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Una historia en Vietnam y una advertencia para Cuba

Esta serie documental debería dejarnos un mensaje sobre lo estéril y desgastante de un largo enfrentamiento

El documental aborda las complejidades del conflicto entre Vietnam y Estados Unidos desde todos los puntos de vista.
Zunilda Mata

17 de junio 2020 - 14:23

La Habana/La pandemia ha traído pocas cosas positivas a Cuba, pero entre ellas destaca el aumento de las opciones en la parrilla audiovisual alternativa. El mercado informal de contenido ha experimentado con el confinamiento un crecimiento de la demanda y de las exigencias de los clientes. Entre los títulos que han llegado para acompañarnos y sacudirnos en esta cuarentena está la serie documental La guerra de Vietnam (The Vietnam War).

Disponible en la plataforma Netflix, esta detallada cronología del intenso conflicto que sacudió a una generación y moldeó parte del mundo que conocemos ha llegado a la Isla de la mano de los distribuidores clandestinos que intuyen que, a pesar de los duros cuestionamientos a la actuación de Estados Unidos que recorren todo el material, es poco probable que la televisión oficial cubana se atreva a transmitirlo.

A pesar de los duros cuestionamientos a la actuación de Estados Unidos que recorren todo el material, es poco probable que la televisión oficial cubana se atreva a transmitirlo

En las dieciocho horas divididas en diez capítulos que componen el material dirigido por Ken Burns y Lynn Novick hay una hebra de acero que recorre todo de principio a fin: la convicción de que, hasta en los enfrentamientos más virulentos y prolongados, una historia tiene que ser contada por todas sus voces. Así, el coro polifónico que han logrado de esta cruenta batalla lo componen sobrevivientes de un bando y de otro, diplomáticos y generales, viudas y zapadores.

Desde los primeros minutos, el espectador se da cuenta de que está ante la narración de un conflicto de una gran complejidad, en el que confluyen cultura, colonización, cambios de administraciones políticas, nacionalismo, ideologías, ambición y prejuicios. Un encontronazo que se extendió a lo largo de más de veinte años en los que el mundo se transformó, en parte, espoleado por una contienda que muchos empezaron apoyando y terminaron repudiando.

El volumen de información y material de archivo que pone a disposición del espectador el documental de Burns y Novick resulta impresionante. Tanto es así que para transmitir ese caudal sin aburrir, los realizadores entrelazan con maestría testimonios, una excelente banda musical que se convierte en un personaje más, grabaciones fílmicas y fotos fijas que ganan vida bajo el efecto de pasar de un detalle al todo o del plano general a una porción.

Vemos desfilar ante la cámara a guerreros que entraron al campo de batalla convencidos de morir y matar, pero que terminan narrando el proceso de dolor y desengaño que les causó el conflicto. Militares condecorados con los máximos galardones que aún no pueden dormir porque cada madrugada las bombas estremecen sus sueños y otros que ahora reconocen que fueron simples piezas en un ajedrez político que se jugaba muy lejos de las balas. En fin, el horror de una guerra, sus absurdos y su falta de lógica.

Pero más allá de las descripción de los combates, de los detalles sobre los rejuegos diplomáticos y de la recreación minuciosa del contexto mundial, esta serie se levanta sobre las historias personales que se van desplegando y enriqueciendo a lo largo de sus capítulos. Se establece entonces una conexión emocional y una empatía con cada uno de los entrevistados que hace superar las reticencias políticas y los estereotipos -casi de caricatura- de la versión oficial que, por décadas, nos han contado los medios oficiales en la Isla.

Con tantos muertos de ambos lados, ¿cómo pueden hablar frente a la cámara estadounidenses y vietnamitas que, en lugar de promover el odio acérrimo al contrincante, advierten de la necesidad de la paz y el entendimiento?

Con el trasfondo de la Guerra Fría, el documental arroja luz sobre todas las aristas, hasta las más incómodas: los desmanes del régimen comunista de Vietnam del Norte, la corruptela de las autoridades del sur, las atrocidades de ambas partes, los asesinatos de civiles, el involucramiento despiadado de Estados Unidos movido por la rivalidad com Moscú que lo hunde más y más en un conflicto que en un momento queda claro que no podrá ganar pero que se niega a abandonar. Pero también resaltan los momentos inspiradores, como la importancia del movimiento cívico para poner fin a la contienda y la capacidad de la nación asiática para no quedar atada al victimismo del pasado. Es en ese punto donde los espectadores cubanos probablemente miren con más atención, pausen la narración y se hagan preguntas, muchas preguntas.

¿Cómo es posible que dos países que se enfrentaron con tanta crueldad hayan podido reconstruir vínculos diplomáticos? Con tantos muertos de ambos lados, ¿cómo pueden hablar frente a la cámara estadounidenses y vietnamitas que, en lugar de promover el odio acérrimo al contrincante, advierten de la necesidad de la paz y el entendimiento? ¿Por qué ha podido darse el llamado "milagro económico" en ese país asiático devastado por el conflicto y no en Cuba?

Aunque La Habana y Hanoi comparten un régimen de único partido, la censura y la represión contra la disidencia, la nación indochina ha sabido aparcar buena parte de la doctrina comunista y convertir a su viejo enemigo en un aliado diplomático y comercial. Eso se ha logrado, en parte, porque tras años de lucha y mutuas heridas, con el paso del tiempo, la experiencia vivida y los testimonios de los sobrevivientes, Estados Unidos y Vietnam comprendieron que con el conflicto solo se estaban destrozando a sí mismos.

La serie documental La guerra de Vietnam debería dejarnos un mensaje sobre lo estéril y desgastante de un largo enfrentamiento.

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