Silencio de las autoridades cubanas ante la propagación de la hepatitis A en La Habana

En el municipio de Diez de Octubre la infección ha afectado especialmente a los niños

Imagen de la sala de espera de un hospital de La Habana.
Imagen de la sala de espera de un hospital de La Habana. / 14ymedio
Juan Diego Rodríguez

23 de marzo 2025 - 15:06

La Habana/Un paquete de galletas “enorme” y un pomo de refresco gaseado –además de mucha insistencia– fue lo que le costó a Luis conseguir que en un hospital del municipio de Diez de Octubre, en La Habana, “aparecieran” los reactivos para diagnosticar a sus hijos con hepatitis A. En las últimas semanas, la enfermedad se ha propagado de forma silenciosa por la capital, afectando principalmente a niños, sin que las autoridades de Salud Pública digan una sola palabra.

Carretillero de profesión, los viajes de Luis por todo el municipio le han permitido notar la expansión de la enfermedad. En el propio edificio donde viven sus hijos en Lawton, explica, los niños se han contagiado todos a la vez.

Nadia, residente en Luyanó, se ha percatado con preocupación de lo mismo en su barrio. Sus hijos asisten a una secundaria cercana y hace unos días comenzaron a presentar síntomas de la enfermedad: náuseas, decaimiento, fatiga, dolores abdominales e inapetencia. No son los únicos, advierte: “Media escuela ha estado enferma con lo mismo”.

Intentando contrarrestar la precaria atención médica, los padres han aprendido a detectar por sí mismos los síntomas. “Le pedí consejos a una amiga doctora y, por los padecimientos que tienen mis hijos, les diagnosticó hepatitis. Aunque me dejó claro que sin reactivos para confirmarlo en un laboratorio no deja de ser una conjetura”, explica.

“Ella misma me dijo que ni en los hospitales están seguros de si lo que están tratando es hepatitis o no, porque lo mismo inflama el hígado que el páncreas”, alega. La falta de un diagnóstico claro, continúa, es muy peligrosa. “A una vecina de la edad de mi hija no la diagnosticaron a tiempo. Pensaron que era algún mal estomacal y, cuando se dieron cuenta, ya sus heces fecales eran casi blancas”. 

Una solución a la que recurre la gente con frecuencia, asegura, "es pagar por la izquierda a algún laboratorista para que haga los análisis"

Una solución a la que recurre la gente con frecuencia, asegura, “es pagar por la izquierda a algún laboratorista para que haga los análisis. Sé de personas que han pagado 1.000 pesos, porque si esperas a que haya insumos en los hospitales no te hacen las pruebas nunca. Nada más llegas y ya te están diciendo que no hay reactivos”, lamenta.

Nadia es clienta asidua de Moraima, una matancera que varias veces por semana se traslada desde el municipio de Jagüey Grande hasta La Habana para vender pulpa de tamarindo. Hace unos días, nada más poner un pie en la barriada de Santos Suárez, los clientes la rodearon y sus pomos con la pasta concentrada “volaron enseguida”.

La mujer nunca había tenido una venta tan exitosa y, cuando indagó, la razón era una sola: “hay muchísima gente con hepatitis y el tamarindo y las frutas en general alivian los síntomas”. Según explica, a falta de medicamentos y mejores alimentos como frutas y verduras de calidad –pocas veces al alcance de los cubanos–, los médicos recetan infusiones con tallos de tamarindo y dulces con almíbar.

La hepatitis A no encabeza los medios oficiales desde el pasado enero, cuando Escambray publicó un artículo sobre la cantidad de casos detectados en Sancti Spíritus a lo largo de 2024. En total, se hicieron 1.080 diagnósticos y a inicios de este año seguía existiendo una tendencia al alza. 

“Por un período bastante extenso –alrededor de 10 años–, Sancti Spíritus no reportaba un incremento de casos como el actual, porque había muchas medidas para otras enfermedades que atenuaban la presencia de la hepatitis A. Hoy se ha roto ese ciclo en nuestro medio, y sí tenemos que hablar de un aumento de casos si lo comparamos con años anteriores”, aclaró una doctora entrevistada por el periódico local.

Las autoridades también reconocieron que las cifras podrían estar por debajo del número real de casos

Las autoridades también reconocieron que las cifras podrían estar por debajo del número real de casos debido a las personas que se niegan a acudir a los hospitales.

Entonces, la doctora recomendó, para prevenir la propagación de la enfermedad, mantener un control de los alimentos y el agua que se consumen, especialmente respecto a su higiene y, de manera general, “mantener recogidos todos los vertederos o los microvertederos para evitar la contaminación ambiental”.

La hepatitis no parece ser la única epidemia que ronda a los habaneros. Norberto, un médico camagüeyano que viajó a la capital por un par de semanas a pasar un curso, asegura a este diario que también circula la brucelosis. “Es una enfermedad que las vacas transmiten a los humanos a través de la leche”, explica el sanitario, aunque hay variantes que se presentan en los perros y los cerdos que también pueden contagiar a seres humanos, aunque desconoce cuál está presente en la ciudad. 

En enero, Adelante alertó sobre el aumento de casos de brucelosis –de baja incidencia en la población– en Camagüey. Según explicó el medio, los casos podrían estar relacionados con la venta de carne de cerdo y vaca, además de productos lácteos, y los síntomas son similares a los de otras enfermedades como el dengue. “En el caso de la vía indirecta de contagio, se encuentra la transmisión a través de los alimentos contaminados, tal es el caso de la leche cruda, el queso no proveniente de leche pasteurizada, las carnes crudas y mal elaboradas”, añadió.

Para evitar tanto la brucelosis como la hepatitis, la higiene y la selección de alimentos con pocas probabilidades de estar contaminados son factores de peso

Para evitar tanto la brucelosis como la hepatitis, la higiene y la selección de alimentos con pocas probabilidades de estar contaminados son factores de peso. Sin embargo, para Nadia y para Luis, ambos consejos parecen aludir a situaciones que escapan de sus manos. 

Según el carretillero, los alimentos sanos a los que tienen acceso los cubanos son limitados, ya sea por los altos precios o porque “no se encuentran en los mercados”. Nadia, por su parte, es testigo de que no siempre su esfuerzo por mantener su entorno limpio es suficiente. Cerca de su casa, en la calle Tejas, “hay una fosa reventada que se coge toda una cuadra. La gente que vive ahí está rodeada constantemente de esa agua sucia y malos olores”, cuenta. 

La proliferación de vertederos en cada esquina y rincón de la barriada es otra cosa que preocupa a la habanera, consciente de que las aguas contaminadas y la basura acumulada son otro caldo de cultivo de enfermedades: “No sé cómo seguimos vivos”. 

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