Los humoristas de 'Mazzantini' salvan agosto del sopor editorial
- Rescatan el clásico 'La Habana. Apuntes históricos', de Emilio Roig
- El Centro de Estudios Martianos pide limosna para imprimir los tomos 30, 31 y 32
Salamanca/En Cuba ya no hay dinero ni para Martí. Es verdad que el culto al Apóstol en su tierra tuvo siempre algo de limosnero, y que no hubo homenaje –desde la Plaza Cívica hasta los Cuadernos martianos– que no exigiera pasar el sombrero al maltratado bolsillo popular. Pero el castrismo, o este limbo sin etiqueta que vino luego, siempre le imprime a todo su miseria particular.
Nadie olvida los famosos 28 tomos de Obras Completas con prólogo de Juan Marinello que, en algunas casas cultas cubanas, todavía acumulan polvo. Se decía incluso que existía un tomo 29, el volumen profético, censurado por hablar de Fidel, el comunismo, la informática, el reordenamiento y otras páginas de futurología. Menos memorables –por lo poco que duró en las librerías– son las ediciones críticas que, si hacemos caso a lo que dice la martiróloga profesional Marlene Vázquez, se quedarán eternamente incompletas.
Con prosa martiana –la imitación de Martí es siempre parodia apostólica–, Vázquez asegura que “en estos momentos la dirección del Centro de Estudios Martianos se encuentra buscando fuentes de financiamiento para la impresión de los tomos 30, 31 y 32, ya terminados”. Y promete que, “como es habitual, quienes contribuyan serán reconocidos en la página de créditos del tomo correspondiente”.
Se decía incluso que existía un tomo 29, el volumen profético, censurado por hablar de Fidel, el comunismo, la informática, el reordenamiento y otras páginas de futurología
Vázquez no dice si espera dólares, euros o los humildes pesos con la cara del Apóstol. Se limita a recordarle al Gobierno el servicio propagandístico que podrían hacerle: “En el presente, en medio de la guerra de pensamiento que se nos hace, y dispuestos a ganarla a pensamiento, esa obra magna es de gran utilidad”. Esta muestra del arte de la seducción apareció en Cubadebate, pero cualquier cubano sabe que la sangre no llegará al río. Y los dólares, menos.
En las antípodas del mendicante Centro de Estudios Martianos está la Oficina del Historiador de La Habana. Lo demuestra la resurrección, tras años de letargo, de Ediciones Boloña, uno de los proyectos que con mayor agilidad desmanteló la actual directora adjunta, Perla Rosales, tras la muerte de Eusebio Leal. Reinventada y con dinero, Boloña publica en un costoso volumen el clásico La Habana. Apuntes históricos, de Emilio Roig.
A la presentación acudió Rosales y toda la plana mayor –la metáfora militar no es exagerada– de la Oficina. Los Apuntes de Roig, el viejo historiador republicano a quien el castrismo hizo todo lo posible por olvidar, no se editaban desde los años 60.
De capa caída, la edición de libros cubanos en el exilio parece haber entrado también en un letargo vacacional –ya ocurrió en enero–. Casi ningún título y muy pocos sobresalientes. Rompe la mala racha un libro de dibujos y apuntes, Cartografía personal, de Jorge Pantoja. El artista, nacido en La Habana, compone el libro que todo cubano podría hacer: la antología de sus libretas escolares, las primeras cartas y garabatos.
La edición de libros cubanos en el exilio parece haber entrado también en un letargo vacacional
Cartografía personal es un retorno a la infancia de Pantoja a la luz, la crónica del nacimiento de su imaginación. En él se plantea la tensión entre el sentimiento y la doctrina, lo precoz y lo desconocido, lo rígido y lo aventurero. Al final, la trayectoria descrita es el fundamento de su propia experiencia como creador, que cabe en esos apuntes remotos.
La vuelta a la mitología –uno de sus temas predilectos– define el nuevo poemario de Roberto Méndez, Descenso de Alcestes (Casa Vacía). Con todo un arsenal de libros a cuestas, Méndez convoca en su libro a Hércules y Orfeo, que viajaron al infierno y volvieron, o a Mozart, que se enfrentó a la muerte pero no regresó.
Quienes sí no descansan –el verdadero humorista nunca lo hace–, son los dibujantes de Mazzantini. La “revista de toros, chivas y tarruces, de cepa y de cruce” ha tenido mucho trabajo desde que el pasado 28 de julio Nicolás Maduro se negara a abandonar Miraflores. La portada del número 52 muestra la cabeza flotante del dictador en un distópico museo de viejos tiranos. Desconcertado, Maduro es vecino de Castro, que lo mira atravesado.
La metamorfosis del Gran Maestro masón Mario Urquía Carreño en mayor del Ministerio del Interior, la estampida de dirigentes, las pifias de Televisión Cubana y las trastadas de la Seguridad del Estado completan el número. Y al final, una cita de Manuel Marrero que bien podría ser la respuesta gubernamental a la petición de dinero martiano de Marlene Vázquez: “Nunca prometemos a nuestro pueblo”, dice el rechoncho primer ministro, “lo que sabemos que no vamos a poder dar”.