El músico cubano Pavel Urkiza vuelve a casa con su último disco
El artista presenta en un concierto en Madrid 'Regreso a la tierra'
Madrid/Pavel Urkiza (Kiev, Ucrania, 1963) aparece dibujado en la portada de su nuevo disco, obra de Sandra Ramos, con una guitarra en forma de isla de Cuba, sentado en un pretil con un mar detrás. Queda claro desde ahí que el trabajo, que este jueves presentó en concierto en Madrid, es ni más ni menos como se llama: Regreso a la tierra.
Una vuelta a las sonoridades de Cuba "pasadas por el agua del mundo", como lo definió él mismo sobre el exquisito escenario del AC Recoletos Jazz –ese pequeño lounge de hotel convertido en una de las salas musicales de más calidad en la capital española–. No podría ser de otra manera con Urkiza, que lleva las fronteras de la música en las venas y la fusión como bandera, de lo que es muestra principal sus discos anteriores La ruta de las almas (2016) y Descarga subterránea (2021).
Dos de los músicos que trabajaron con él en este último álbum, precisamente, lo acompañaron en el concierto de Madrid: Iván Ruiz Machado al bajo y Fernando Favier a la percusión.
Entre los tres, a lo largo de más de una docena de canciones, envolvieron desde el principio al público, que lo único que echó de menos fue más espacio para bailar. Rumba, son, canción guajira, guaguancó..., ritmos incompatibles con estarse tranquilo en la silla. Con la escritora Wendy Guerra a la cabeza y en primera fila, algunos se animaron a mover el cuerpo entero en canciones como Chica Mamey, En cada esquina, Ay, Magdalena o Regreso a la tierra.
Esta fue apoteosis. "Volver a reír en casa de amigos, poder convertir deseos en realidad, volver y decirte todo lo que pienso sin miedo al miedo y sin dolor, volver a bañarme en esa luz que anhelo, volver a soñar despierto, volver en libertad", dice la letra, que en el disco canta Urkiza junto a Haydée Milanés.
Antes, el músico emocionó con los dos temas dedicados a lo que pasa en Cuba "en estos tiempos": Todo por ti, homenaje a las protestas multitudinarias del 11 de julio de 2021 y originalmente cantado a la par con Daymé Arocena, y Una gota de verdad, sobre el acuartelamiento del Movimiento San Isidro en noviembre de 2020. Urkiza los dedicó, en primer lugar, a los artistas encarcelados Luis Manuel Otero Alcántara y Maykel Osorbo, y a continuación, generoso, a Luz Escobar y Julio Llópiz-Casal, en el público, y a Yoani Sánchez y 14ymedio, en la distancia. Y se permitió un poco de pedagogía, al insistir en lo que lleva advirtiéndoles a sus amigos españoles de izquierda desde que vino a este país, para el quinto centenario del descubrimiento de América: que Cuba "no tiene nada que ver con ser de izquierdas o ser derechas sino que es una dictadura".
"Volver a reír en casa de amigos, poder convertir deseos en realidad, volver y decirte todo lo que pienso sin miedo al miedo y sin dolor, volver a bañarme en esa luz que anhelo, volver a soñar despierto, volver en libertad"
Hubo también momentos de intimidad, en Para aliviar tu pena, Lágrimas de placer o Seda, temas que hacían pensar en el primer Pavel, el de Gema, el de los primeros años noventa, cuando el dúo abrió una ventana de luz cantando al verdadero corazón de Cuba, lastimado por la crisis que en aquellos años se llamó "período especial en tiempos de paz", sin hacer concesiones al oficialismo. No tienen ideología el amor y el desamor. "La dicha no se fue, la gracia es poderla ver, cada persona tiene su porqué. Dime quién eres tú y quién soy yo cuando una sensación de amor se convierte en seda y nos envuelve como luz de sol".
Deliciosa se abrió paso The Miamera. Compuesta en inglés y español, ritmos de Guantanamera matrimoniados con blues y jazz, la canción está dedicada a la cara dura, pobre y trabajadora de los migrantes cubanos en Florida. "Not all the faces of this town are smiling", ay, miamera, "tu sangre cruzó la frontera".
Dice Urkiza, precisamente, que el disco nació de su experiencia en Miami, donde reside ahora y que es, en sus palabras, "como estar en casa". Y en casa estuvo también en Madrid, rodeado de numerosos cubanos amigos y de su hijo, Malcolm, ante el que se volvía padre más que otra cosa y que va camino de ser músico también. A nadie se dejó por saludar de los presentes (y de los no presentes, como Carlos Manuel Álvarez, cuyo premio Anagrama de crónica quiso subrayar). Uno por uno agradecía Pavel, como si no fuera el artista que es –compositor, cantante, productor y tantos otros roles dentro del oficio– desde hace más de treinta años.
No hay más remedio para un músico que quiera vivir de su arte que llevar esa casa cubana a cuestas. Al menos, hasta el verdadero regreso, a la Isla en libertad.
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