Reflexiones de una modista cubana
Carmen Fiol habla de la situación de la costura en Cuba a pocas horas del desfile de la casa francesa Chanel
La Habana/A sus 92 años, Carmen Fiol mantiene la curiosidad y el ingenio que la llevaron a convertirse en una de las más reconocidas modistas cubanas. Frágil, pero de voz firme, esta mujer, que ha vivido unida a las puntadas y a las telas más diversas, reflexiona sobre la actual situación de la costura en Cuba a pocas horas del histórico desfile de la casa francesa Chanel en el habanero Paseo del Prado.
Para Fiol no puede hablarse de una escuela de moda en Cuba. En ese punto es categórica. "No existe, no la hay", asegura. De formación autodidacta, la costura irrumpió en la vida de esta guantanamera desde muy temprano. Con apenas 16 años confeccionó su primer vestido para una vecina y a partir de ahí comenzaron a lloverle los pedidos.
Durante décadas, Fiol estudió las proporciones del cuerpo femenino. De esa observación surgió su libro Vestir a la medida (2013), en el que explica cómo entallar cada prenda a las formas más variadas. Su apellido se ha vuelto un sinónimo de elegancia y comodidad, hecha a partir de materiales locales.
Esta tarde, la reconocida modista está invitada como público al espectáculo de Chanel
La inquieta modista asegura que nunca repite modelos y echa mano con frecuencia de los encajes de bolillo y los deshilados, que realiza con la técnica de "la aguja al revés". La moda que ha ayudado a difundir lleva su sello, y aunque considera que la llegada de Chanel a Cuba "puede ser que influya" en los modistos locales, sostiene que se trata de maneras de hacer "muy distintas".
"La nuestra es una moda acorde al clima que vivimos, que es muy diferente al de ellos", explica, en referencia a la fiesta de colores y osadía que esta tarde inundará la capital cubana de la mano de Karl Lagerfeld, el director creativo de la casa de alta costura que presenta en la Isla su colección Crucero 2017.
La costurera detalla que los materiales que los modistos cubanos pueden "conseguir" son muy distintos a los que están al alcance de otros diseñadores del mundo. En sus trabajos utiliza con frecuencia los botones de nácar, las cintas y los broches. Pero lo que más valoran sus clientes es la funcionalidad y frescura de cada pieza que sale de sus manos.
Aunque es capaz de hacer "cualquier estilo", prefiere los trajes de chaqueta tipo sastre, porque son "los que más trabajo dan". Entre todos los diseñadores internacionales, su preferido es el italiano Valentino, pero se desvive por reproducir ropa con muchos encajes y alforzas, como la moda decimonónica.
Mujer polifacética, a Fiol también le gusta la sencillez confecciona y no quiere que la cataloguen como una modista que solo se dedica al "alto vestir". Su mayor orgullo es poder hacer cualquier prenda a partir de un "pedacito de tela", incluso con una pieza reciclada.
Esas cualidades le han proporcionado a Fiol varios galardones nacionales, como el Premio a la Obra de Toda la Vida, el Premio Nacional de Cultura y un reconocimiento como Maestra de Artesanos. Sin embargo, tan extenso palmarés no calma la preocupación que siente por el estado de la costura en el país.
"La enseñanza de la costura se interrumpió en Cuba", comenta. "Una modista de alta costura tenía siempre seis o siete personas aprendiendo en su taller, pero cuando triunfó la Revolución eso se acabó y no hubo más".
"Una modista de alta costura tenía siempre seis o siete personas aprendiendo en su taller, pero cuando triunfó la Revolución eso se acabó y no hubo más"
En el actual panorama faltan "personas que sepan y quieran aprender a hacer las cosas como tienen que hacerse, con una buena terminación, una buena costura, una buena presentación", lamenta.
La escasez de "buenas ayudantes y operarias" que manejen las máquinas de coser es para Fiol el mayor obstáculo que deben sortear los creadores y diseñadores de ropa, pero en lo que respecta a la obtención de la materia prima se muestra más esperanzada y asegura que "siempre se puede" acompañando la frase de una sonrisa enigmática.
Esta tarde, la reconocida modista está invitada como público al espectáculo de Chanel. Pero cuando pasen los oropeles y los periodistas de moda dejen de reportar sobre el glamour que por unas horas se adueñe del Paseo del Prado, Fiol volverá a su taller.
"Trabajo casi sola", detalla la nonagenaria. "Hago piezas únicas y soy muy exigente", aclara con picardía mientras muestra un vestido al que dio vida después de verlo en un famoso cuadro del pintor Armando Menocal.