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Ni siquiera agua hay en la cafetería del centro comercial Imago de Cienfuegos

Las estanterías están vacías en las tiendas en MLC gestionadas por la corporación militar Cimex

El Centro Comercial Imego es otra muestra del naufragio de las tiendas en MLC. / 14ymedio
Julio César Contreras

09 de octubre 2024 - 19:39

Cienfuegos/."Salí ahora de la guardia y venía con la intención de tomar algo para reanimarme un poco, pero las dependientas del Café Cubita me recibieron de mala gana diciéndome que no había nada, ni siquiera agua para tomar”. Se queja Laura, una médico intensivista del Hospital Provincial de Cienfuegos que no encuentra nada que llevarse a la boca tras horas de arduo trabajo. El Centro Comercial Imago, en la Avenida 5 de Septiembre, tiene una ubicación privilegiada para captar clientela, pero un mal común aqueja a sus tiendas: el desabastecimiento generalizado de las tiendas en moneda libremente convertible (MLC).

Este octubre se cumplen cinco años desde que el Gobierno cubano abrió estos comercios, primero dedicados a la venta de electrodomésticos y equipos eléctricos y con el fin de capturar las divisas que se marchaban a Panamá y México, donde las mulas acudían en masa a comprar mercancías para revenderlas en la Isla. Dos años después, en plena pandemia, el régimen determinó ampliar la medida a las tiendas de alimentación y artículos de aseo. La decisión trajo consigo una ola de indignación, hasta el punto de que una de las reivindicaciones del Movimiento San Isidro contenía la supresión de esta política entre sus reivindicaciones. 

"A los que dirigen esto no les interesa obtener ingresos, porque hay que ser demasiado incompetentes para tenerlo inutilizado"

Los establecimientos Cimex y TRD, gestionados por el consorcio militar Gaesa, creaban, a juicio de miles de firmantes de una petición exigiendo su cierre, segregación y exclusión, por tener unos precios prohibitivos, además de exigir una moneda que no estaba a disposición de toda la población. El entonces ministro de Economía, el recientemente defenestrado Alejandro Gil Fernández, afirmó en una intervención pública que la situación, aunque no deseable, era necesaria para solucionar la escasez de moneda extranjera en la Isla, pero frenaría la inflación y sería “transitoria”. Las tiendas han durado, finalmente, más que el ministro en su cargo, aunque han dejado de ser una solución siquiera para los bolsillos más desahogados.

"Parece mentira que no vendan un sándwich al menos –continúa Laura–. Obviamente, a los que dirigen esto no les interesa obtener ingresos, porque hay que ser demasiado incompetentes para tenerlo así de esta manera, inutilizado". La doctora lamenta que tampoco los trabajadores se caractericen por ofrecer un buen servicio, que la climatización no funcione en condiciones, dejando entrar por las puertas el calor infernal de la calle, o que la higiene de la cafetería deje mucho que desear.

“Es inaudito que en ese lugar no haya ningún servicio y aun así le paguen a los empleados por atender mal a los clientes, que es lo único que hacen", lamenta. Las mesas y sillas que hay en la puerta del Café Cubita las ocupan personas que están de paso y se sientan unos minutos a consumir lo que han comprado en otros establecimientos. 

Quienes se sientan en las mesas del exterior llevan su propia comida, comprada fuera del Centro Comercial. / 14ymedio

No es el único local en estado terminal. Dentro del Centro Comercial, administrado por Cimex, hay un establecimiento de El Rápido, presidido por un cartel en la puerta que reza “abierto 24 horas”, pero, paradójicamente, está cerrado al público. "Cuando mi nieto vio una mesa de juegos quiso entrar, por supuesto. Tuve que explicarle al niño que, en realidad no se puede entrar, porque no hay ninguna oferta”, cuenta Gustavo, un residente en el municipio de Palmira, que está de paso por la ciudad. “El niño me preguntó si los trabajadores eran entonces unos mentirosos. ¿Qué le iba a responder a eso?", se pregunta.

Gustavo, para colmo, denuncia haber visto a una dependienta de ese local de comida rápida sentada en una de las sillas del exterior del Centro vendiendo cajetillas de cigarros a un conocido. "Quién sabe cuántos negocios por la izquierda estarán haciendo los trabajadores de aquí, porque lo que sí está clarísimo es que no pueden vivir del salario que ganan. Es una lástima que esto esté tan descuidado y en manos de una empresa que no pone los recursos necesarios para levantar este comercio", comenta.

Uno de los pocos comercios que, aparentemente, funciona es una tienda que vende confituras, alimentos y hasta cárnicos. La cola se ve desde el exterior, generando la idea de que, por fin, se puede llegar a un lugar con buenas ofertas, aunque su reducido tamaño es lo que explica la artificial afluencia. "Todo está amontonado en unos pocos metros, sin una estética agradable para el cliente, pero es lo mismo y con los mismos precios que en la mayoría de tiendas de este tipo. Súmele a ello el trato desagradable de los empleados. Pareciera que nos están haciendo un favor, en vez de cumplir con su deber", comenta Diana, una estudiante de enfermería. 

Su experiencia no ha podido ser peor, en su caso por la mala atención. "Tuve que dejar correr la cola varias veces, porque la encargada, supuestamente, había salido un momentico. Demoró tanto que se formó una fila de personas, nada más que para recoger o colocar sus pertenencias”, describe, refiriéndose al guardabolsos. “Es duro ver cómo en todos los lugares el maltrato es el denominador común y la ineficiencia, la causa principal de tantas conductas erráticas. Es una falta de respeto total al consumidor, que, por si fuera poco, compramos la mercancía bien cara", protesta.

La cola del único establecimiento con ofertas hace pensar en un éxito que se debe más bien al tamaño de la tienda. / 14ymedio

Nadie entiende, además, por qué si en la tienda hay bebidas y alimentos, los locales gastronómicos del mismo centro comercial carecen de provisiones. “¿Por qué Cimex no le garantiza a este lugar un surtido estable de productos para potenciar el comercio, aprovechando la afluencia de personas?”, se queja un cliente. 

Lo que ocurre en Imago es lo que se repite en el centro comercial Carlos III de La Habana, cuya ferretería está “pelada de mercancías y clientes”, cuenta Idalis, una habanera que ha acudido a comprar insumos para una reparación. En una de las tiendas del lugar, solo hay un perfume nacional a la venta. “Evidentemente las tiendas en MLC han sido un fracaso y parte de él se debe a la falta de conexión entre el peso cubano y el MLC”, aduce. Para comprar en uno de estos establecimientos es necesario depositar divisas en el banco o recibirlas –vía remesas– en la entidad, que las convierte en MLC. En esa situación, la mayoría prefiere acercarse a un negocio privado, donde puede comprar con la moneda que desee. 

En julio, con la entrada en vigor del tope de precios a seis productos considerados de primera necesidad, las voces de miles de cubanos se unieron en una reclamación que contenía tanta verdad como ironía. “¿Por qué no toparon también los precios en las tiendas en MLC?”. La respuesta era obvia, y no solo se trata de la propiedad de los establecimientos: sus estanterías están vacías.

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