'50 historias de Cuba en el exilio' y un ensayo sobre el azúcar entre los libros de enero
A las librerías llegó el pasado mes Azúcar, un ensayo que equipara la historia del azúcar con la de la civilización
Salamanca/"¡Azúcar!" fue durante décadas el grito de guerra de Celia Cruz, cantado en sílabas vibrantes y melosas. Sin azúcar no hay país era el mantra de los hacendados republicanos, que a la luz de la actual debacle cañera suena a rencorosa profecía contra Fidel Castro. Al azúcar debe Cuba, en efecto, su opulento siglo XIX –ferrocarril, ciudades, ingenios– y también su apego enfermizo a la esclavitud, abolida con retraso.
Manuel Moreno Fraginals, en el prólogo a su polémico estudio sobre la maquinaria de la caña en la Isla, describió como nadie la ferocidad con la que el azúcar moldeó la historia de Cuba. El autor de El ingenio –que acabó disgustado y exiliándose en Miami, donde murió en 2001– rastreó "las huellas que arrancan en el azúcar y se manifiestan en la instauración de una cátedra universitaria, o en un decreto sobre diezmos, o en la forma característica del complejo arquitectónico cubano, o en los efectos terribles del arrasamiento de los bosques y la erosión de los suelos".
A las librerías ha llegado este enero Azúcar (Ariel), un ensayo de casi 500 páginas firmado por el investigador neerlandés Ulbe Bosma, que equipara la historia del azúcar con la de la civilización. Para el texto, donde no es difícil encontrar la impronta de Moreno Fraginals, "el ascenso del azúcar nos habla de progreso, pero también de una historia mucho más oscura de explotación humana, racismo, obesidad y destrucción medioambiental".
En una entrevista Bosma ilustró la importancia política y económica de la llamada sacarocracia criolla
En una entrevista ofrecida en Barcelona al diario La Vanguardia, Bosma ilustró la importancia política y económica de la llamada sacarocracia criolla durante el siglo XIX y la primera mitad del XX. Si hoy son los magnates tecnológicos Elon Musk y Jeff Bezos quienes mueven los hilos de la política mundial, dijo, en aquel momento la influencia de los grandes apellidos azucareros –los Fanjul, por ejemplo– era determinante en EE UU o Europa.
Para Bosma, las redes sociales son igual de adictivas que el azúcar, y la clave para lidiar con ambas es la mesura. Asegura que le echa azúcar al café, pero solo "una cucharadita". "A pesar de todo lo que he averiguado", afirma, "me he acostumbrado a su sabor y no me lo quiero perder".
Las editoriales cubanas independientes han tenido una producción modesta durante el primer mes del año. Destaca Como el ave fénix (Rialta), 50 entrevistas publicadas por el periodista cubano William Navarrete en los últimos meses en CubaNet. Son, para su autor, "historias de Cuba en el exilio". Narran, según las experiencias vitales de los involucrados, los últimos 100 años de la nación cubana.
"William Navarrete ha tenido el olfato y la sagacidad de localizar durante años a muchos de los protagonistas de la política o la cultura de la Isla del siglo XX para ponerlos a hablar de la ciudad perdida, el presidio político, las purgas, los campos de trabajo, el exilio o los grandes nombres y sucesos de sus historias de vida", afirman sus editores, que califican el libro como "uno de los más potentes testimonios colectivos" después de 1959.
Rialta publica también, en su sección 'Expedientes', un recuento de la trayectoria de Antonio José Ponte en 'La Gaceta de Cuba'
Rialta publica también, en su sección Expedientes, un recuento de la trayectoria de Antonio José Ponte en La Gaceta de Cuba. Lo publicado por el poeta y ensayista en una de las revistas más rancias del oficialismo cultural da la medida de cómo se fue gestando su calibre crítico. Este dosier es una muestra, además, de la obra de Ponte en Cuba, los intentos de "exterminio cívico" a los que lo sometió el régimen y su emergencia como una de las voces indiscutibles de su generación.
Ediciones Memoria, una pequeña casa camagüeyana dedicada al rescate del pensamiento cívico cubano, publica Las conferencias de Shoreham, de Manuel Márquez Sterling. "Su prosa es un largo y sutil examen de conciencia tanto propio como nacional. No falta la ironía, incluso la burla, pero ante todo, en la facilidad a veces ligera del discurso, subyace siempre la gravedad del deber ser", explica su editor, Alenmichel Aguiló.
La antología de poemas del premio Nobel ruso Joseph Brodsky –fallecido en 1996– que tradujo Ernesto Hernández Busto para la editorial Siruela ya está en las librerías. Devoto del escritor exiliado de la Unión Soviética, el cubano ha escrito: "Con Joseph Brodsky siempre estoy tentado de hacer versiones, tal vez porque en su poesía hay también un esfuerzo por comunicar cierta universalidad, cierta trascendencia".