Con el visto bueno del Kremlin, un arsenal de películas rusas llega a los cines de La Habana

La Habana/El despegue de una nave espacial rusa retumbó este miércoles en la pantalla del cine Yara, ante el rostro impávido de los espectadores. El público cubano, opacado por la audiencia extranjera –invitados, realizadores y diplomáticos–, apenas sobrevivió a las casi tres horas de El desafío, el primer filme rodado en el espacio, que sirvió como disparo de salida al Festival de Cine Ruso de La Habana. Ante semejante panorama, no pocos aprovecharon la oscuridad para escabullirse tras las lunetas y volver al planeta Tierra. 

La Embajada rusa en la capital, la estatal cinematográfica Roskino y otras empresas moscovitas no han escatimado recursos para que la “Isla de la Libertad” –como se conoce a Cuba en el remoto imaginario ruso– disfrute las “mejores y más modernas propuestas” de sus cineastas. 

Ni la entrada gratuita ni los títulos de las películas lograron, sin embargo, tentar a los cubanos. Muy pocos recalaron en el Yara para el estreno de El desafío, al cual asistió no solo el agregado cultural de la Embajada rusa y otros diplomáticos, sino el propio director del filme, Klim Shipenko, junto a varios miembros de su equipo. 

Indiferente, una empleada del Yara entregaba a los espectadores un programa, un bolígrafo con los colores del festival y un “cuestionario” de satisfacción sobre el cine ruso. “¿Le gustó el evento? ¿Cómo valora la organización? ¿Qué película vio? ¿Cómo se enteró? ¿Qué tan probable es que asista de nuevo el año que viene?”. Abrumados por el interrogatorio, algunos doblaban la hoja de papel y buscaban sus butacas. 

Grupos de estudiantes, varios ancianos y muchos rusos conformaron la audiencia definitiva de El desafío. De los asientos centrales, reservados para el cuerpo diplomático, salió el agregado cultural y subió al escenario junto a Shipenko y un grupo de realizadores. Mientras disertaban –largo y tendido– sobre la película, la audiencia sufrió numerosas bajas. “Es grato ver a tanta gente en el cine”, dijo el director. 

Cuando por fin comenzó el filme, el desajuste de la banda sonora –excesivamente alta– expulsó del Yara a más cubanos. La película se encargó del resto. Los diálogos en ruso, no pocas veces a gritos, y el sangriento argumento del filme impresionaron al público. Una cirujana, explica el programa, acude a la Estación Espacial Internacional a practicar una operación en las difíciles condiciones de la estación. 

El tono triunfal y de exaltación de las hazañas rusas tampoco pasaron desapercibidos. Salvo alguna excepción, como la infantil Cheburashka –que tiene una versión soviética muy conocida por los cubanos–, las películas que trae Rusia a La Habana tienen un fuerte componente ideológico y contienen un mensaje de propaganda en favor del Kremlin. 

Aunque estos valores –defendidos habitualmente por Vladímir Putin en sus discursos– están marcados en El desafío, que resalta la “superioridad tecnológica” de Rusia, heredada de la carrera espacial de la Unión Soviética, es El campeón del mundo, de Alexey Sidorov, el filme más politizado que podrán ver los cubanos durante el festival. 

Trata de la conocida rivalidad entre dos de los más polémicos ajedrecistas de todos los tiempos: el disidente ruso Víctor Korchnoi y su eterno rival, el campeón del mundo Anatoli Kárpov, icono soviético durante la Guerra Fría y miembro del Partido Comunista. La historia es maniquea: aunque ambos son considerados genios del juego ciencia, el filme presenta a Korchnoi como un borracho y a Kárpov como un joven brillante, respetuoso de la patria y defensor de Rusia ante el “desertor”. 

Curiosamente, y pese a su fidelidad al Kremlin, Kárpov –hoy, miembro del partido de Putin– ingresó de gravedad en 2022 en un hospital de Moscú en circunstancias sospechosas. Aunque su familia y los medios rusos lo negaron, un rumor señaló que se trataba de “una advertencia” de Putin por sus críticas a la invasión a Ucrania.  

A pesar de la propaganda y los efectos especiales de El campeón del mundo o El desafío, la precariedad de las instalaciones del Yara –supuestamente reparadas hace poco– traen al espectador cubano de vuelta a la vida real. Lo saben bien quienes, huyendo de las escenas de la operación a pecho abierto de un cosmonauta, intentaron ir al baño del cine. 

“Lo desconectaron todo porque el agua se botaba”, explica un custodio apostado cerca de los lavabos. Frustrados, los espectadores salían del Yara convencidos de que –con Rusia o sin ella– el verdadero desafío no es operar en el espacio, sino vivir en Cuba.