Los vendedores informales no hacen caso a las advertencias de Díaz-Canel
El presidente pide aumentar el control sobre quienes deambulan por las calles sin causas jujstificadas
La Habana/Por la barriada del Casino Deportivo pasan los vendedores informales en moto. Saben que dentro de La Habana esa es una de las zonas con más ingresos económicos. Así que ofrecen los mismos productos que demandan horas de cola frente a una tienda, pero que ellos llevan a las casas por el doble y hasta el triple del precio.
Un paquete de pollo congelado que ronda los 5 CUC en un mercado estatal, lo venden hasta en 12. "No salgas, no te pongas en riesgo y compra esto", le advertía un vendedor este martes a una vecina que no acababa de decidirse. "Todo hasta la puerta de la casa y sin peligro, porque esta mercancía está lavada por fuera para que no haya contagio", agrega el hombre, que conduce una moto eléctrica.
Las familias de más ingresos están dispuestas a pagar por los alimentos mucho más de lo que costaban hace unas semanas para evitar las aglomeraciones
Las familias de más ingresos están dispuestas a pagar por los alimentos mucho más de lo que costaban hace unas semanas para evitar las aglomeraciones. Los revendedores saben eso y han empezado a ofrecer sus servicios a domicilio.
La mayoría de las mercancías son sustraídas de los almacenes estatales, de las cocinas de los hoteles que han quedado paralizados por la falta de turismo, de los mercados donde los propios empleados desvían una parte de los recursos al mercado negro o de los llamados "acaparadores" que hacen la fila varias veces o van con toda su familia para obtener mayor cantidad de los alimentos que están racionados.
Sobre esos revendedores y acaparadores habló ayer Miguel Díaz Canel, que dijo haber recibido muchas denuncias referentes a quienes se dedican a estas actividades dentro de quienes deambulan sin motivo aparente a pesar del llamamiento de las autoridades a permanecer en casa a menos que salir sea necesario.
"Contra esos también hay que actuar, aquí nadie puede estar haciendo actividad ilícita, aquí nadie está autorizado para vender ni revender nada, y no se puede permitir", dijo el mandatario en la reunión diaria del grupo de trabajo para la prevención y control del coronavirus.
"Lo poquito que tenemos lo estamos tratando de dar en las bodegas y en las cadenas de tiendas, en nuestros mercados. Ya ahí no hay que explicar nada, es actuar con severidad; porque esas son las personas que nos están complejizando la situación", afirmó.
El mercado negro está echando mano de las tecnologías para garantizar su supervivencia y eludir los controles. Los pedidos se difunden a través de los portales digitales de compraventa, los hilos de WhatsApp, los grupos de Telegram o el boca a boca. Los anuncios de venta de alimentos sin cocinar duran apenas unos minutos en los más populares portales de clasificados.
"Tenía hasta ayer pero ya se me acabó, llame mañana a ver si tengo de nuevo", responde vía telefónica un vendedor informal que había anunciado en Revolico una oferta de queso, jamón, salchichas y leche en polvo. "La mercancía voló", dice a un ansioso comprador que ha llamado a una decena de comerciantes pero sin éxito alguno.
"Nos han orientado que debemos evitar que la gente se aglomere en las colas y no deje la distancia de un metro, pero también que hagamos rondas en el barrio para identificar a los revendedores"
Para evadir a la policía, los vendedores prefieren la entrega a domicilio para evitar que los clientes vayan hastas sus casas. "Deja, deja que pase esa persona", le advierte a un vecino de Nuevo Vedado un hombre que ha llegado a los bajos de su edificio en una moto eléctrica junto a una mujer. Después de que por la acera se aleja una anciana, el vendedor informal saca de su mochila dos bolsas de leche en polvo.
El hombre en la acera coloca rápidamente la mercancía en otra bolsa y hace como que le da la mano al comerciante para despedirse. En realidad, le ha deslizado los billetes que pagan la compra para evitar las miradas curiosas de los vecinos. Las redes de vigilancia, que hasta hace unas semanas se hacían de la vista gorda ante estas operaciones, ahora están más alerta.
"Nos han orientado que debemos evitar que la gente se aglomere en las colas y no deje la distancia de un metro, pero también que hagamos rondas en el barrio para identificar a los revendedores", explica a este diario Manuel, de 68 años, militante del Partido Comunista y vecino de El Cerro. Con una mascarilla de color verde, el jubilado patrulla los alrededores del Cupet de la calle Ayestarán, un foco frecuente de compraventa informal.
"Ayer detectamos un par de operaciones ilegales de venta de productos agrícolas y también de alimentos congelados. Los denunciamos enseguida al alto mando", explica. Las penas por estas operaciones clandestinas son difíciles de prever en una situación como la actual en que el Gobierno promueve castigos ejemplarizantes.
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