Si las librerías son un reflejo de la salud cultural, Cienfuegos es un cementerio

"Quien busque una narrativa de calidad o textos que escapen de lo provinciano tendrá que ir a otra parte"

Lo único que le queda a la librería son sus estantes con volúmenes repetidos para llenar los espacios vacíos.
Lo único que le queda a la librería son sus estantes con volúmenes repetidos para llenar los espacios vacíos. / 14ymedio
Julio César Contreras

12 de octubre 2024 - 16:45

Cienfuegos/Por la librería estatal Dionisio San Román de Cienfuegos, ubicada en la calle 54, a la entrada del bulevar, transitan numerosas personas a diario. Quien vea el trasiego de gente, pensará que en la ciudad hay no solo sed de lectura, sino títulos interesantes para adquirir. En realidad, al edificio solo entran quienes quieren tomar un refrigerio en la cafetería del local y si la salud cultural de una ciudad y su gente se mide en las librerías, Cienfuegos tiene mucho de qué preocuparse.

El segundo piso del inmueble, pensado para ser un salón de conferencias, ha terminado compartiendo espacio con una cafetería alquilada a particulares. Los cafés, según la variedad, pueden costar entre 70 y 200 pesos. Su sabor no tiene nada especial, pero todavía interesan más a los transeúntes que el “escaso y poco variado catálogo de libros” de la Dionisio San Román, asegura a 14ymedio Jesús.

El cienfueguero tiene “inquietudes literarias” que pocas veces puede resolver en el local estatal. “En su mayoría, los libros son todos de política, marxismo, economía y temas similares. También hay algo de poesía local, pero quien busque una narrativa de calidad o textos que escapen de lo provinciano tendrá que ir a otra parte”, explica. Aun así, Jesús visita la Dionisio San Román al menos una vez al mes en caso de que aparezca alguna “joyita”. 

Los cafés, según la variedad, pueden costar entre 70 y 200 pesos.
Los cafés, según la variedad, pueden costar entre 70 y 200 pesos. / 14ymedio

“Cuando no hay papel, no se publica, y lógicamente, no hay textos para vender. El resultado: empleadas cobrando un salario mínimo mientras esperan sentadas todo el día a que llegue la hora de salida”, resume. Según Jesús, la librería estatal nunca tuvo una “época dorada”, pero al menos hace algunos años todavía había libros de calidad y autores interesados en publicar con las editoriales cienfuegueras, Mecenas y Reina del Mar.

El local tampoco escapa a la crisis. Dentro del edificio, las trabajadoras viven apagones y calores sofocantes sin poder encender el aire acondicionado, por “política empresarial”. Lo común, aclara Jesús, es que salgan al portal del edificio con una mesa y varios ejemplares para escapar de las altas temperaturas.

El esfuerzo promocional tampoco garantiza que haya ventas y –añade Jesús– con el ánimo que muestran las empleadas “tampoco da deseos de comprar nada”. Sobre el hastío de las trabajadoras, el cienfueguero tiene una hipótesis: “como es una entidad subvencionada por el Estado cubano, todos ganan lo mismo, aunque no se venda ni una sola postal”.

El esfuerzo promocional tampoco garantiza que haya ventas.
El esfuerzo promocional tampoco garantiza que haya ventas. / 14ymedio

“Recuerdo que antes se hacían peñas y tertulias literarias o se programaban conferencias. Ahora lo único que le queda a la librería son sus estantes metálicos con los mismos volúmenes repetidos para llenar los espacios vacíos. Creo que no hay ni cincuenta títulos en exhibición y la mayoría no se cambia desde la pasada Feria del Libro. Y para qué hablar de los precios, demasiado altos para la calidad de los libros y el poder adquisitivo de la gente. En la librería de la calle San Carlos cualquier texto viejo puede costar hasta mil pesos”, se queja el cienfueguero.

En este local, administrado también por el Centro Provincial del Libro y la Literatura en Cienfuegos, se comercializan ejemplares de uso. No obstante, el inmueble repite a menor escala la debacle de la librería provincial. “Hace unos días me asombré porque vi una larga cola frente a la librería, pero enseguida me di cuenta de que el tumulto de gente estaba frente a la Cadeca (Casa de Cambio) cercana”. Aunque el lugar lo frecuentan algunos estudiantes universitarios y escritores locales, lo común es que quien entre se vaya con las manos vacías.

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