Los técnicos de la UNE lamentan la "tensión" a la que fueron sometidos durante el apagón total

La prensa oficial presenta un retrato idílico de la empresa, pero los empleados admiten el mal estado del sistema

La generación en Sancti Spíritus ya era “muy deprimida”, según los directivos provinciales de la UNE
La generación en Sancti Spíritus ya era “muy deprimida”, según los directivos provinciales de la UNE / Escambray
Juan Izquierdo

26 de octubre 2024 - 19:48

Comenzó con una foto publicada por Miguel Díaz-Canel el 19 de octubre, en el Despacho Nacional de Cargas: con las manos juntas, expresando preocupación, el mandatario posaba junto a Ramiro Valdés, el director técnico de la Unión Eléctrica, y varios técnicos y funcionarios. Desde entonces, la prensa oficial no ha parado de publicar imágenes de las instalaciones eléctricas, los puntos de la Isla donde –afirman– “se hace la luz”.

Este sábado, el tema –el “protagonismo” de los despachos provinciales de cargas durante la crisis– ocupó las primeras planas de varios diarios oficiales. Los técnicos ofrecieron detalles de su trabajo para sacar al país de la “desconexión total”, lamentaron discretamente sus condiciones de trabajo e impidieron que los periodistas se acercaran demasiado, como admite Invasor, a pantallas que mostraran información comprometedora. 

En el despacho de carga de Ciego de Ávila –"el cerebro, el centro neurálgico de las operaciones de la UNE"–, el joven reportero Neilan Vera pecó de exceso de entusiasmo ante el panel que mostraba la debacle. En tono jocoso, describe que los operarios le pusieron coto rápidamente: no lo dejaron hacer fotos a la “estratégica” pantalla, que intentó no obstante “describir”. 

El despacho provincial de carga ”el cerebro, el centro neurálgico de las operaciones de la UNE”

Era, dice Vera, “un árbol genealógico que crece hacia abajo”, cuyos nodos representan la red de estaciones eléctricas de la provincia. Durante el apagón total, los indicadores del “inmenso árbol” se fueron a pique y solo quedaron “asteriscos” de alerta: las cargas habían desaparecido por completo. 

Cundió el pánico en el despacho, que pocos avileños reconocen como el lugar donde “se pone y se quita la corriente eléctrica” y cuyos trabajadores, están habituados a diseñar el entramado de “apagones y ‘alumbrones’ cada tres y media horas” que Vera considera el orden natural de cosas. Este sábado, de vuelta a la normalidad, “ya la situación no era tan grave”, valora, pero los “momentos de estrés y tensión” seguían flotando en la atmósfera del despacho. 

Durante el apagón total, los indicadores del “inmenso árbol” que ilustra la generación eléctrica se fueron a pique
Durante el apagón total, los indicadores del “inmenso árbol” que ilustra la generación eléctrica se fueron a pique / Invasor

Lo sabe bien el jefe de turno Roberto Ávila, con 33 años de experiencia “subiendo y bajando el catao” que marca el ritmo de los cortes cuando el Gobierno lo exige. El despacho es un “amplio local climatizado” con acceso a la red eléctrica provincial. Vera sí pudo fotografiar las computadoras más pequeñas que controlan la instalación y los enormes aires acondicionados que enfrían los equipos. Como en la foto de Díaz-Canel, también en las publicadas por Invasor los empleados posan con aire reflexivo y atento. 

Los técnicos contaron que tuvieron que hacer malabares para “intentar conectar un microsistema, una diminuta isla de luz entre Chambas y Ciego de Ávila”, para mantener a flote el funcionamiento de los hospitales, acueductos e industrias lácteas, lo único que se podía encender por orden de La Habana. 

“Trabajamos 24 horas seguidas y luego descansamos 48. A veces salimos de la casa sin corriente y, cuando volvemos de trabajar, tampoco tenemos”, lamentaba Ávila, tranquilo por contar ya en su mesa de trabajo con el inventario de apagones “normales”. 

La comunicación a la hora de cortar la luz no puede fallar, porque “un error puede llegar a ser muy peligroso”

Les faltan trabajadores, asegura Vera. Hay jóvenes recién llegados tras la debacle –una medida urgente del Ministerio de Energía y Minas–, con una formación exprés de varios meses, que deberán permanecer “bajo supervisión” durante los próximos dos años. La comunicación a la hora de cortar la luz no puede fallar, porque “un error puede llegar a ser muy peligroso” y desconcertar el ciclo, “interrumpir procesos industriales, dañar infraestructura crítica o, incluso, electrocutar a toda una brigada de linieros”. 

“La labor se complica todavía más si tenemos en cuenta que la mayoría de las operaciones de encendido y apagado de circuitos no puede realizarse de forma automática, desde el Despacho, sino manualmente, enviando un carro nuestro para que los linieros conecten o desconecten el circuito”, detalló Ávila, que dice haber prometido no renunciar a su trabajo por lo mucho que le gustan “las palabras técnicas, los códigos y el sonido áspero del radiotransmisor”. 

En Sancti Spíritus, por otra parte, la veterana periodista Elsa Ramos –que visitó el despacho de cargas de su provincia– presentó este sábado otro retrato idílico sobre la UNE. Ramos lamenta que, tras el anuncio del apagón total, las redes sociales hayan estallado con comentarios de alerta: “Cuba cae en caos total. Estado de emergencia”, “Se apagó la Revolución, caos en el sistema”, enumera. Lo único que quedó encendido fue “el alma de los cubanos”, subraya, sin percatarse de la ironía. 

La reportera entrevistó a Yoanny Acosta, director de la Empresa Eléctrica provincial, cuyo testimonio sobre el apagón fue tajante: “Nos quedamos en cero”. La generación en Sancti Spíritus ya era “muy deprimida” y “faltaba por dar mantenimiento a muchas cosas, muchas unidades fuera de servicio”. 

“Hubo desconcierto, shock, desaliento”, concede Ramos, y la preguntaba de los espirituanos –que empezaron a llamar al Partido Comunista, revela– era “¿qué va a pasar?”. En la oficina del Partido, Deivy Martín, secretaria de organización política, intentó dar alguna respuesta. “La vida continuó”, añade, con “resistencia creativa”. 

No fue para tanto, sugiere la columnista de Invasor. Una mujer de 83 años “y un montón de achaques a cuestas”, le dijo que durante el apagón tuvo que cocinar con carbón en una “hornilla improvisada en los bajos de su casa”. “Desde las manos se llevaba el tizne hasta el rostro”, relata Ramos, que afirma que intentó darle ánimos: “¡Esto es Patria o Muerte!”. “Tengo que estirar el poco gas que me queda y con el carbón este congrí queda más rico, lo que sí no se puede es dejar de comer”, le respondió la anciana con resignación. 

La provincia se llenó de “leña, charamuscas, luz brillante, alcohol”, además de “fogones colectivos”, que para Invasor son los signos de la “solidaridad” cubana. La UNE de Sancti Spíritus, como en Ciego de Ávila, trató de crear “islas eléctricas”, la expresión oficial para definir las pocas zonas con luz. 

La provincia se llenó de “leña, charamuscas, luz brillante, alcohol”, además de “fogones colectivos”

“En el despacho de la Empresa Eléctrica espirituana, los teléfonos estuvieron a punto de colapsar, por la insistencia lógica de quien quería saber lo que pasaba o cuándo tendría sus tres horas de luz. Hubo quienes, en el desespero, desahogaron su incertidumbre”, concluye Ramos, aludiendo a los “actos vandálicos y conductas indecentes” a los que, faltaría más, los convocó –según Díaz-Canel– “el enemigo”. 

El Gobierno alegó que la causa principal del apagón fue la desconexión “repentina” de la termoeléctrica Antonio Guiteras, de Matanzas. Lázaro, que trabajó en la central durante varias décadas y que ahora vive en EE UU, contó a 14ymedio que, en efecto, sus instalaciones funcionan de milagro. “La caldera estaba siempre a punto de colapsar y los remiendos constantes ya no sirven para resolver nada”, asegura. 

Hay un límite para lo que pueden hacer los trabajadores de la UNE, que llevan años apuntalando un sistema que no da para más. Este sábado, de hecho, el déficit previsto es de 970 megavatios, una cifra que sigue siendo considerable. “Esta crisis fue dura”, advierte Lázaro, “pero es la primera de las muchas que vendrán”. 

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