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¡Liberemos el repentismo!

Ileana García

20 de junio 2014 - 14:30

La Habana/A mi abuelo le gustaba escuchar el punto cubano en medio de un guateque guajiro. Era de un pueblito cerca de Cienfuegos y por allá las fiestas comenzaban y terminaban siempre a golpe de décima y ron. Cuando se mudó para La Habana, nadie podía hablar en la casa si la televisión transmitía el cruce de estrofas entre Justo Vega y Adolfo Alfonso, dos pesos pesados del repentismo nacional. Aquellos señores lo mismo se enzarzaban en un duelo verbal sobre temas ganaderos que románticos, pasaban de la "bronca" al humor con ingeniosos versos.

Los admiradores de la décima estarán de plácemes a partir del 27 de junio con el comienzo de la Jornada Cucalambeana en Las Tunas. Durante el evento se realizará el concurso nacional de repentismo, que lleva el nombre de Justo Vega y que ya entra en su edición número diecinueve. El certamen ha tenido sus altas y bajas en los últimos años, en medio de un contexto de preferencias musicales donde el reggaetón y otras sonoridades arrasan en los gustos.

Entre los retos que tienen los organizadores de la lid, se encuentra no sólo elevar el nivel de la competencia sino también sacudirle esa imagen de "cosa para viejos" que hoy tiene la décima entre los cubanos más jóvenes. La Casa Iberoamericana de la décima, Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, ha trabajado en nuevas exigencias para los participantes en el concurso, pero sólo el público asistente dirá la última palabra sobre la calidad del encuentro.

Amén de algunas honrosas excepciones, el repentismo cubano se ha encerrado en temas que no logran ser atractivos en estos tiempos que corren. Demasiada imagen de "campesino feliz" y "revolucionario" se intenta difundir en sus tonadas, cuando el hombre del campo es uno de los más damnificados con la actual situación económica. A diferencia de los guateques en los que participaba mi abuelo, donde la vida de la gente pegada a la tierra se hacía sentir, estos decimistas suenan como si estuvieran demasiado interesados en los enfrentamientos personales y en ponerle rima a las consignas políticas.

Muchos de nuestros guajiros expresaban a través del repentismo sus angustias, hablaban de amores perdidos, pero también de semillas recién sembradas en el surco y del temor permanente a que el mal tiempo se llevara sus cosechas. El que mejor sabía improvisar se ganaba los mayores aplausos y un pie forzado bastaba para que una andanada de creatividad y emoción brotara de aquellas gargantas. La mayoría nunca había cursado estudios musicales, probablemente ni siquiera había ido a la escuela primaria. Pero cuando cantaban, sus voces sonaban libres y sabias.

El repentismo cubano actual se ha vuelto demasiado atildado. No hay peleas de gallos a su alrededor, el ron no corre mientras se canta y el lechón asándose en la púa casi siempre es sólo para la escenografía. El propio concurso Justo Vega se ha convertido en algo cansino y al no contar con un estímulo en metálico para los ganadores, muchos dejaron de sumarse a su convocatoria. "Soy guajiro, pero no bobo", me dijo un amigo repentista hace un par de años, cuando lo llamaron para agregar su voz a la contienda.

Ahora se les exige a los repentistas en competencia "ser profesionales", lo cual significa estar afiliado a alguna empresa musical que valide su calidad artística. Si mi abuelo resucitara con sus tonadas en medio del batey, no podría participar en esta semana Cucalambeana por no tener un papel que lo avale como decimista. ¡Le zumba el merequetén! diría, nada más enterarse.

Hay jóvenes que prometen y que me provocan cierta esperanza de que no todo está tan mal. El ingenio y la audacia de Liliana Rodríguez han sido muy bien recibidos por quienes seguimos esta manifestación que es parte del patrimonio musical de Cuba. Pero falta mucho por hacer.

El reto es quitarle a la décima no sólo esa pátina de antigüedad, sino que pase también a tratar temas más actuales y polémicos. Hay que dejar de encaramar a los repentistas en cada tribuna política en función de las necesidades del Gobierno. Eso, en lugar de reforzar el discurso oficial, lo que hace es alejar la décima del corazón de los cubanos.

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