Una Virgen que las autoridades "botaron" al río en 1959 vuelve a las calles de Matanzas
La procesión, totalmente afrocubana, fue vigilada de cerca por la Policía tanto en la ciudad como en la bahía
La Habana/La prensa oficial rompió este martes su silencio sobre los episodios de vandalismo, durante las primeras décadas de la Revolución, que llevaron a la desaparición o pérdida de decenas de imágenes religiosas. Se trata de la Virgen de los Portuarios de Matanzas, una efigie de más de 150 años arrojada a un río en 1959 y preservada por una familia de la ciudad. El pasado 8 septiembre, la figura volvió a salir en procesión por la bahía.
Como la Virgen de Regla –la imagen católica que funge como patrona de la bahía de La Habana–, la de los Portuarios es negra y viste de azul, un color asociado a la orisha yoruba Yemayá. De hecho, la procesión rescatada en Matanzas es totalmente afrocubana. No intervienen en ella la Iglesia católica ni clérigo alguno, si bien algunos elementos del ritual –la figura llevada sobre un carro, las plegarias y la decoración– recuerdan a las ceremonias cristianas.
Con la llegada de Fidel Castro al poder, “dejó de celebrarse” el rito, dice Girón sin ofrecer demasiadas explicaciones. El diario oficialista habla de “rescate de una tradición”, pero la familia que custodió la imagen durante más de seis décadas es clara sobre su desaparición: “Ellos la botaron para el río”, cuenta Eddy Arambare, cuyo abuelo rescató la figura. “Desde ese momento la Virgen pertenece a mi familia”.
Con la llegada de Fidel Castro al poder, “dejó de celebrarse” el rito, dice 'Girón' sin ofrecer demasiadas explicaciones
Sus padres realizaban cada 8 de septiembre una suerte de ceremonia privada, de carácter yoruba. Arambare asegura que, para honrar a sus parientes, ha impulsado la reanudación de la fiesta como celebración de todo Matanzas. El joven se considera “protector” de la imagen.
Desde el siglo XIX, una “larga procesión” acompañaba a la imagen en su recorrido por la ciudad y las aguas de Matanzas. A su paso, los vecinos lanzaban agua a la calle –un gesto que los cubanos repiten el 31 de diciembre, para librar las casas de “malas energías”– y cantaban.
La movilización, integrada por vecinos del Callejón de Madan, en La Marina matancera, fue multitudinaria y, como suele ocurrir con otras procesiones, fue vigilada de cerca por la Policía y –en la bahía– por los guardacostas. Una persona iba delante, con la bandera cubana, y Girón habla de algunas mujeres que entraron “en trance” religioso en plena calle.
El grupo responsable por el reinicio de la tradición –entre ellos el Conservador de Matanzas, Leonel Pérez Orozco– alegó que el regreso de la Virgen de los Portuarios a las calles de la ciudad tiene un alto significado. En primer lugar, dijeron, es la respuesta a un reclamo que los residentes en el Callejón de Madan llevan años haciendo a las autoridades. En las festividades religiosas de las inmediaciones del puerto, sobre todo por parte de descendientes de esclavos y pescadores, fueron compuestos los primeros ritmos cubanos de guaguancó y rumba.
Según Pérez Orozco, es lamentable que una imagen de valor histórico –por su antigüedad y por el significado que tuvo para la historia de la ciudad– permaneciera perdida durante tanto tiempo. La Virgen de los Portuarios fue invocada por los mambises durante la Guerra de Independencia contra España y formó parte de la idiosincrasia matancera durante toda la República.
“Sale la Virgen otra vez a la calle, la Virgen de los portuarios y estibadores, la del coronel Espínola"
“Sale la Virgen otra vez a la calle, la Virgen de los portuarios y estibadores, la del coronel Espínola (un prócer matancero), que dio la vida por la independencia de Cuba. Es un momento importante no solo para Matanzas sino para las tradiciones históricas y patrimoniales”, valoró el Conservador durante la procesión.
En las primeras décadas de la Revolución, no pocos grupos azuzados por el Gobierno –o con “orientaciones” directas– vandalizaron decenas de imágenes religiosas por toda la Isla. Ante estos hechos, muchos sacerdotes pusieron las imágenes a buen recaudo, fuera de los templos, en casas particulares dispuestas a guardarlas. Décadas más tarde, agobiadas por la pobreza del Período Especial, esas mismas familias pidieron a la Iglesia católica que comprara las imágenes como condición para su devolución.
No se pudo hacer nada, sin embargo, con las que estaban ubicadas en espacios públicos. Las más célebres fueron las llamadas Vírgenes del Camino, colocadas en carreteras, circunvalaciones o a la entrada de los pueblos. Localidades como Vueltas (Villa Clara) o Cabaiguán (Sancti Spíritus) sufrieron la desaparición de las figuras, muchas veces de madrugada.
El caso más emblemático es, sin duda, el de la llamada Virgen de la Charca, que hoy se encuentra en la entrada de la catedral de Santa Clara. Colocada en 1957 en una rotonda de las afueras de la ciudad, junto al entonces aeropuerto, la imagen era un coloso de mármol de Carrara de 3.080 kilogramos de peso.
Tras el triunfo de la Revolución, la imagen fue señalada por Ernesto Guevara como un rezago del pasado
Tras el triunfo de la Revolución, la imagen fue señalada por Ernesto Guevara como un rezago del pasado y no pasó mucho tiempo antes de que, en 1963, fuera retirada de su pedestal durante la madrugada. Dos décadas más tarde, un buldócer chocó con la figura, que había sido arrojada al río Cubanicay.
No acabó ahí el asunto y la imagen volvió a desaparecer. Supuestamente escondida en un almacén militar, una de las leyendas en torno a la Virgen fue que se utilizó para enderezar cabillas, aprovechando la dureza del mármol. Cierto o no, hoy día se puede ver el rastro de numerosos golpes que dañaron seriamente la pieza.
Fue a Miguel Díaz-Canel, entonces primer secretario del Partido Comunista en Villa Clara, a quien acudió una persona cuya identidad no se conoce y logró, en 1995, que la imagen fuera devuelta a la recién fundada diócesis de Santa Clara. Díaz-Canel entregó la imagen al obispo Fernando Prego, que la colocó en la catedral y pidió que no se restaurara la imagen, para que conservara el moho, los golpes y grietas con que fue recibida.