Los veteranos de la Brigada 2506 no olvidan "la traición de Kennedy" ni la "maldad de Fidel Castro"

Los cubanos Andrés Manso, de 89 años, y Santiago Jont, de 87, hablan en el Museo de Bahía de Cochinos, en Miami

"“Regresar fue un triunfo aunque los americanos pagaron millones de dólares por nosotros”, dice Manso.
"Regresar fue un triunfo aunque los americanos pagaron millones de dólares por nosotros", dice Manso / 14ymedio
José Antonio García Molina

16 de julio 2024 - 11:55

Miami/Lo más valioso del Museo de Bahía de Cochinos, que alberga recuerdos, medallas, uniformes y documentos de la Brigada 2506 –que protagonizó la fallida invasión de Playa Girón en 1961– sigue siendo la conversación de los veteranos. Memoria viva del primer encontronazo entre el castrismo y los jóvenes que se le opusieron, el local es una suerte de espacio sagrado en Miami. Por allí pasan, se saludan y recuerdan los ya viejos soldados exiliados. 

Remozado este año, el museo alberga infografías, objetos y libros sobre la batalla. El objetivo es que la emigración no olvide lo que sucedió aquel año, cuando más de 1.300 voluntarios y exiliados cubanos llegaron a Playa Girón y Playa Larga con la intención de derrocar el Gobierno de Fidel Castro. De visita en el museo, 14ymedio conversa con dos de ellos. 

Andrés Manso, de 89 años y nacido en Nuevitas, Camagüey, llegó a Estados Unidos en septiembre de 1960. Tenía dos hermanos en Estados Unidos, pero el resto de la familia seguía en la Isla. Se enteró en Nueva York de que podía enrolarse en la Brigada 2506 y no tardó en viajar a Florida, y de ahí a Guatemala. Su objetivo era claro y lo repite ahora, seis décadas después, con la misma claridad de aquel día: “Liberar a Cuba del comunismo; tumbar a Fidel Castro”.

El objetivo es que la emigración no olvide lo que sucedió aquel año, cuando más de 1.300 voluntarios y exiliados cubanos llegaron a Playa Girón y Playa Larga con la intención de derrocar el Gobierno de Fidel Castro
El objetivo es que la emigración no olvide lo que sucedió aquel año, cuando más de 1.300 voluntarios y exiliados cubanos llegaron a Playa Girón y Playa Larga con la intención de derrocar el Gobierno de Fidel Castro / 14ymedio

No es un hombre hablador. Cuando le preguntan por la invasión, sonríe, se incorpora en su asiento y relata el hundimiento del Río Escondido, el barco que lo llevó a Playa Girón. Fue el segundo que se fue a pique después del Houston. “Fue una vivencia muy fuerte, de la que fuimos testigos a casi cinco kilómetros de la costa. Le metieron un rocket y nosotros rezamos por que no explotara”. 

El Río Escondido estaba lleno de municiones y 50.000 galones de combustible. Era un barco comercial, con una ametralladora calibre 50 en la proa. “Ahí venía el batallón 6 de infantería, más de cien hombres que pudimos desembarcar antes del bombardeo”. La visión de la nave entrando al agua y la señal de “entrar en la pelea” se le quedaron grabadas en la retina. 

El viejo soldado no romantiza la invasión. Si le preguntan qué recuerdo heroico guarda de aquellos días, es tajante: “¡Ninguno!”. 

“No tengo recuerdos buenos o agradables. La prisión fue horrible. Nos trataron como perros a pesar de que éramos militares. El Gobierno de Castro se dio el lujo de destruir la brigada. El odio y el rencor por el enemigo era increíble. Fidel es el único cubano que ha odiado de esa manera al cubano. No concibo un ser humano tan malo como Castro, no lo hay”. Después de 65 años, la huella del odio es evidente, afirma. 

A los pocos días de caer preso, la familia de Manso vio su rostro en Televisión Cubana. Era uno de los prisioneros cuyo rostro registraron las cámaras en el Palacio de los Deportes. “Me vieron en televisión”, bromea. “Me levanté, dije mi nombre y ya tú sabes. Mi cuñado era oficial de la Marina de Guerra de Castro”. 

“Regresar fue un triunfo aunque los americanos pagaron millones de dólares por nosotros”. Manso hace una pausa para sopesar la cifra, y luego dice: “Estaban bien pagados, por la traición que nos hizo el presidente Kennedy”. 

Mitad mulato y mitad chino, Santiago Jont, de 87 años, nació en Puerto Esperanza, Pinar del Río. “Siempre cerca del mar. Mi papá era pescador y yo también”, se define. “Ahora, en Miami, vivo a diez minutos de la playa”. Le gusta que lo lleven a aguas profundas y que lo “suelten”, ahí es capaz de atrapar a cualquier pez, como los pescadores de Hemingway. 

Mitad mulato y mitad chino, Santiago Jont, de 87 años, nació en Puerto Esperanza, Pinar del Río
Mitad mulato y mitad chino, Santiago Jont, de 87 años, nació en Puerto Esperanza, Pinar del Río / 14ymedio

En Cayo Hueso –otra vez el mar– se enteró del reclutamiento, el 21 de octubre de 1960. “No había trabajo para nadie, los trámites migratorios había que hacerlos en Miami, llegué en un barco que salió clandestinamente cerca de Santa Lucía. Vine solo”.

La anécdota de su fuga dice mucho del estado en que se encontraba el país. El barco tenía que recoger a varios grupos –incluida la familia del capitán–. En un tramo, se montó un pariente del capitán que no sabía que aquella era una maniobra de escape. A Jont le tocó picar la soga del ancla ”para no perder tiempo”. En determinado punto del golfo, el capitán se sinceró con los que no sabían que el barco se dirigía a Florida. 

“Muchachos”, les dijo, “este barco va para Estados Unidos. Si quieren volver a tierra, ahí tienen la lancha”. Nadie se quiso ir, cuenta Jont con una carcajada. 

Jont trabajaba en el yate de Panchín Batista, hermano de Fulgencio. Cuando Castro confiscó el barco, le hicieron “la vida imposible”. “Por ahí van los perros de Panchín”, decían algunos conocidos de los empleados del barco que, “el día antes eran batistianos, y al día siguiente eran fidelistas”. 

En Estados Unidos fue “recogido” por una familia estadounidense. Él tenía 23 años y ganaba cinco dólares al día. Un día, escuchó que en Miami estaban “anotando personas para ir para Cuba”. Varios amigos –”todos murieron ya”– y él abordaron un avión para Guatemala. “Personalmente, yo sabía quién era Fidel sin conocerlo. Era un cubano cualquiera. Él estaba en la universidad y armaba sus cosas. Yo escuchaba de Panchín lo que estaba pasando en la Sierra Maestra con Fidel y le cogí mala voluntad a ese señor”. 

Andrés Manso, de 89 años y nacido en Nuevitas, Camagüey, llegó a Estados Unidos en septiembre de 1960
Andrés Manso, de 89 años y nacido en Nuevitas, Camagüey, llegó a Estados Unidos en septiembre de 1960 / 14ymedio

Se rindió a la tropa de Antonio Enrique Lussón el 27 de abril. “Fue el peor momento”, admite. “No sabía si nos iban a matar, y más en un país como Cuba, donde por cualquier cosa te mataban. Tuve miedo todo el tiempo, pero no se lo demostraba a nadie. Estoy vivo de milagro, porque los aviones de Castro tiraban cada cinco minutos”. Él venía en el Houston, que se defendía a duras penas con dos ametralladoras. “La aviación de Castro fue la que nos ganó”. 

Los recuerdos de la batalla pasan a toda velocidad por su mente, pero hay una imagen clara: su trayecto de vuelta. “Vine llorando todo el camino”, dice. “Yo sabía que no iba a ver más a Cuba libre. No me he equivocado. Han pasado tantos años y veo cómo estamos. Venía llorando porque no iba a ver más a Cuba”. 

Fue desolador tener que regresar a la casa de donde había salido, junto a la familia a la que, “sin mucho cariño”, le dijo adiós. “Ahí me quedé y no supe más de la brigada. Nadie fue a Cayo Hueso a saber si yo estaba vivo o muerto. Además, lo que pasé aquí por ser negro fue peor que la guerra”. 

Como Manso, Jont también narra momentos duros: “Los blancos con los que yo vine dormían en casa; como yo era negro tenía que dormir en el barco. He vivido de todo, pero a veces es mejor no contarlo. Con todo y eso, llegué a querer a este país. Después de Cuba, este es mi país. Si tengo que pelear por él, lo hago”. 

Entre la Isla y Florida, para los miembros de la brigada, se extendió el silencio. La comunicación se suspendió o, como dice Jont, “se acabó la familia”. “Yo sigo luchando con la edad que tengo”, dice, no sin esperanza. “Eso no sirve y nunca sirvió”. 

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