Las gárgolas recuperan su fiereza
Pinar del Río/A principios del siglo pasado muchos padres no dejaban acercarse a sus hijos a la misteriosa construcción que se erigió en la esquina de las calles Martí y Cabada en la ciudad de Pinar del Río. Su constructor, Francisco Guasch, fue considerado un loco por construir el más caprichoso palacio de la arquitectura cubana.
A lo largo de 90 metros, la fachada exhibe una variopinta colección de flores, plantas, animales y seres mitológicos. En sus nueve columna apenas se repiten los motivos, escoltados por torres de reminiscencias góticas, capiteles y cornisas inclasificables.
Cuentan los testigos que este "fenómeno" arquitectónico solo necesitó de dos diestros albañiles y la creatividad de su inspirador que, tras estudiar medicina en Europa, regresó a vivir a la Isla. Con sus propias manos amasó la piedra y el cemento para darle a sus monstruos la hermosa fealdad de las quimeras.
Ahora, los nietos de aquellos niños visitan la zona wifi para conectarse a internet a pocos metros del inmueble. En el tiempo transcurrido, las inclemencias del tiempo y la desidia hicieron mella en la estructura de la obra de Guasch y en su interior se instaló hace años el Museo de Historia Natural.
La reparación del edificio, que finalizará previsiblemente a finales de julio, ha reavivado la esperanza de los vecinos de de ver renacer el terrible gesto de sus gárgolas. Ellas son testigos de la locura de un hombre que fue considerado un demente y ha acabado siendo visto como un hijo insigne de la ciudad pinareña.