Daymé Arocena, dos siglos en una voz
'14ymedio' habla en un café habanero con la jazzista de 25 años sobre su trayectoria musical con la que ha obtenido reconocimiento
La Habana/Nació en esa parte de La Habana que no se sabe si es Lawton o Luyanó, en una casa de dos cuartos donde vivían 22 personas, se llama Daymé Arocena y a sus 25 años su canto brota como si hubiera vivido dos siglos.
Risueña y espontánea, la intérprete cuenta a 14ymedio en un café habanero cómo fue su infancia rodeada de primos, tíos, abuelos y una larga lista de parientes que vivían en la misma apretada vivienda y que la mimaron en extremo. "Mis primas me probaban sus maquillajes porque ellas eran bailarinas de carroza", evoca con la mirada perdida en los recovecos de un pasado reciente al que solo puede regresar con la memoria.
"En mi casa no faltaba el tambor y todo eso pasó por mí", reflexiona. No necesita ir más allá para precisar lo mucho que esa formación popular marcó su posterior carrera artística, en su primer álbum en solitario Nueva Era se asoma esa predestinación para el canto, el evidente hado sonoro que la envuelve.
"Mis padres se dieron cuenta de que iba a dedicarme a la música". Cuando apenas levantaba tres cuartas del suelo ganó un concurso de canto en una fiesta por el día de los niños. Entonó No me queda más, de la popular Selena Quintanilla y dejó con la boca abierta al jurado que le dio el máximo galardón sin pestañear.
Sus vecinos del barrio no podían conciliar la imagen de la pequeña que tartamudeaba en cada frase con aquella niña que cantaba como los dioses
Sus vecinos del barrio no podían conciliar la imagen de la pequeña que tartamudeaba en cada frase con aquella niña que cantaba como los dioses. Hasta el día de hoy, cada conversación que entabla Arocena mantiene la cadencia de esas interrupciones del habla que en Cuba la etiquetan como "gaga".
Después llegaron las clases de piano, las prácticas en el coro de la comunidad y, con diez años, la entrada al Conservatorio de Música Alejandro García Caturla. Aunque tuvo que empaparse de todo la música clásica cuenta que "el congo lo tenía en la casa" y ese entorno determina hasta hoy la manera en que aborda cada tema.
En el hogar de Arocena "la gente estaba siempre rumbeando" y "ese espíritu de calle" se transmite al público. Un día inventó su propio "inglés" para remedar a cantantes como Whitney Houston, pero en cuanto se acercó de verdad a la lengua incorporó temas de The Beatles y la primera vez que salió en televisión interpretó Let it be.
Hasta ahí, era una entre cientos, miles, de niños cubanos que sueñan con subirse a un escenario y aprenden los rudimentos de la música para alcanzar su deseo, pero comenzó a estudiar dirección coral y logró entrar en la Big Band cuando la agrupación necesitaba una cantante para el Jazz Plaza. "Me quedé cantando fijo con ellos", apunta.
Con la Big Band descubrió a Ella Fitzgerald, a Billie Holiday y Nina Simone. También llegaron a su vida las interpretaciones de Elis Regina, Gal Costa, la cubana Marta Valdés y La Lupe. Muchos amigos le reprocharon entonces el camino difícil que tomaba. "Niña, canta bolero o salsa que es lo que más se escucha", le decían.
Otros, iban más allá y le hacían sugerencias: "Ponte tacones, vístete de negro para que te veas más afinada y hazte un implante de pelo". Pero Arocena se había "enamorado brutalmente del jazz y ya no podía echar el carro para atrás".
En 2012 conformó un grupo de jóvenes mujeres. "Me llamaba la atención que siempre era la única muchacha, la única en la Big Band, la única en el concierto y me preguntaba por qué no había más mujeres haciendo jazz, entonces hice Alami", asegura con el entusiasmo de haber logrado mover una montaña.
Una propuesta de sumarse a un proyecto en Canadá desembocó en el álbum que se alzó con el premio Juno al mejor disco de 'jazz' del año en ese país
Hace una pausa y respira. "Nos despedazaron la vida tantas veces, porque nunca aprobaron el grupo en ninguna empresa artística de este país". La sonrisa se borra por unos segundos de su rostro. "Las cuatro éramos egresadas de escuelas de música pero nos decían que la empresa estaba llena y solo aceptaban casos de excelencia".
Poco a poco las jazzistas fueron encontrando un hueco en el muro por donde colarse. "Tocábamos una vez al mes en el local La Zorra y el Cuervo y una vez al mes en el Café Miramar", recuerda Arocena. Una propuesta de sumarse a un proyecto en Canadá desembocó en el álbum que se alzó con el premio Juno al mejor disco de jazz del año en ese país y que ahora está nominado a los Grammy en Estados Unidos.
La vida estaba a punto de lanzarle la gran sonrisa a Daymé Arocena cuando fue elegida durante un concurso para seleccionar 10 DJ a nivel mundial y su camino se cruzó con el productor británico Gilles Peterson que la invitó a Londres, donde firmó su primer contrato para un disco en solitario. Así nació Nueva Era.
La Radio Pública de Estados Unidos (National Public Radio, NPR) colocó el álbum en el número 44 de los 50 mejores del año. Llegó entonces la propuesta de un contrato más sólido, por un lustro, las giras, el vértigo de las presentaciones en numerosos escenarios internacionales y una nostalgia infinita por la familia que había quedado en La Habana.
"Soy muy apasionada y de esa separación familiar nació Cubafonía que es un disco nostálgico", confiesa. Sin embargo, no solo fue esa distancia dolorosa la que la empujó a cantar ciertos temas. "Estaba cansada de la desinformación general que hay sobre la música cubana en el mundo". "Me molestaba mucho que a veces hasta los críticos de arte hablaban de la música cubana como si fuera solamente Buena Vista Social Club". De ahí que en su nuevo álbum se propusiera venerar la música autóctona. "La que inventamos aquí", reivindica. Contiene desde un "changüí hasta una guajira, porque deseo hacer esas cosas que la gente a veces ni tiene idea que son cubanas".
Con su éxito vinieron los aplausos y también los detractores. Cuestionaron por qué si es un disco de música de la Isla "se canta en inglés y en francés"
Vinieron los aplausos y también los detractores. Cuestionaron por qué si es un disco de música de la Isla "se canta en inglés y en francés". Para Arocena "no se puede hablar de un pensamiento lineal, de una cultura autentica única en la que somos algo específico", ni en el caso cubano ni en el de ninguna otra nacionalidad. "Aquí hay gente que habla creole y gente que toca la gaita", puntualiza.
"Siento que el mundo ha sido irrespetuoso con nosotros y nosotros hemos sido culpables", añade. A juicio de la cantante hay sesenta años de historia que musicalmente la gente ni conoce. "Me encuentro quien dice que en Cuba la idea que vendemos es la de una Isla estancada en el tiempo".
Su regreso al habanero Teatro Mella, donde este 16 de diciembre presentó su disco Cubafonía la hizo temblar en un puro nervio. "Me vine a acomodar, a sentir en tierra, como al quinto tema porque para mi fue un choque fuerte", reconoce. Sin embargo, estaba más calmada desde que el día anterior la administración del local colgó un cartel de localidades agotadas.
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