Ni verde ni rojo, los semáforos de La Habana exhiben la oscuridad de los apagones y la roturas

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A los huecos en las aceras y los balcones que amenazan con caer hay que sumar el deterioro de los semáforos

Semáforo en apagón a los pies de la Torre K, en la avenida 23, de El Vedado habanero.
Semáforo en apagón a los pies de la Torre K, en la avenida 23, de El Vedado habanero. / 14ymedio
Natalia López Moya

02 de octubre 2024 - 20:29

La Habana/Ser peatón en La Habana es un deporte de alto riesgo. A los huecos en las aceras y los balcones que amenazan con caer sobre las cabezas de los que pasan hay que sumarle el deterioro de los semáforos. Para cruzar las más importantes avenidas de la capital cubana se necesita vista rápida, una buena dosis de valor y pies ligeros que permitan aprovechar la oportunidad entre un vehículo y otro. Más que el tradicional código de verde, amarillo o rojo, de esas cajas con bombillos y circuitos solo sale ahora la oscuridad que provocan las roturas y los cortes eléctricos.

Con las luces apagadas, y no precisamente por falta de energía, el semáforo frente a la opulenta Torre K que se erige en el corazón de El Vedado marca la pauta del entorno que rodea al edificio más alto de la Isla. Mientras el coloso se eleva sobre la ciudad y se cubre de cristales, las cercanías muestran la crisis que afecta a todo el país. “Lleva meses roto, a nadie le importa”, murmuraba este miércoles un anciano que se trasladó hasta la cercana esquina de L y 23 para probar suerte y llegar al otro lado de la calle. “Parece que están esperando a que vengan los primeros huéspedes de este hotel de lujo para reparar el semáforo”, lamentaba.

Semáforos de peatones apagados en la calle G, de La Habana.
Semáforos de peatones apagados en la calle G, de La Habana. / 14ymedio

Hace casi dos décadas, la prensa oficial se llenó de titulares sobre los dispositivos, de procedencia china, que serían instalados en algunas importantes calles habaneras. Fabricados por la empresa Lopus, y distribuidos en Cuba por la comercializadora cubano-china GKT, aquellos semáforos contaban con un reloj digital para controlar el cambio de luces y que indicaba a los choferes y peatones cuánto tiempo les queda para cruzar una intersección. Los medios locales advertían que los aparatos podían programarse según el tráfico de la zona. Pero la falta de mantenimiento y de piezas de repuesto los fue apagando poco a poco.

A lo largo de la calle 23, los sofisticados semáforos dejaron de funcionar hasta generar un verdadero caos en la circulación vial y de transeúntes. A finales del año pasado, al menos en el cruce frente al hotel Habana Libre y la heladería Coppelia, las autoridades debieron colocar un dispositivo convencional para intentar ordenar el tráfico. Pero las constantes roturas ya habían hecho perder la costumbre de esperar en la acera hasta ver el hombrecito verde y lanzarse a atravesar la avenida. “La suerte que tenemos es que con la falta de combustible, hay mucho menos carros circulando”, reconocía hoy una señora que, con abanico y gafas, hizo una diagonal para llegar desde el Parque de El Quijote prácticamente hasta el cine Yara. “Eso y que cada vez queda menos gente en este país”, agregó.

En su camino, pasó frente al semáforo apagado que se alza justo delante de la Torre López-Calleja que, a esa hora de la mañana, brillaba por sus cuatro costados con los obscenos reflejos del sol sobre sus ventanales.

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