El testigo de Jehová detenido en Manzanillo por vender fármacos resolvía la escasez

Kleisy Suárez disponía de medicamentos que le enviaban de EE UU y otros de producción nacional

En casa de Suárez, situada en la calle Cocal, entre Tívoli y Concordia, la Policía decomisó un volumen importante de medicamentos.
En casa de Suárez, situada en la calle Cocal, entre Tívoli y Concordia, la Policía decomisó un volumen importante de medicamentos. / 14ymedio
Carlos A. Rodríguez

14 de febrero 2025 - 13:35

Manzanillo (Granma)/El caso de Kleisy Suárez, recientemente detenido por la posesión y comercialización de medicamentos –tanto importados como de fabricación nacional–, ha conmocionado a Manzanillo, en la provincia de Granma. Padre de dos niñas, licenciado en Terapia Física y Rehabilitación y testigo de Jehová, es conocido en el municipio por su carácter afable y su sentido de solidaridad en el negocio. 

En su casa –situada en la calle Cocal, entre Tívoli y Concordia– la Policía le decomisó un volumen importante de medicamentos y otros insumos sanitarios que eran promocionados en las redes sociales y luego vendidos a domicilio.

Inicialmente, Suárez solo disponía de medicamentos que le enviaban sus familiares desde Estados Unidos. Luego nutrió el botiquín con otros de producción nacional cuya procedencia está bajo investigación. Vendía antibióticos, antiparasitarios, analgésicos, antiinflamatorios, antihistamínicos, fármacos para la tensión arterial, cardiopatías, colirios y ungüentos, así como jeringuillas y material para suturas, todo ello en falta. 

Los precios de venta fijados por Suárez eran regidos por tarifas informales, aunque en su caso solían estar por debajo de otras ofertas similares. 

La farmacia Piloto de Manzanillo, ubicada en la calle General Benítez, esquina a Martí.
La farmacia Piloto de Manzanillo, ubicada en la calle General Benítez, esquina a Martí. / 14ymedio

La detención de Suárez divide las opiniones de los manzanilleros. La escasez ha provocado que incluso locales enteros se conviertan en farmacias informales. Es el caso de un restaurante que llegó a convertirse el año pasado en la botica mejor surtida del municipio. Aunque muchos han sufrido en carne propia los precios desbocados de revendedores y acaparadores, otros admiten que sin las farmacias informales no se podrían conseguir sus medicamentos.

"Si fuera por mí, que los recojan a todos y los manden para la agricultura, para que sepan lo que es trabajar", afirma Ismael, de 73 años, que tiene un punto de vista radical sobre el negocio de la venta ilegal de fármacos. "Ya es hora de que se pongan duros con los delincuentes, porque esa gente tiene explotado al pueblo. Los precios por las nubes, uno sin un kilo en el bolsillo y ellos dándose la dulce vida".

Por su parte, Georgina, una ama de casa, también mantiene una actitud crítica desde su ética religiosa. "Yo conozco a ese muchacho y en verdad no sabía lo que pasaba. Más de una vez le compré medicinas de afuera. Otras me las regaló”, asegura. “Compartimos la fe en la obra y gracia de Jehová, aunque nos congregábamos en lugares diferentes. Esto me ha generado mucha angustia, mucha culpa. Desde que sucedió, todos los días oro por él y por esa familia. Y por mí también. Debí haber actuado de otra manera".

"No creo que hiciera lo que hizo por avaricia sino por necesidad”, aclara José, un conocido de Suárez que vive en su mismo vecindario. Suárez trabajaba en una Sala de Rehabilitación. Su salario, explica, no le daba para mantener a su mujer y sus hijas y decidió empezar a vender lo que le mandaban sus parientes. 

Farmacia de la calle Martí, esquina a Masó.
Farmacia de la calle Martí, esquina a Masó. / 14ymedio

“Su fallo fue comenzar a vender pastillas del Estado en lugar de seguir con lo que le mandaban de afuera, pero créame que es una situación difícil”, añade. “Yo lo conocía de vista de aquí, del reparto ICP –al sur de Manzanillo–. Tengo entendido que se mudó hace un tiempo. Nunca tuve que comprarle nada porque mis sobrinos me mandan las cosas que necesito. Claro, que los que no tienen esa posibilidad tienen que resolver de otra manera”. 

Para José, la historia de Suárez tiene algo de fatalidad y cualquiera de los múltiples negocios ilegales de Manzanillo –y de toda Cuba– pudo haber caído: “Ese muchacho es uno más y le tocó perder”. 

Nadie en el pueblo olvida, añade José, que durante la pandemia de coronavirus –e incluso antes–, el Estado autorizó el envío de medicinas desde el extranjero sin ánimo de lucro. Había cierto consentimiento, incluso por parte de las autoridades, con el hecho de que parte de esos paquetes, con todo tipo de fármacos –no solo contra el covid-19–, acabaran en el alijo de los comerciantes informales. 

“Por más enfermo que uno esté, nadie consume tantos medicamentos diarios”, detalla. “Gracias a eso la gente resolvió porque el Estado no tenía cómo cubrir la demanda de medicinas y menos en medio de la crisis epidemiológica. Que yo sepa esa venta nunca fue legal, pero si desaparece la gente se la va a ver peor porque aún no hay cómo abastecer a las farmacias ni con lo básico. Y los hospitales están igual. Allí hay que llevar desde el medicamento hasta la jeringuilla para que te lo pongan porque nunca tienen de nada”. 

Alfredo, otro manzanillero, se resiste a abordar el tema, pero termina admitiendo su relación con el detenido. “A mí me da trabajo hablar de esto, porque siempre he sido un hombre integrado a la Revolución. Lo que está mal, está mal, y dicen que casi tenía un almacén de cosas de salud en la casa. Sin embargo, tengo que reconocer que más de una vez me sacó de apuros, sobre todo con medicamentos tanto para mí como para mi vieja”. 

Gracias a Suárez, Alfredo consiguió las preciadas “pastillas americanas” que necesitaba. Fue una sorpresa, añade, enterarse en internet de que también vendía fármacos nacionales. A pesar de todo, tiene la mejor opinión de él. “En los ojos se le veía que no era mala persona. Ni ostentoso. En las redes se habla mucho de eso sin conocerlo. Si es verdad lo que publicaron, no puedo decir que él no se equivocó. Tampoco dudo que haya hasta envidia de por medio de otros vendedores. Hay gente que vende más caro, de aquí y de allá, y no les pasa nada”. 

Farmacia de la calle Martí, esquina a Salud.
Farmacia de la calle Martí, esquina a Salud. / 14ymedio

“La tal Aytana Alama, que fue quien publicó lo del operativo policial sobre los medicamentos, debería también investigar y publicar la corrupción desde arriba, que es donde debían estar bien guardados esos recursos", recalca sin ambages Alfredo. 

Perfiles de Facebook y canales de Telegram se han hecho eco de la detención de Suárez en los últimos días. Los comentarios señalan la irritación por la falta de medicamentos en las farmacias y reclaman que no haya impunidad para vendedores, pero tampoco para aquellos que, desde posiciones privilegiadas, desvían enormes cantidades de productos. 

Sin embargo, más que el desabastecimiento en las farmacias estatales, preocupa aún más el hecho de que también escaseen los medicamentos en el mercado informal –donde todo el mundo compra ya habitualmente– y eleven sus precios, ya inaccesibles para muchos. 

"La gente olvida que en la cuarentena durante la pandemia hubo que hacer colas en las farmacias por días y noches, sin saber al menos si entrarían los medicamentos que necesitabas”, rememora Hortensia, una anciana con várices en sus piernas. 

En aquel momento, afirma, había que pagar muy caro el turno de la cola o el trabajo del colero, y era casi como pagar la medicina a sobreprecio. A quien se atrevía a hacer la cola en persona le esperaba una madrugada de empujones y malos tratos. 

Hortensia consume Venatón y otros fármacos que se venden por el llamado tarjetón. Más de una vez volvió a su casa con las manos vacías porque no había nada en la farmacia o las medicinas eran tan pocas que no alcanzaba a comprarlas. No está sola, asegura. “También hay problemas con los tratamientos para los asmáticos, los epilépticos, para los nervios, para los ojos... Hay viejos achacosos como yo que acababan las colas peor de como llegan. 

Sobre la actividad de Suárez y otros vendedores de medicamentos, no duda: “Siempre que puedo pagar, lo hago y aseguro mi tratamiento".

La situación de Kleisy Suárez es una alarma nacional y una cuenta pendiente con quienes dependen de un suministro estable de medicamentos. Él no generó la crisis ni es quien sustrae de almacenes y depósitos, medicamentos, insumos médicos u otros productos o materias primas bajo su responsabilidad. Muchos en Manzanillo temen que lo conviertan en chivo expiatorio, sin que esto resuelva el problema de fondo de la escasez de fármacos.

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