La Habana y la hija del carnicero

Las entrevistas para el trabajo periodístico revelan una Habana profunda, de los márgenes, el abandono y los bajos fondos
La puesta en escena de 'Kera o La Hija del Carnicero'. (Yasser Expósito)
Lynn Cruz

02 de octubre 2015 - 17:43

La Habana/Este miércoles concluyó la puesta en escena de Kera o La Hija del Carnicero, una obra que sobresale dentro de la dramaturgia y el escenario teatral cubano actual. Basada en la obra contemporánea La Hija del Cazador o Devora Polacos, de Monika Powalisz, la pieza subió a las tablas en la sala Tito Junco del Teatro Bertolt Brecht durante la semana dedicada a la dramaturgia polaca. La brillante adaptación ha corrido a cargo de Konrad Morales Manero, quien junto al resto del equipo logra una obra auténticamente cubana. Jóvenes que hacen teatro joven.

Esta coproducción entre Victoria Teatro y Espacio Teatral Aldaba exhibe un ritmo contemporáneo, un discurso valiente, diáfano y deja muy en claro un aspecto importante del arte teatral, el carácter de protesta, de manifiesto.

El personaje María Caridad de Armas, Kera, es una estudiante de preuniversitario, insolente, cruel y despiadada. La actriz Karla Menéndez da vida con brillantez y frescura a esta joven que no tiene madre, mientras su padre trabaja como carnicero.

En la trama, La Habana es sacudida por una ola de violencia y se sospecha que se trata de un asesino en serie. Los medios informativos pretenden aminorar el problema, pero una joven reportera y un camarógrafo se encuentran ante la disyuntiva ética que cuestiona el control de los medios y la imposibilidad de ofrecer la información.

Ambos personajes, interpretados por Anniet Forte y Erick Morales Manero, respectivamente, comienzan una investigación para realizar un reportaje sobre los sucesos. Las entrevistas para el trabajo periodístico revelan una Habana profunda, de los márgenes, el abandono y los bajos fondos. La puesta en escena va adquiriendo con estas imágenes audiovisuales cierto carácter documental.

En contraste a esa realidad, el maestro de Kera imparte en su aula una clase teórica sobre las diferencias entre el capitalismo y el socialismo. Momento similar a cuando la reportera y el camarógrafo revisan las teorías de Johan Galtung, sociólogo y matemático noruego, a la par que se proyectan diapositivas con definiciones sobre los distintos tipos de violencia. La obra gana con estos aspectos un tono de ensayo.

Forte imprime a su personaje coherencia, sobriedad y fuerza, mientras que Morales Manero se debate de manera exitosa entre la interpretación y la dirección, esta última junto a María Victoria Ortega. Ambos intérpretes mantienen todo el tiempo un excelente duelo escénico.

El equipo teatral ha aunado talentos, desde la excelente versión de la obra, la puesta en escena hasta las rupturas de lenguaje, que sorprenden al espectador

El equipo que ha llevado a escena Kera o La Hija del Carnicero ha aunado talentos, desde la excelente versión de la obra, la puesta en escena hasta las rupturas de lenguaje, que sorprenden al espectador. Humor e ironía también están presentes, además de un logrado uso de los materiales audiovisuales, que constituyen una parte esencial en el discurso. Los espectadores asisten a un verdadero juego escénico, con precisión en los movimientos, en las transiciones de luz y los cambios de escenas.

El montaje alcanza a ser ingenioso y fluido, además de percibirse las influencias del cine, desde la elaboración misma del material audiovisual, la música elegida de películas como Réquiem por un sueño y el hecho de que por momentos el personaje de la joven estudiante evoca a Mallory en Asesinos por naturaleza. A punto de concluir, en un tono más simbólico, comienza una danza macabra a Keres, las divinidades griegas de la muerte violenta.

Mientras confiesa su culpa en los asesinatos, Kera nos advierte también sobre la necesidad de defender la patria. En este punto la obra reflexiona sobre los adolescentes y las posibles causas que generan la violencia en la Cuba de hoy. La protagonista explica haber librado a los niños y a los ancianos de su sufrimiento, como partes más sensibles de la sociedad. No es gratuito que su primera víctima haya sido una anciana.

Al narrar las razones que la llevaron a cometer 13 asesinatos, Kera conmueve, le habla a la audiencia y los llama cubanos. Su discurso se magnifica y se convierte en palabras para todo el pueblo. Una alocución que se podría sintetizar, revisar ese cierre del personaje, para que no incurra en un tono lastimero y pierda la brillantez que le imprime Menéndez durante toda la obra.

El final debería evitar caer presa de ideologías o didactismos. Aunque, vale la pena subrayar que Morales y Ortega no pierden el pulso en esta propuesta de verdadero y buen teatro político, en términos de búsqueda y contextualización sociológica de la realidad cubana actual. Una puesta que ya está haciendo historia.

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