Leonardo Padura: "La Habana está dentro y fuera del tiempo a la vez"
La Habana/(EFE).- De la mano del cineasta español Félix Viscarret, el escritor cubano Leonardo Padura desembarca en el cine y la televisión con las andanzas del policía más célebre de su isla, Mario Conde, trasladando al guion de Cuatro estaciones en La Habana la melancolía del lumpen caribeño que impregna sus novelas.
Además de un relato negro sobre el crimen y los bajos fondos de la capital cubana con Jorge Perugorría en la piel de un teniente desencantado con alma de poeta, la adaptación audiovisual de Padura sumerge al espectador en La Habana de finales del pasado siglo, tan envolvente y plomiza como decadente.
"Recrearse en el deterioro de La Habana creo que falsea la realidad, porque no es solo deterioro. Pero no filmar ese deterioro es negar una realidad que existe. Eso hace que sea como una ciudad que está dentro y fuera del tiempo a la vez", comenta a Efe el autor, premio Princesa de Asturias de las Letras 2015.
Padura presenta estos días en el Festival Series Manía de París una saga en la que ejerce de guionista junto con su esposa, Lucía López Coll, que se estrenará en las salas de cine españolas el próximo septiembre y cuya distribución en Latinoamérica está en negociación.
Se trata de una coproducción hispano-cubana-alemana de Tornasol Films (El secreto de sus ojos) y Nadcon Film (Millennium) que cuenta con la participación de TVE, donde escritor y director han intentado encontrar un "punto de equilibrio" que refleje la "bella decadencia de La Habana".
"Es como maquillar a una vieja señora que cuando la ves dices: 'Tiene clase, pero ya se le ven las arrugas'"
"Es como maquillar a una vieja señora que cuando la ves dices: 'Tiene clase, pero ya se le ven las arrugas'", agrega el autor de Vientos de Cuaresma, Pasado perfecto, Máscaras y Paisaje de otoño, tetralogía de la que bebe la producción que dirige Viscarret.
A Padura (La Habana, 1955) no le gusta escribir para el cine porque el guionista "entra en un territorio en el que su independencia se ve limitada" ya que el director y el productor delimitan sus "espacios de decisión".
Pero lo hace, con profesionalidad, ambición y la misma resignación del literato estadounidense Raymond Chandler, aquél guionista de Billy Wilder y Alfred Hitchcock que decía "que el verdadero escritor, cuando escribe para el cine, debe ponerse su segundo mejor traje y esforzarse lo necesario, pero no demasiado", cita el cubano.
El guion, fiel a la saga novelesca, arranca con la investigación del asesinato de una profesora de secundaria, un crimen relacionado con el tráfico de narcóticos que servirá de puerta de entrada al lado oscuro de la sociedad cubana contemporánea.
"Cada novela es una película, con su principio y su fin, y hay conexiones que se recorren a lo largo de todas las historias porque cada una es un año en la vida de Conde, y le van pasando cosas, desde el primer caso que vemos hasta que deja la policía", explica Padura sobre una producción que puede repartirse en ocho capítulos de 45 minutos o en cuatro de 90.
Pero más allá del desencanto de Conde en los años en los que Cuba se estremecía tras la caída del telón de acero, la grabación es una oda a La Habana, con matices que capturan desde los paisajes urbanos azotados por la humedad hasta las incoherencias sociales.
A Padura no le gusta escribir para el cine porque el guionista "entra en un territorio en el que su independencia se ve limitada"
"Para gran parte de la humanidad, La Habana tiene algo de fruta prohibida. Está ahí, es una tentación que está cerca pero está en su propio universo, en su propio cosmos, con sus contradicciones y con ese atractivo que tiene lo prohibido o lo inaccesible", resume Viscarret (Pamplona, 1975).
El director de Bajo las estrellas, que firma una serie negra con factura cinematográfica, en la senda de las exitosas producciones estadounidenses True Detective o Fargo, ha intentado mantener visualmente el aura habanera "sin que perdiera verosimilitud o se convirtiera en un hazmerreír para un espectador cubano".
El metraje es también una excusa para abundar en un "retrato de generación perdida y un canto a los sueños truncados", deambulando por las calles revolucionarias y abrasadoras de la capital castrista, donde al caer el sol emergen la prostitución, la droga, el tráfico de influencias y el fraude.
"Es cuando llega la noche cuando florece otro tipo de vida, otro tipo de color", concluye el cineasta navarro.