Los seis productos con precios topados han desaparecido en varios lugares de Cienfuegos

"Ahora la gente tendrá que comprar en el mercado informal, carísimo"

En la mayoría de los negocios de Cienfuegos, la afluencia de clientes es pobre durante todo el día debido a los precios topados
En la mayoría de los negocios de Cienfuegos, la afluencia de clientes es pobre durante todo el día debido a los precios topados / 14ymedio
Julio César Contreras

07 de agosto 2024 - 15:02

Cienfuegos/La prensa oficial de Cienfuegos cargó la semana pasada contra los “inescrupulosos” que, poco después de que las autoridades toparan los precios, vendían productos por un monto abusivo, o los escondían de las tarimas para evitar pérdidas. “Aplicaremos medidas como la venta forzosa, elevadas multas, decomiso de productos e incluso el cierre de los negocios. No es lo que queremos, no es la política de la provincia ni del municipio, pero es la forma de poner orden”, declaró entonces en un rapto de autoritarismo el vicegobernador.

Desde ese momento, y pese a que las autoridades garantizan que los inspectores tienen sus ojos puestos en los comerciantes, la venta de alimentos en Cienfuegos ha experimentado pocos cambios y muchas incomodidades. “Salí desde temprano a comprar algo de comida, y me llama la atención que en varios lugares no están vendiendo ninguno de los productos topados”, cuenta a este diario, desde la ciudad, Mariano.

14ymedio también pudo comprobar que, de los seis productos topados a nivel nacional –pollo troceado, leche en polvo, aceite, salchichas, pastas alimenticias y detergente–, los tres primeros, los más caros y necesarios, son los más susceptibles a esfumarse de los puestos de venta. 

“Algunos vendedores todavía tienen los precios viejos en las tablillas o simplemente han desaparecido productos que vendían con regularidad. Es probable que muchos hayan decidido salir de ellos en el mercado informal y recuperar la inversión”, explica Mariano, que dice no culpar a los cuentapropistas y mipymeros, pues “así funcionan los negocios”. “Con pérdidas no se puede echar para adelante”.

Los vendedores aseguran que se sienten agraviados por el súbito tope de precios que el Gobierno "impone por la fuerza"

Por su parte, los vendedores aseguran que se sienten agraviados por el súbito tope de precios que el Gobierno “impone por la fuerza”. “La medida ha sido bien recibida por la gente, pero nosotros hemos tenido pérdidas superiores al millón de pesos, porque ya teníamos productos comprados y nos hemos visto en la obligación de reajustarlo todo”, explica Ramón, un vendedor del mercado La Yarda, que se resignó a asumir los nuevos precios por miedo a que le retiren la licencia, pero no sin consecuencias.

“Ya terminé de vender la leche en polvo que me quedaba. A partir de ahora, como no me da la cuenta, no la venderé más. ¿Resultado?: la gente tendrá que comprarla en el mercado informal carísima, porque muchos no nos podemos permitir hacer malos negocios”, zanja.

Cuando toparon los precios a inicios de julio, recuerda, “en medio del desorden, se pusieron algunas multas a los desprevenidos, pero varios vendedores ya estaban avisados de lo que iba a pasar”.

Las “ilegalidades” contra las que el país ha declarado una cruzada siguen ocurriendo delante de las narices de las autoridades. Ventas por la izquierda, mercancía escondida y reventas a precios de escándalo son las más comunes.

En La Yarda este fin de semana Adriana, una cienfueguera de 32 años, hacía una cola de varios metros para comprar galletas, jabones y sobres de refresco instantáneo. “Ahora todo esto yo me lo llevo para Palmira y lo revendo. A quien le hace falta para la merienda de un niño o un enfermo le da lo mismo pagar 100 pesos que 150, porque en definitiva ni el salario da ni el peso vale”, refiere.

Adriana sabe que su trapicheo puede acabar mal si se topa con algún inspector “cerrado”, pero prefiere arriesgarse que dejar de ganar dinero. “Yo no hago esto para hacerme rica, y mucho de lo que gano se me va en transporte, pero es lo que hay. La gente también me busca porque estos productos a veces no llegan a los campos y, como cualquiera de ellos, para mí también es un sacrificio comprarme un pomo de aceite”, subraya.

Por su parte, Mariano mira con escepticismo las regulaciones estatales. “Yo he visto más de un tope de precios en mi vida y al final eso solo dura unos meses en los que los que tienen dólares compran en Revolico y los que no, pasan más hambre que de costumbre. Luego los inspectores se relajan o se hacen los de la vista gorda y la demanda se impone. Al final, la necesidad y las leyes del mercado pueden más que unos topes para fingir que todo va bien”.

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