'Casa Vacía' para escritores

Portada y contraportada de 'No te lleves esa palabra', libro publicado por la editorial Casa Vacía. (Casa Vacía)
Portada y contraportada de 'No te lleves esa palabra', libro publicado por la editorial Casa Vacía. (Casa Vacía)
José Prats Sariol

14 de abril 2017 - 12:46

Miami/Cuando el próximo 16 de abril se clausure en Santiago de Cuba la Feria del Libro de 2017, que castiga al lector con 24 títulos de o sobre Fidel Castro, el oficialista Observatorio del Libro y la Literatura no hablará de que la más reciente literatura cubana crece fuera con renovado vigor. Sus pesimistas estadísticas de lectores no incluyen el análisis de las ofertas del exilio, que como los peloteros podrían jugar dentro de Cuba.

Una oferta es la editorial Casa Vacía, pronto celebrando su título número 20, sin aún llegar al año de fundada. Buen ejemplo para desautorizar a los catastrofistas de la UNEAC y del Ministerio de Cultura, cuyas declaraciones –el American way of life asesina la vida espiritual– no sólo huelen a bolitas de naftalina –lo cubano momificado– sino a demagogia, curiosamente guardada en la garganta cuando aterrizan en Miami.

Casa Vacía ha sido fundada en Richmond, Virginia, por Pablo de Cuba Soria –uno de los poetas de habla hispana, menor de cuarenta años, con más fuerza expresiva– y el talentoso ensayista Duanel Díaz. Allí porque ambos son profesores en la universidad de la ciudad donde se halla el familiar, entrañable Museo Edgar Allan Poe; tras los dos obtener la licenciatura en letras en la Universidad de La Habana y el doctorado en universidades norteamericanas.

Mezcla formativa que simboliza ese mestizaje supersincrético –enriquecedor y diferente al afrocubano caribeño, con substrato indígena– que nos caracteriza en 2017 como nación sólo geográficamente insular. Mezcla que también suele ser "obviada" por los escasos intelectuales aún adictos a lo que alguna vez (1959-1971) fue "revolución cubana"; y por algunos cubanólogos de vertiginosa ligereza. Mezcla que se proyecta beneficiosamente sobre los títulos de la editorial, donde un cosmopolitismo de acento anglosajón participa en lo que podría bautizarse de neoajiaco: nuevo ajiaco, libremente enriquecido.

De una frase de Nietzsche extrae la editorial su nombre. Dice: "Sobre ello podría yo cantar una canción, y quiero cantarla: aunque esté yo solo en la casa vacía y tenga que cantar para mis propios oídos"

De una frase de Nietzsche extrae la editorial su nombre. Dice "Sobre ello podría yo cantar una canción, y quiero cantarla: aunque esté yo solo en la casa vacía y tenga que cantar para mis propios oídos". Frase que se emparienta con la certeza de algunos críticos literarios, que sostienen –como Harold Bloom– que apenas podemos conversar con algunas personas. Lo que refuerza la voluntad vocacional hacia la escritura, es decir, con natural arrogancia, la idea de que aunque se escribe para que alguien nos lea, siempre las recepciones serán fortuitas, azarosas; para la "inmensa minoría" de la que hablara Juan Ramón Jiménez.

Bajo esa certeza Casa Vacía trabaja sus libros con un funcional diseño y logotipo, nada menos que realizados por una leyenda del diseño gráfico cubano: el pintor Umberto Peña –ahora en Salamanca–, que durante décadas prestigiara con su talento la Editorial Casa de las Américas.

Editorial que sólo solicita libros –con lo que por lo menos evita presiones cuajadas de vanidades–, y que no cobra un centavo a los escritores; es una alegría recibirla, incorporarla como una opción más a las dirigidas por cubanos exiliados que existen en España y Holanda, en Miami y Houston..., con una oferta desde luego que heterogénea –a veces muy "heterogénea"–, pero no lastrada por mediocres burocracias locales ni por censuras ideológicas del conocido corte del juego con la cadena pero no con el mono, de la disidencia autorizada.

Casa Vacía ya exhibe libros de autores del torrencial prestigio de José Kozer o del desaparecido, lenguaraz matancero Lorenzo García Vega; a Pablo de Cuba Soria, Rolando Jorge, Javier Marimón, Michael Miranda, la sagaz ensayista Idalia Morejón Arnaiz –aunque con una breve compilación de sus poemas–, el decimista –excelente cuando logra recrear tonadas e improvisaciones– René Rubí Cordoví; a escritores más jóvenes: cuentos de Abel Fernández-Larrea y poemas de la procaz Legna Rodríguez; junto a la uruguaya Silvia Guerra –aunque en el mismo volumen que Kozer–, el ensayista colombiano Luis Carlos Ayarza, el narrador también colombiano Enrique Rodríguez Araújo... Antes del verano aparecerán los poemas –compilados con suelta generosidad– de Rogelio Saunders y una edición ampliada de la endeble –Una Literatura Sin Cualidades– muestra de escritores cubanos de la Generación 0, es decir, que comienzan a publicar con el advenimiento del tercer milenio de la Era Cristiana, de nuevo a cargo de Duanel Díaz.

Como signo de ese neoajiaco que se cocina sin fronteras, desde un sentido crítico de la globalización, comienza la reedición de Caribe Transplatino, a más de un cuarto de siglo de cuando se publicara –compilada y prologada por Néstor Perlongher– aquella antología de poetas neobarrocos, encabezados por José Lezama Lima.

Al reto de que pronto cada libro esté también en formato digital se une la voluntad de participar este año en la Feria del Libro de Guadalajara y en la de Miami

También en los próximos meses aparecerán Helsinski, edición bilingüe del poeta norteamericano Peter Richards; una edición también bilingüe de End to torment (Memorias con Ezra Pound), de Hilda Dolittle; una antología de poemas de José Félix León y un cuaderno de Reina María Rodríguez. Varios proyectos avanzan, en cuya ejecución se mezclan cubanos que por ahora viven dentro o fuera, según envejecidas fronteras del envejecido gobierno viejo, sin redundancia.

Al reto de que pronto cada libro esté también en formato digital se une la voluntad de participar este año en la Feria del Libro de Guadalajara y en la de Miami, la priorización de ediciones bilingües para captar lectores jóvenes descendientes de hispanos en Estados Unidos y la incorporación de textos en géneros donde aún no hay muestras: novela y teatro.

Por supuesto que Casa Vacía no existe para ser un concluyente mentís a los desvencijados comisarios políticos de un régimen en sus pataleos postreros. Eso apenas es un subproducto. Porque sencillamente es una nueva, tintineante oferta cultural que desde la desparramada nación cubana establece otro sitio para leer. Su sentido ecuménico la dignifica, aunque claro que no la libra de erratas y gazapos. Tampoco de la trivialización que galopa sobre la especie desde el culto a la rapidez, a apurar la lectura para textear la caca del niño o subir el versito de la abuela.

La testaruda frase de Nietzsche que bautiza Casa Vacía parece recibir dos versos de Lezama, cuando en su autobiografía poética –Rapsodia para el mulo– dice: "Su don ya no es estéril; su creación / la segura marcha en el abismo".

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