"A Cuba no volveremos jamás, no vamos a tener la tortícolis de los exiliados"
Una exposición rinde homenaje al arquitecto Martín Domínguez, coautor del Focsa y Radiocentro
La Habana/Una exposición titulada Martín Domínguez El exilio otro, inaugurada en la Galería Taller Gorría en La Habana Vieja este 5 de diciembre (casualmente, el Día del Constructor en Cuba), le hizo justicia al arquitecto español Martín Domínguez Esteban (1897-1970) que estuvo detrás de obras tan importantes como el edificio Focsa, Radiocentro (hoy cine Yara y sede del Instituto Cubano de Radio y Televisión), el actual Ministerio de Comunicaciones, el Ayuntamiento de Marianao y numerosas viviendas.
Decimos que "estuvo detrás" porque su nombre no aparecía como arquitecto firmante sino como "tesorero" o "decorador" y esto se debió a que Domínguez nunca logró que en Cuba se revalidara su título profesional.
Escapó de la España franquista donde había sido "depurado de por vida" por su papel en la construcción de las defensas militares del bando republicano de Madrid en 1936. Llegó a La Habana, de paso, en enero de 1937 y se quedó en esta ciudad por más de un cuarto de siglo.
A pesar del lastre de no poder mostrar un título reconocido, muchos se disputaban sus servicios, entre ellos el ex presidente Ramón Grau San Martín, que le encargó su residencia de veraneo en Varadero.
Al principio de la Revolución participó en la construcción de casas populares promovidas por el Instituto Nacional de Ahorro y viviendas. Su reputación lo llevó al despacho del comandante Ernesto Guevara, quien le pidió abiertamente una definición política. Cuenta su hijo que Domínguez le respondió que se sentía conservador en lo que respecta a lo privado familiar y liberal en lo político. "Vamos mal, gallego", dijo el argentino, y ese mismo día decidió largarse de Cuba.
Recogió lo que pudo llevar en su auto y lo montó en el ferry que todavía daba los viajes entre La Habana y Miami. En esa ciudad estuvo muy poco tiempo porque decidió instalarse en Nueva York.
Todavía en Miami, su hijo, un avispado niño con su mismo nombre y que ha hecho también una carrera de arquitecto, estuvo sondeándolo para saber en qué terminaría aquella aventura. Y esta fue la inolvidable respuesta que recibió: "A Cuba nosotros no vamos a volver jamás. No vamos a tener la tortícolis de los exiliados, como los españoles que decían 'en dos meses estaremos de vuelta en Madrid'. Nosotros no vamos a volver a Cuba, hay que mirar hacia delante y reconstruirse."
Y no volvió. Murió en Nueva York en septiembre de 1970 a los 72 años de edad sabiendo que por donde quiera que pasó dejó una huella útil y perdurable. Su obra se estudia hoy en la asignatura de Arquitectura moderna cubana. Esta exposición, que estará abierta al público hasta el 12 de diciembre, le rinde homenaje y rellena en la memoria de los cubanos una laguna inaceptable.
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