La tarjeta Clásica, una trampa que espanta a los turistas en Cuba

En su afán por sacar más dólares a los extranjeros, el Gobierno les obliga a comprar un plástico y les prohíbe usar efectivo

Los empleados de la Torre K fueron instruidos aceleradamente el año pasado en el manejo de la Clásica.
Los empleados de la Torre K fueron instruidos aceleradamente el año pasado en el manejo de la Clásica. / 14ymedio
Natalia López Moya

22 de marzo 2025 - 08:45

La Habana/Un turista entra a la cafetería del hotel Grand Aston en La Habana y de inmediato un empleado se acerca y le advierte que si es norteamericano solo podrá pagar con la tarjeta cubana Clásica. El viajero saca unos billetes del bolsillo, pero el mesero niega con la cabeza: "no, aquí los dólares no sirven". Un minuto después el cliente se ha ido y el local vuelve a quedar vacío.

La dolarización que vive la economía cubana tiene en la tarjeta Clásica su expresión más acabada. Creada a inicios de 2024 por la corporación Cimex, perteneciente al Grupo de Administración Empresarial S. A. (Gaesa), en manos de los militares, esta opción de pago ha provocado, hasta el momento, más problemas que soluciones en el sector turístico. Demoras, quejas y dudas rodean la última ocurrencia financiera de los bancos nacionales.

"Nos dijeron que esto iba a facilitar que los yumas y los cubanoamericanos gastaran más durante su estancia, pero no está funcionando", explica categórico un empleado del hotel Iberostar Marqués de la Torre, a pocos metros del Parque Central de La Habana. El trabajador, junto a sus colegas, fue instruido aceleradamente el año pasado en el manejo de la Clásica. "Nos hablaron maravillas de esta opción, pero en la realidad solo trae disgustos".

Las fuentes del malestar son múltiples. "El turista estadounidense es generoso pero quiere un servicio eficiente y rápido, sin demoras. Así que cuando piden en el bar un trago o van a comer al restaurante y les advierten que tienen que comprar primero la tarjeta Clásica en la recepción, es como si le tiraran un cubo de agua fría". En múltiples ocasiones, el hombre ha visto a huéspedes "dar media vuelta y decir que se van entonces para una paladar".

Durante los dos primeros meses de este año visitaron la Isla 38.757 cubanos emigrados y 25.197 estadounidenses

Aunque el sector turístico no vive buenos momentos, durante los dos primeros meses de este año visitaron la Isla 38.757 cubanos emigrados y 25.197 estadounidenses. Entre los primeros, muchos se quedan parte de su estancia en casa de sus familiares pero también eligen algún alojamiento turístico donde regalar a sus parientes unos días alejados de los apagones y de los problemas cotidianos. 

Las tarjetas emitidas por bancos estadounidenses no funcionan en Cuba debido a las sanciones económicas impuestas por Washington. Por esa razón, los turistas que llegan desde Estados Unidos se ven empujados a comprar la Clásica para acceder a una gran variedad de servicios. "Cuando Marrero habló de que se iba a dolarizar la economía, todos pensamos que se iba a usar el efectivo directamente, pero no ha sido así", se queja el empleado del Marqués de la Torre.

"Lo más sencillo hubiera sido permitir que el dólar circule libremente en los hoteles, pero dicen que eso no puede ser por ahora, porque si lo dejan moverse aquí dentro, se riega por todos lados y hunde al peso cubano". Por el momento, las autoridades prefieren estimular el uso de la Clásica y evitar los pagos directos en moneda estadounidense. "Vamos a ver cuándo se convencen de que este mecanismo no sirve", remacha.

Para el empleado, como para muchos otros profesionales vinculados al turismo, no deja de ser contradictorio que se permita el pago en efectivo en las tiendas en dólares que han comenzado a abrirse por toda la Isla, desde inicios de este año. Muchos se preguntan por qué en esos mercados sí se puede utilizar la moneda estadounidense pero en los hoteles no está permitido. La respuesta apunta a una decisión más política que pragmática.

A las afueras del cabaret Tropicana un empleado trataba este sábado de explicar a una pareja de norteamericanos que debía comprar primero una tarjeta Clásica para poder pagar la entrada al lugar que, a pesar de la crisis y el éxodo de muchos de sus bailarines, se sigue autodefiniendo como "un paraíso bajo las estrellas". Con gesto de confusión, finalmente los visitantes accedieron a cambiar sus billetes por el plástico de color azul.

Para obtener una Clásica, los turistas pueden dirigirse a una sucursal bancaria, alguna casa de cambio o a la recepción de los hoteles

Para obtener una Clásica, los turistas pueden dirigirse a una sucursal bancaria, alguna casa de cambio (Cadeca) o a la recepción de los hoteles y centros recreativos donde también se comercializan. El precio de comprar la tarjeta es de 4 dólares y el servicio por la recarga equivale a un dólar más, en total cinco para la primera vez. Luego, para cada recarga, se deberá pagar un dólar.

La pareja de visitantes de Tropicana tuvo que desembolsar 155 dólares, 75 por cada ticket, más el monto de la compra y el pago del servicio de recarga de saldo en la Clásica. Muy probablemente, la tarjeta volará en el bolsillo de un pantalón hacia Estados Unidos habiendo sido usada apenas una vez, como ocurre con la mayoría de los turistas que se ven obligados a comprarla.

La Clásica no está asociada a una cuenta personal de banco y tampoco figura el nombre del dueño en el plástico. "Al titular de la tarjeta, en el momento de su salida del país, se le podrá reembolsar del monto no utilizado hasta un máximo de 100 dólares estadounidenses o su equivalente en otra divisa disponible, presentando siempre su pase de abordar", explica Fincimex, pero la devolución depende de muchos factores. 

René, un cubano que hace más de 20 años vive en Miami sabe bien la diferencia que hay entre el dicho y el hecho. Recientemente viajó a la Isla para visitar a los pocos parientes que aún le quedan en La Habana. Aprovechó para cargar en dos maletas con viejas fotos familiares, pertenencias de su difunta madre y otros recuerdos con un valor más emocional que material que quería llevar consigo a EE UU. Tuvo la mala suerte de que la noche antes de su regreso a Florida el sistema eléctrico nacional se desconectó.

Al llegar al mostrador de la aerolínea Delta en la terminal 3 del aeropuerto Internacional José Martí, René pensó que se había salvado de quedar varado en Cuba por culpa del corte eléctrico. Al intentar pagar el monto de 80 dólares que exigía la compañía por dos maletas, 35 por la primera y 45 por la segunda pieza, se topó con un problema. "No aceptamos ni tarjetas estadounidenses ni dólares en efectivo", sentenció la empleada.

La mujer le dijo que debía ir a la Cadeca en la planta baja de la instalación y comprar una tarjeta Clásica para pagar el derecho a trasladar el equipaje en la bodega del avión. Las escaleras eléctricas de la terminal no funcionaban y un único ascensor realizaba los traslados entre pisos. Solo y con dos bultos, René tuvo que esperar pacientemente en la cola para usar el elevador.

Al llegar a la Cadeca los trabajadores estaban almorzando y la venta de tarjetas estaba paralizada

Al llegar a la Cadeca los trabajadores estaban almorzando y la venta de tarjetas estaba paralizada. Tras media hora se reactivó el servicio y el cubanoamericano compró por 80 dólares una tarjeta Clásica, pero la empleada que lo atendió no le advirtió de que solo tendría 75 de saldo, al deducir los cinco de comisiones. El resultado: largos minutos perdidos otra vez en la cola del ascensor y ante el mostrador de la aerolínea, para tener que regresar a la Cadeca a depositar más efectivo y llegar a los 80 dólares exigidos por Delta.

"Me rechazaron como diez billetes de 20 porque decían que si uno tenía una marca aquí, el otro estaba un poco gastado y algunos tenían una punta doblada. Ni la Reserva Federal de Estados Unidos es tan exigente con el papel moneda", lamenta. "Si dicen que quieren dólares no pueden estar en esas exquisiteces porque el dinero que vale de verdad se deteriora, pasa de mano en mano, no es para colgarlo en un museo".

Cuando terminó el azaroso periplo, apenas faltaban unos 40 minutos para que el avión despegara. "Por culpa de la tarjeta Clásica por poco me quedo en Cuba", cuenta a este diario tras su regreso a Miami. Ni siquiera pudo regalarle a sus familiares el plástico para que pudieran recargarlo más adelante pues prefirió ir solo al aeropuerto. Ahora, en su apartamento de Hialeah, en una gaveta, guarda el recuerdo del mal rato que pasó en La Habana.

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