Antonio Gasalla: la carroza y su estrella
En recuerdo del actor argentino, inolvidable en su papel de Mamá Cora y fallecido en Buenos Aires el pasado 18 de marzo
La Habana/No fue un éxito de taquilla. Los festivales internacionales apenas se fijaron en ella. Esperando la carroza es de esas películas que pasan sin ruido para más tarde armarlo en grande. En Argentina hay un grupo de Facebook con “carroceros” que repiten las frases de la película, postean fotos, imitan el vestuario de los actores y generan memes. Hasta un tour se han inventado los fanáticos para visitar el lugar del barrio de Versalles donde una placa recuerda: “En esta casa se filmó en 1985 la película Esperando la carroza, del recordado director Alejandro Doria”.
Debo de haberla visto más de diez veces. La repetí con el pretexto del fallecimiento de Antonio Gasalla (Ramos Mejía, 9 de marzo de 1941-Buenos Aires, 18 de marzo de 2025), actor, humorista, director, profesor y productor argentino que nos regalara el entrañable personaje de Mamá Cora, creado para el teatro por el dramaturgo rumano-uruguayo Jacobo Langsner en 1962. En aquel entonces, los críticos afirmaron que nada era más vulgar que aquella pieza, que pasó por los escenarios con más penas que glorias y en la que la anciana casi no tenía protagonismo.
Mamá Cora no suma ni la mitad de las apariciones de la mayoría de sus compañeros de reparto del hoy filme de culto, pero bastaría recordarla en sus caminatas de apertura y cierre, clases de histrionismo por sí solas, para Darse cuenta –otro extraordinario filme de Doria, realizado en 1984– de que Gasalla nos legó una actuación de alta hondura humana, muy lejos de la caricatura y de la burla. Lo hizo al lado de un elenco en el que brillaron China Zorrilla, Betiana Blum, Mónica Villa, Luis Brandoni y Julio de Grazia. El director convocó también a figuras legendarias como Angelita Pardo y Enrique Pinti, y se dio el lujo de malgastar a un Darío Grandinetti que ya había mostrado clase junto a Zorrilla y Brandoni en la película anterior.
Mamá Cora y su familia no pierden oportunidad para, con mucho humor, cuestionar la hipocresía, el egoísmo y la doble moral de la sociedad rioplatense
Si en Darse cuenta eran directos los dardos a una sociedad argentina herida por la dictadura militar que gobernó hasta 1983, Mamá Cora y su familia no pierden oportunidad para, con mucho humor, cuestionar la hipocresía, el egoísmo y la doble moral de la sociedad rioplatense. Mas, ojo, no estamos ante un filme localista. Sus conflictos pueden ser trasladados a contextos como el nuestro, donde se presume de mucho y nos resignamos con muy poco. Me lo comentaba el otro día la profesora y escritora Alina Bárbara López Hernández: “Lo que hace inolvidable la película es que le sirve a cualquiera: a familias de diversos estratos y de diversas posturas políticas. En esa relación familiar el personaje de la madre de algún modo los une a todos. Las diferentes formas en que sus familiares la asumen es algo muy humano, presente en cualquier sociedad”.
Leo que algunas frases del filme se han convertido en leyenda de la cultura popular argentina. En la casi hora y media de metraje anoté algunas de las que lanzan a cámara los personajes en ese domingo “plácido, familiar, pacífico, sereno y de reconciliación nacional”, y que pudieran ser grabadas en cualquier esquina de La Habana: “No hagas esto, no hagas aquello, como si yo no supiera para nada”; “Cuando yo empiece a exigir, qué”; “No soy muy amiga de las masas”; “Este hombre sí que tiene la felicidad pintada en la cara”…
Un parlamento de Luis Brandoni es de mis preferidos. Saborea un dulce que le tumbó a un vulnerable. Detrás se lee un cartel: “Usted tiene derecho a vivir en libertad”. Le comenta al hermano: “Tres empanadas que le sobraron de ayer para dos personas. ¡Dios mío, qué poco se puede hacer por la gente! Mejor es no pensar, porque si no… Menos mal que mis hermanos tienen lo necesario. Vos tenés una pobreza digna”.
"Con el paso del tiempo, viviendo y estudiando el humor, comencé a rechazar el trasvestismo como recurso humorístico"
Le pregunté por Antonio Gasalla a Pepe Pelayo, humorista cubano radicado en Chile hace treinta años y encumbrado ensayista del humor internacional:
“Conocí a Gasalla en una Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Publiqué un libro en coautoría con Marcelo Rudaeff, Rudy, reconocido humorista literario, gráfico y escénico argentino. Ese día me acompañaba Daniel Rabinovich, de Les Luthiers, quien nos había escrito el prólogo. De casualidad pasó por allí Gasalla y saludó a Daniel. Este me presenta. Hablamos unas breves palabras de Cuba cuando supo que yo era cubano y humorista. Nada más. Por supuesto que vi Esperando la carroza. Me pareció fascinante la actuación de él. Con el paso del tiempo, viviendo y estudiando el humor, comencé a rechazar el trasvestismo como recurso humorístico. Gasalla fue un maestro en eso, claro que sí. Y tenemos el caso de Osvaldo Doimeadiós y otros colegas. Pero en su inmensa mayoría no se hace bien, se cae en el mal gusto, cualquiera cree que vestirse de mujer y mostrar las piernas peludas ya es cómico. Así que, a pesar de admirar el trabajo actoral de Gasalla, y que visitaba muchas veces Buenos Aires, nunca quise ir a verlo a los teatros. Pero sí lo vi algunas veces en programas televisivos y, repito, aunque lo admiraba, tanto humor costumbrista no era lo mío. Eso no significa que no piense que es una gloria del humor argentino. Estoy seguro ahora está riendo en algún lugar con Pinti, Olmedo, Fontanarrosa, Rabinovich, Marcos Mundstock y otros muchos gigantes del humor de ese país”.
Hay un chiste en la película que es un clásico y podría formar parte de antologías humorísticas de cualquier época o confín. Mamá Cora ha quedado varias horas al cuidado del hijo pequeño de una amiga. Esta, a su regreso, le pregunta: “¿Cómo se portó el tesoro?”. “¿Qué tesoro?”. “El nene”. “¿Tenés un nene, Dominga? Ay, cuánto me alegro”.
"Lo que a mí me atraía de Antonio Gasalla es como hacía parecer lo difícil fácil"
“Yo era un estudiante cuando vi la película –me dice el también humorista Rigoberto Ferrera–. Lo que a mí me atraía de Antonio Gasalla es como hacía parecer lo difícil fácil. En Esperando la carroza, el personaje que él interpreta no se podía discernir si era un hombre travestido o una señora de verdad. Para todo aquel que estudia actuación y quiera dedicarse al humor es un referente. Aquí se le conoció gracias a la película, pero su carrera en el teatro fue enorme”.
Un dato curioso: existe una adaptación teatral de Esperando la carroza en España, y otra para la televisión portuguesa. No se basaron en el libreto original de Langsner, sino en el guion cinematográfico.
Quisieron las ironías de la vida que el mismo actor que interpretó a una “anciana senil que no entiende nada” fuera internado a pedido de sus familiares en abril de 2023, para evaluar su capacidad cognitiva. Sin reconocer a los suyos, olvidando el mundo, falleció a los 84 años. No lo olvidemos nosotros.