Como zombies, los fumadores cubanos buscan cigarros que puedan pagar en medio de la inflación

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Los clientes, con la ansiedad de quien no puede contenerse ante la imagen de sus deseos, levantaban las cejas y fruncían los labios cuando la vendedora respondía sus preguntas

Este miércoles, en el 'boulevard' de la céntrica calle San Rafael de Centro Habana, una mujer menuda desplegaba su mercancía en una caja.
Este miércoles, en el 'boulevard' de la céntrica calle San Rafael de Centro Habana, una mujer menuda desplegaba su mercancía en una caja. / 14ymedio
Natalia López Moya

09 de enero 2025 - 23:21

La Habana/En la película Juan de los muertos los zombies que deambulan por las calles de La Habana tienen la mirada perdida y el paso torpe. Aquella ficción, que mezclaba magistralmente humor y terror, parece haber predicho el andar nervioso y el rostro irritado de los fumadores que recorren la capital cubana por estos días. Desesperados y con gesto de angustia, buscan cigarros que puedan pagar en medio de una subida de su precio, que ha superado los 1.500 pesos por cajetilla.

Este miércoles, en el boulevard de la céntrica calle San Rafael de Centro Habana, una mujer menuda desplegaba su mercancía en una caja. Los clientes, con la ansiedad de quien no puede contenerse ante la imagen de sus deseos, levantaban las cejas y fruncían los labios cuando la vendedora respondía sus preguntas: "Son a 1.000 pesos las cajas de H. Upmann [fuertes] y los suaves los tengo desde 300 a 600". Si al fumador no le alcanzaba para tanto, la comerciante tenía una oferta de Criollos, los peor valorados y conocidos popularmente como "rompepechos", a 350 pesos la caja o cada cigarrillo de H. Upmann por 50.

"Son a 1.000 pesos las cajas de H. Upmann [fuertes] y los suaves los tengo desde 300 a 600"

"Es mejor fumarse los billetes que pagar tanto por eso", lamentaba un apesadumbrado cliente que fue por una caja y salió apenas con tres cigarrillos en la mano. "Llevo días que no puedo ni dormir, no salgo de una bronca con mi esposa para entrar en otra, ya no puedo más", balbuceaba. En otros locales, gestionados por mipymes, los números son aún mayores. En esos mercados una caja de Populares con filtros llega a 1.600 pesos y la de H. Upmann le pisa los talones con 1.500. Los empleados justifican la escalada con los costos de comprarle al Estado la mercancía o, en los casos de marcas foráneas, de importarla.

"La mayoría de las veces tenemos que adquirir los cigarros cubanos en las tiendas en MLC o ahora en las que han abierto en dólares, así que apenas le sacamos algo al precio que están ahora los fulas", detalla una dependiente de un mercado privado en la calle Reina. La joven trabajadora cuenta que en los últimos días ha llegado a sentir "hasta miedo, porque los fumadores entran, ven los precios, se molestan mucho y la cogen con cualquiera. Lo mismo sueltan una mala palabra que le dan un piñazo a la pared".

"La mayoría de las veces tenemos que adquirir los cigarros cubanos en las tiendas en MLC o ahora en las que han abierto en dólares"

En un país cultivador de tabaco y en el que el 24% de los cubanos, a partir de 15 años, fuman activamente, el alza de los precios del producto pone en jaque a cientos de miles de consumidores. Aunque algunos recortan el consumo en aras de no afectar las finanzas personales y familiares, la mayoría reduce gastos en otros órdenes de la vida para poder costear su adicción. "Me puede faltar la comida, el agua y hasta el techo bajo el que duermo, pero con los cigarros no quiero juego", resumía un joven sentado en el Parque de la Fraternidad fumándose una caja recién comprada: "Me costó 1.500 pesos, la misma cantidad que la jubilación mensual que recibe mi madre".

Según este habanero, bajar los precios de los cigarrillos debería convertirse incluso en una prioridad política para las autoridades. "Ellos saben que cuando la gente no puede fumar se vuelve como loca, no me extrañaría que hubiera una protesta, que los fumadores se lancen a la calle", vaticina y no es difícil juntar su premonición con algunas escenas de aquel filme de 2011 en el que unos muertos vivientes tomaban, con su andar lento y su mirada aterradora, la explanada frente a la Plaza de la Revolución. 

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