufren un robo.
"La policía vino y no tomó huellas, no hizo su trabajo bien", denuncia a 14ymedio Luis (nombre ficticio). "Lo único que hicieron fue preguntar, que si escuchamos algo, que si sospechábamos de alguien; ellos trabajan con la información que tú le das, no con la que puedan buscar ellos".
Los ladrones, relata Luis, violentaron la puerta del almacén donde guardaban los frijoles, junto a la casa donde viven, y la familia no sintió nada. Al día siguiente vieron que faltaban los 50 quintales. "Una parte estaba ya vendida y la otra era para sembrar la próxima cosecha", detalla el guajiro.
"En otra ocasión que nos robaron dejaron evidencia, pelos, sangre, y no cogieron a nadie, ahora mucho menos"
La primera vez que les pasó, "se metieron en la casa y se llevaron todos los electrodomésticos de la cocina y hubo que enrejar todo", refiere Luis. La segunda, la reja no detuvo a los asaltantes, que se llevaron todos los sacos de abono de fumigar los frijoles. "Solo un campesino sabe lo difícil que es conseguir eso", lamenta.
El guajiro no tiene esperanzas de que la policía resuelva el caso: "En otra ocasión que nos robaron dejaron evidencia, pelos, sangre, y no cogieron a nadie, ahora mucho menos".
Luis esconde su nombre y su lugar de origen porque teme las represalias del Gobierno. "Mi familia no está de acuerdo con que se haga la denuncia, pues el Estado pretendía que los campesinos les vendieran las cosechas este año a pesar de que no los apoyaron con nada, ni un par de botas les vendieron, ni siquiera abono", explica. "Con los precios de la electricidad tan altos para poder utilizar las turbinas eléctricas, la mayoría no le vendió nada al Estado ni pagó impuestos". Si la denuncia se hace pública, recela, "pueden ponernos los ojos encima y ver que no cumplimos los compromisos con el Estado, aunque casi nadie lo hizo".
Pero no solamente hay robos en las zonas rurales de la Isla. Otro insólito delito es el secuestro de animales. "Secuestran el animal y luego llaman al dueño para decirle que si quiere el animal de vuelta tienen que pagar", cuenta Antonio, otro campesino de Sancti Spíritus. "Lo han hecho ya con vacas y caballos".
Para Manso, de 78 años y productor en Villa Clara, la ola de robos "no es nada nuevo". Cada año se enfrenta él y su familia al saqueo de parte de sus cosechas, campos sembrados o infraestructura. "Se llevan hasta el alambre de las cercas, así no se puede porque un día crees que tus campos están custodiados y cuando te levantas no hay cerca".
A Manso le han robado alambradas, palos, semillas y animales. Un día, los ladrones llegaron más cerca y cargaron con una cazuela de hierro que estuvo en la familia tres generaciones
A Manso le han robado alambradas, palos, semillas y animales. Un día, los ladrones llegaron más cerca y cargaron con una cazuela de hierro que estuvo en la familia tres generaciones. "No era poca cosa, en esa cazuela lo mismo hacíamos un ajiaco que preparábamos jabones con cebo de carnero".
Los animales, especialmente carneros, caballos y vacas, están en el punto de mira del saqueo. Hasta el punto que los ganaderos deben organizarse en turnos de guardia nocturna y han improvisado armas de fuego a partir de tuberías metálicas. Poseer un viejo fusil, en un país donde hace más de medio siglo no se venden, puede marcar la diferencia.
"Este fusil era de mi padre y lo mantengo, hay que improvisar mucho para que dispare pero lo mejor es que intimida, aquí en esta zona todo el mundo sabe que estamos armados y nos respetan un poco más", comenta a este diario un productor agrícola de la zona de San Juan y Martínez.
El campesino, que dedica buena parte de su terreno a la cosecha de tabaco, también tiene una parcela destinada a viandas y frijoles. "Lo que más se roban en esta parte son herramientas, animales y todo lo que encuentren. Si dejas una montura fuera te roban la montura; si se te ocurre acostarte con ropa en la tendedera también se la llevan".
"Aquí por robarse hasta se llevaron hace unos días un par de botas de agua que eran mías y que estaban todas rotas, a mi hijo le llevaron varios sacos con semillas que tenía para sembrar y hasta el collar del perro un día se llevaron y no sabemos cómo fue porque él ladra nada más ver gente que no conoce".
"Aquí ya no se puede dormir una madrugada completa, siempre tiene que haber alguien vigilando", reconoce el productor. "Al viejo tractor lo tenemos que estar velando todo el tiempo porque lo mismo te roban el petróleo y cuando te levantas tiene el tanque vacío que se roban las gomas o las llantas para usarlas para salir del país".
Un sacerdote católico, que vive en el campo, reflexiona sobre el dolor que provoca el saqueo: "Roban cualquier cosa que representa el centro de la vida de una familia, hasta el carbón, algo de arroz, un pedazo de alambre". Y no hay autoridad que proteja a los campesinos.
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