La guerra contra el campesinado
Este es el tercero de cinco artículos en los que invitamos a los lectores de '14ymedio' a que recorran con mirada crítica los primeros 20 años de la Revolución rusa
Santiago de Chile/Lenin mostrará hasta qué extremos estaba dispuesto a llegar al firmar, el 11 de agosto de 1918, una orden de ahorcamiento masivo de campesinos acomodados, kulaks, que fue descubierta en los archivos secretos después de la caída de la Unión Soviética. Este texto dice todo acerca de Lenin y el régimen que estaba implantando (los énfasis son de Lenin):
¡Camaradas!
La rebelión de los cinco distritos de kulaks debe ser suprimida sin misericordia. El interés de la revolución en su conjunto lo exige, porque la batalla final decisiva con los kulaks se está desarrollando por todas partes. Necesitamos estatuir un ejemplo.
1) Ahorquen (ahorquen de una manera que la gente lo vea) no menos de 100 kulaks conocidos, hombres ricos, chupasangres.
2) Publiquen sus nombres.
3) Quítenles todo su grano.
4) Designen rehenes – de acuerdo al telegrama de ayer.
Háganlo de manera tal que la gente, a centenares de verstas (medida rusa de poco más de un kilómetro, MR) a la redonda, vea, tiemble, sepa, grite: están estrangulando y estrangularán hasta la muerte a los kulaks chupasangres.
Telegrafíen acuso, recibo y ejecución.
Suyo, Lenin
Busquen gente verdaderamente dura.
Esta orden no constituye un hecho aislado. La habían antecedido medidas como la masacre del zar Nicolás II y toda su familia en julio y la seguirían muchas otras medidas similares. Como dice Hélène Carrère d'Encausse en su biografía de Lenin: "Seguirán a esta orden innumerables mensajes del mismo tipo: enfrentado a la resistencia social Lenin ya no sabe más que ordenar medidas terroristas [...] Rusia se convierte en un país en que se despliega un terrorismo estatal sin precedentes [...] El 5 de septiembre [de 1918], un decreto instaura oficialmente el 'terror rojo', terror masivo, y libera a la Cheka de cualquier preocupación legal [...] Un poder de una violencia desenfrenada se impone a todo un país tratado como enemigo."
Paralelamente, los bolcheviques lanzan una política de control total que implica retomar el poder sobre los centros de trabajo, eliminando toda forma de autogestión independiente y encuadrando el accionar de los sindicatos en el marco de la férrea disciplina del nuevo Estado. También los célebres soviets correrán una suerte similar, transformándose pronto en meros elementos decorativos. Uno de los hechos más dramáticos y simbólicos de este periodo formativo del régimen totalitario será el brutal aplastamiento del último soviet independiente del poder bolchevique: el soviet de la célebre base naval de Kronstadt en marzo de 1921. Así, lo que empezó con la famosa consigna de "Todo el poder a los soviets" concluía con lo que de hecho era la consigna del nuevo poder dictatorial: "Todo el poder contra los soviets".
Fue una de las últimas victorias de Lenin, quien a partir de mayo de 1922 sufre varios ataques cerebrales que finalmente lo llevarán a la muerte en enero de 1924. A los 53 años terminaba su vida en medio de una profunda angustia frente al destino de su revolución y el ascenso al poder de quien fuese una de sus criaturas políticas más genuinas y, justamente por ello, más temibles: Iósif Stalin.
La nueva élite había logrado aplastar a las viejas clases dirigentes, diezmar a las clases medias urbanas y aterrorizar a los trabajadores. Pero a pesar de ello, su camino hacia un ejercicio duradero y seguro del poder no estaba aún despejado. Faltaba el episodio más decisivo de todo el drama revolucionario: la confrontación entre el poder bolchevique y la gran masa del pueblo ruso, es decir, la abrumadora mayoría de campesinos que la conformaba. Esta confrontación había sido pospuesta por los bolcheviques en 1921, entendiendo que sus fuerzas no eran suficientes para darle continuidad a la política de represión y requisas forzadas de los primeros años. Se abrie así un período de varios años en que el nuevo poder trata de convivir con un campesinado propietario que, de hecho, había reforzado su posición a partir de la ocupación de las tierras de la vieja nobleza y del Estado zarista.
La tregua terminaría abruptamente a fines de 1929, dando paso al episodio más sangriento de la consolidación del totalitarismo comunista: la colectivización forzada de la agricultura y el aplastamiento de la clase campesina. Su contexto es la aceleración de la política de industrialización acordada en marzo de 1929 y el intento, para financiarla, de aumentar las exacciones que recaían sobre los campesinos. La resistencia a las mismas fue inmediata dando paso a lo que sería una brutal operación militar. Los campesinos optaron a menudo por destruir todo lo que tenían antes de entregarlo al nuevo Estado, estallando en 1931 la primera de una serie de terribles hambrunas que costarían unos seis o siete millones de vidas.
Como parte integrante de la colectivización comienzan las deportaciones en masa y el sistema de campos de concentración y trabajo forzado, el famoso Gulag, empieza a expandirse de manera extraordinaria. Anne Applebaum, en su detallada historia del Gulag (Gulag: Historia de los campos de concentración soviéticos), considera justamente el año 1929 como el momento en que el sistema de los campos cambia de carácter y se masifica. La raíz de este cambio es la industrialización forzada, con su notable demanda de fuerza de trabajo para grandes proyectos infraestructurales, y la colectivización del campo, que genera enormes masas de campesinos deportados y esclavizados.
Simon Sebag Montefiore nos da, en La corte del zar rojo, la siguiente visión de esos tiempos luctuosos: "En el verano de 1931, la escasez pasa a transformarse en hambruna en el campo[...] La GPU y los 180.000 militantes del partido enviados desde las ciudades empezaron a usar los fusiles, el linchamiento y el complejo de campos del Gulag para quebrar la resistencia de las aldeas. Más de dos millones fueron deportados a Siberia y Kazajstán; en 1930 había 179.000 personas esclavizadas en los Gulags; en 1935 llegaban casi a un millón. El terror y el trabajo forzado se transformaron en el quehacer fundamental del trabajo del Politburó." Y luego nos muestra a Stalin en plena acción: "Sobre una hoja llena de garabatos, Stalin escribe con un lápiz azul grueso: [...] deportaciones: Ucrania 145.000. Cáucaso N. 71.000. Bajo Volga 50.000 (¡un montón!). Rusia Blanca 42.000 [...] Y así sigue hasta totalizar 418.000 deportados".