La triste vida de un jubilado cubano que nunca imaginó pasar hambre
Paco cobra 1.700 pesos de pensión en un momento en que la canasta ha escalado hasta los 3.000 por culpa de la inflación
La Habana/"A veces tengo deseos de rendirme, cada día es más difícil sobrevivir en esta situación". Paco tiene 72 años y ha invertido 43 de ellos en trabajar pero su pensión de 1.700 pesos supera por poco la mitad de los 3.000 pesos que ha alcanzado la canasta básica en Cuba con la entrada en vigor de la Tarea Ordenamiento en enero de este año.
El zar de las reformas, Marino Murillo, admitió la pasada semana que la inflación se había disparado y la canasta había escalado aproximadamente al doble de lo previsto, 1.528 pesos. El salario medio de un trabajador ronda los 5.000 pesos y ya es complicado hacer algo más que sobrevivir, pero para los jubilados, como Paco, el problema es asfixiante.
"Lo que más me molesta de todo esto es que ellos saben que no nos alcanza el dinero de la pensión para sobrevivir, pero no hacen nada para arreglarlo", denuncia Paco, residente en el municipio de Cerro, en la capital cubana, y que insiste en utilizar este nombre ficticio para no ser identificado por personas próximas al Gobierno.
La comida es el primer problema de Paco, pero ni mucho menos el último o el más grave. Su vivienda tiene daños considerables por falta de mantenimiento y ni puede oír hablar de reformas, cuando apenas le alcanza para alimentarse o comprar medicamentos. "En mis buenos tiempos le pasaba la mano a la casa, repellaba, pintaba... Pero ahora es imposible, porque todo está demasiado caro o en las tiendas en moneda libremente convertible, donde yo no puedo comprar. Lo único que puedo hacer es ir recogiendo los escombros cuando cae un pedazo de repello del techo", se lamenta.
Las facturas del gas, el agua y la electricidad también hacen estragos en la chequera de Paco, que intenta ahorrar lo más que puede para pagar menos. "No son solo las cuentas mensuales. Hace poco se rompió el motor del edificio y tuve que llamar a mi hijo para que se encargara de pagar los 300 pesos que recogieron por apartamento. Luego se me rompió la cocina, y compré una pequeña y reparada, que me dieron a plazos. La gracia me costó casi tres meses de sufrimiento, porque dejé de comprar alimentos para poder pagar aquello", explica.
Ahora le preocupa algo aparentemente menor, pero triste para la vida del jubilado. Paco adquirió su televisor marca Panda con el estímulo que ganó en su último trabajo. Aunque hace poco que terminó de pagarlo, el aparato está a punto de quedar inservible. "Cuando se rompa definitivamente no sé qué voy a hacer, pero también está el lío de la televisión digital. En el Gobierno piensan que yo puedo destinar 1.200 pesos a comprar la famosa cajita –dice en referencia al descodificador digital–, pero prefiero comer a ver la televisión".
Otro frente abierto en la difícil economía doméstica de Paco es la ropa. Tanto esta como el calzado se han disparado de tal manera que le resulta imposible renovar su vestimenta. Sus desgastados y únicos zapatos y un hoyo en el pulóver que lleva puesto dan fe de ello. "Es inconcebible que tampoco tenga qué vestir. Muchas veces he tenido que recurrir a familiares para que me dejen algo de ropa o zapatos viejos. Me siento totalmente desamparado por el Gobierno, y además con miedo de quejarme, porque ya sabemos bien cómo tratan ellos a los que disienten".
Pero a su edad, quizá lo más preocupante es la falta de acceso a medicamentos. En medio de la pandemia, tuvo que dejar de tomar algunos fármacos que, simplemente, estaban en falta, y ha tenido que soportar dolores producidos por dos nódulos en el hígado porque no hay pastillas. "Cuando no puedo más, voy al médico a que me inyecten, pero a veces ni siquiera así, porque la falta de medicamentos también se ha producido en los hospitales".
Afortunadamente ha contado con la ayuda de algunos vecinos que compartieron con él algunos analgésicos, aunque no han faltado quienes intentaron cobrarle un dineral aprovechando la escasez. "Se me parte el alma cuando se asoma algún vendedor y me propone un pomito con 50 ibuprofenos en 1.000 pesos, no sé a donde vamos a parar".
Paco es uno más entre muchos jubilados que sufren los mismos inconvenientes cada día, incluso algunos de ellos con ayudas sociales. Por suerte, cuenta con la colaboración de sus hijos, pero tampoco para los más jóvenes las cosas son fáciles. "Mis hijos me ayudan en lo que pueden, aunque ellos también lo tienen difícil, y así voy tirando, un poquito de aquí, otro poco de allá", explica Paco.
En este último año, y a riesgo de contagiarse de coronavirus, ha tenido que hacer colas para revender algún que otro producto para, con el dinero ganado, ir al agromercado a comprar alguna vianda, vegetales o sazón. "Yo antes no hacía una cola ni muerto, ahora no me queda más remedio.
Paco lamenta que la jubilación sea más dura de lo que pensaba y se ha planteado hacer algún trabajo para completarla, como recoger materias primas, hacer de mensajero o cortar el césped de algún jardín, pero admite no tener salud ya para eso y siente depender de unos pocos pesos que le envía su sobrino "desde el capitalismo revuelto y brutal que tanto critican los de aquí."
Cuando se le pregunta si aún confía en el sistema cubano, Paco lo tiene claro:"Si esto que estamos viviendo es el socialismo prometido por Fidel en los 60, yo no lo quiero. Ni siquiera sé qué va a pasar conmigo el mes que viene, solamente pienso en cómo sobrevivo en mi futuro próximo y me iré de este mundo algún día con una espina clavada en el corazón, porque me arrepiento una y mil veces de no haberme podido ir de aquí cuando tuve el chance".
________________________
Colabora con nuestro trabajo:
El equipo de 14ymedio está comprometido con hacer un periodismo serio que refleje la realidad de la Cuba profunda. Gracias por acompañarnos en este largo camino. Te invitamos a que continúes apoyándonos, pero esta vez haciéndote miembro de nuestro diario. Juntos podemos seguir transformando el periodismo en Cuba.