'Argentina, 1985' demuestra por qué el juicio contra la dictadura fue clave para asentar la democracia
Los torturados y las familias de los desaparecidos explican al mundo y frente a sus responsables lo sucedido, con un nudo en la garganta y acopio de valor
Madrid/Nadie nos prepara para el nacimiento de una democracia. Como los hijos, la esperamos con ansia, generamos unas expectativas y celebramos su llegada. Pero cuando las luces se apagan se abre un periodo de fragilidad y desencantos llamado transición. De cómo lo cuidamos depende el futuro de una nación.
De este tema capital habla Argentina, 1985, la película de Santiago Mitre que se sirve del siempre infalible género del drama judicial para abordar un hecho histórico: el juicio a las Juntas Militares de la dictadura. De ese y de otros no menores: la justicia y la reparación; el miedo y el valor frente a las convicciones, o los héroes improvisados.
Ese último papel le tocó al fiscal Julio Strassera. Jurista gris y acomodado –aunque de ideas democráticas– durante la dictadura de Videla, es nombrado Fiscal por el Gobierno de Raúl Alfonsín en 1983 y le toca, sin que semejante embrollo le genere demasiado entusiasmo, organizar "el juicio más importante después de Nuremberg".
Nadie nos prepara para que el día después de la llegada de la democracia nuestros vecinos sigan siendo el fanático del dictador, el torturador, el chivato, el que se enriqueció con el sistema o el que, simplemente, calló
Pero nadie nos prepara para que el día después de la llegada de la democracia nuestros vecinos sigan siendo el fanático del dictador, el torturador, el chivato, el que se enriqueció con el sistema o el que, simplemente, calló.
Strassera, que fue de los que callaron, se enfrenta a una doble tarea. La primera es encontrar un equipo que quiera trabajar con él y que debe ir a buscar entre jóvenes recién graduados, porque entre sus colegas solo encuentra falta de voluntad o falta de coraje. La cómica escena de la selección de los muchachos deja una de las grandes frases de la película. "¿Por qué quieres hacer esto?", preguntan a los candidatos. "Porque este es el país que nos va a quedar a nosotros y esto no puede volver a pasar", responde uno de ellos.
El miedo que obliga a formar un equipo novel es la segunda tarea que debe vencer no solo el apocado Strassera, sino incluso su apasionado adjunto Luis Moreno Ocampo, jurista convencido y comprometido contra la dictadura para disgusto de su familia, plagada de militares, y su madre, que comulga con Videla.
Ambos, como su equipo, sufren llamadas, seguimientos, y amenazas de muerte familiares y personales –"¿Quién sos?". "El que te va a dar boleta"–. Ambos conviven con ese temor durante los 141 minutos de metraje, que en la vida real fueron dos años.
La película tiene dos cuerpos fundamentales unidos por una columna vertebral: los testimonios de las víctimas. El primero está en la intensa fase de investigación, cuando los chicos recorren Argentina en dos meses de vértigo consiguiendo recabar pruebas para presentar 709 casos que incluían delitos como secuestros, torturas y homicidios, entre otros, con el objetivo de demostrar que existió un plan sistemático y organizado por los máximos dirigentes del país –terrorismo de Estado– para barrer a la oposición.
Los relatos de ese horror salpican la segunda parte de la película, que desarrolla una vista oral que se prolongó durante cuatro meses. Es allí, durante el juicio, cuando los torturados y las familias de los desaparecidos explican al mundo y frente a sus responsables lo sucedido, con un nudo en la garganta y acopio de valor. Paradigmático es el caso de Adriana Laborde, física y docente secuestrada cuando estaba embarazada de 6 meses y medio, que cuenta ante una audiencia acongojada cómo parió desnuda y esposada en la parte de atrás de un coche. Mientras, Videla lee un libro.
EE UU ha coproducido con Argentina este filme, el más caro de la historia del país y de esa doble nacionalidad hereda la película dos de los elementos que hacen que trascienda la etiqueta de "cine necesario" para convertirse en arte. De un lado, el marcado estilo de thriller judicial hollywoodense. De otro, la ironía y el fino humor argentinos, que evitan el exceso de sentimentalismo capaz de convertir en melodrama historias como esta.
Ambos elementos están sostenidos por una dupla protagónica más que brillante. De Ricardo Darín, que hace tiempo tiene por descontado el título de mejor actor argentino de su generación, ya se ha dicho todo, incluida su posible nominación para el Oscar por su contenida y emocionante interpretación de Strassera. Pero Peter Lanzani no se queda atrás y le toma la medida a su compañero a la hora de replicar, con el honor debido, a dos hombres muy distintos que cambiaron la historia de su país movidos por un ideal común: el sentido de la justicia.
Después de varias transiciones negociadas en la época, el juicio a las Juntas, en el que el hombre más poderoso del país fue juzgado y condenado, fue la excepción
Esa es otra de las principales lecciones de Argentina, 1985, porque nadie nos prepara para el esfuerzo que supone aceptar la justicia en democracia. Los militares juzgados en la causa 13/84 nunca reconocieron la legitimidad del tribunal. Su actitud en el proceso, chulesca y desvergonzada, debió mover, a buen seguro, el deseo de venganza de sus víctimas que, fuera como fuese, asistieron con serenidad a un proceso cuya finalidad era dar a los acusados lo que ellos negaron a otros: la oportunidad de un juicio justo.
No estamos preparados para que Argentina, 1985 sea el retrato de lo que fue: un hito inédito e histórico. Después de varias transiciones negociadas en la época –como la española, la chilena, la portuguesa o la brasileña–, el Juicio a las Juntas, en el que el hombre más poderoso del país fue juzgado y condenado apenas dos años después del regreso de la democracia, fue la excepción. Decenas de dictadores y responsables de genocidios en todas las latitudes han salido impunes, han sido enterrados con honores y la reparación nunca llegará, porque así también son las transiciones, no todas se alumbran con un "Señores jueces: 'Nunca más'."
"La historia no la hacen tipos como yo", dice Strassera al inicio del filme. Más de cien minutos después, su hijo adolescente lo mira boquiabierto. "¿Metiste en cana a Videla?. "Sí", responde con lacónico estupor. Porque sí, los héroes anónimos son los que firman la historia.
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Argentina, 1985 ha sido Premio FIPRESCI en el Festival de Venecia y Premio del Público en el Festival de San Sebastián. El próximo 1 de diciembre abrirá el Festival del Cine de La Habana y es precandidata argentina al Oscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa. Está disponible en Amazon Video.
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