Dos libros señalan que el 11J acabó con la visión idílica de la Revolución cubana en el extranjero
Para el régimen "no pasó nada" ese día, tampoco en la plaza Tiananmen de Pekín en 1989, ironiza Francis Matéo
Salamanca/Tres años después de las multitudinarias protestas del 11 de julio de 2021 (11J), muchos lectores cubanos siguen echando de menos dos libros: un estudio histórico que defina el calibre y significado de las manifestaciones, y una antología de las crónicas, reportajes y fotografías que –con independencia de la postura ideológica– se publicaron durante aquellas jornadas. No obstante, en vísperas de su tercer aniversario han llegado a las librerías valiosos testimonios personales y no pocos estudios sobre la fecha que cambió el paisaje ciudadano de la Isla.
Es el caso de la edición en español de Cuba… ¡Patria y Vida! (Ecúmene Ediciones), del reportero francés Francis Matéo, a quien 14ymedioentrevistó a propósito de esa “crónica de una revuelta”. Un año después de aquella conversación, Mateó explica a este diario la necesidad de “no olvidar lo que ocurrió” el 11J.
“Han sido semanas, meses y años (habría que añadir: días y horas) de sufrimiento y agonía para las víctimas de la represión que siguió a estas manifestaciones. Miles de familias maltratadas, violentadas y destruidas por el acoso infligido a sus seres queridos. Víctimas inocentes encarceladas o condenadas al exilio, cuando no a la desesperación que sigue agravándose en la Isla”, enumera.
“Víctimas inocentes encarceladas o condenadas al exilio, cuando no a la desesperación que sigue agravándose en la Isla”
La situación, afirma, “no ha hecho más que empeorar”. Muchos de los que fueron detenidos en aquellos días “siguen languideciendo en prisión” y “casi 600.000 cubanos han emigrado desde el verano de 2021”.
El periodista emprende en su libro un estudio de las causas profundas de la crisis que llevó al estallido, entre ellas el desgaste de los métodos de control del régimen cubano, el endeudamiento de la cúpula y el desplome de la economía.
Según la nota de prensa que acompaña al lanzamiento, el libro relata una serie de acontecimientos ciudadanos que “se pagaron caro”. “Por primera vez desde hace más de sesenta años, la dictadura castrista es condenada abiertamente en las calles de toda la isla, y el miedo impuesto por la represión a cualquier forma de protesta cede ante el coraje de los pacíficos pero decididos manifestantes”, resume.
Matéo viajó a Cuba después de la pandemia de coronavirus y recogió el testimonio de decenas de manifestantes, entre ellos varios del barrio habanero de La Güinera, uno de los principales focos de la protesta, y donde murió, por disparos a manos de policías, Diubis Laurencio Tejeda. También entró en contacto con la periodista Iliana Hernández, que en ese momento residía en la capital bajo estricta vigilancia policial.
El libro de Matéo representa una tendencia crítica dentro del periodismo europeo que, según el propio autor, busca contrarrestar la visión idílica que muchos tienen de la Isla. Aniquilar el “romanticismo con la Revolución” es el objetivo declarado de Cuba… ¡Patria y Vida!, que toma su título de la canción que se convirtió en banda sonora de las protestas.
Matéo viajó a Cuba después de la pandemia de coronavirus y recogió el testimonio de decenas de manifestantes, entre ellos varios del barrio habanero de La Güinera
Sobre la idealización de la Isla, que el 11J rompió para muchos extranjeros, y el silenciamiento de su realidad escribió en 2022 el periodista uruguayo Carlos Liscano, pocos meses antes de su fallecimiento. Cuba, de eso mejor ni hablar (Fin de Siglo) ajustaba cuentas con una Revolución a la que Liscano dedicó no poco entusiasmo –fue guerrillero tupamaro en su país y preso político, además de cubrir la invasión de Playa Girón– y definió la complicidad de los intelectuales latinoamericanos sobre la Isla en una frase: “No sabíamos porque no queríamos saber”.
El 11J rompió el silencio para muchos “turistas ideológicos”, término con el que Liscano define a quienes viajan a una Habana decorativa y preparada por el régimen, diametralmente opuesta a la vida real de los cubanos que protestaron. Cortar internet, detener a periodistas, golpear a los ciudadanos y encarcelar a miles de personas están entre los métodos que marcaron la diferencia –según el uruguayo– entre el silencio y la denuncia.
Un intento de aproximación académica al 11J lo hizo Alexander Hall, compilador de Cuba 11J: Perspectivas contrahegemónicas de las protestas (Marx21.net). El volumen reúne un grupo de voces, mayormente de izquierdas o con algún grado de compromiso con el oficialismo, que en los últimos años han radicalizado sus posturas sobre el régimen. Es el caso de la historiadora Alina Bárbara López o el economista Miguel Alejandro Hayes. El volumen también incluye ensayos de intelectuales de enfoques tan dispares como Julio César Guanche, Mauricio de Miranda, Zuleica Romay, José Antonio Fernández Estrada, Dmitri Prieto o Leonardo Romero Negrín.
El libro, que pretendía señalar el nacimiento –o al menos el despertar– de una “izquierda crítica” en la Isla, lamentaba la pobreza del país pero suscribía algunas de las causas que el régimen le atribuye, como el bloqueo de EE UU. Acertaba, no obstante, en definir los detonantes económicos de la protesta –el paquete de medidas impuesto en enero de 2021, la inflación acelerada y la indefensión financiera de la ciudadanía ante la pandemia– y en diagnosticar la bancarrota moral del régimen.
El valor del libro radica en que recoge los documentos emitidos por el poder durante esas jornadas, que dan fe de las llamadas a la represión de Miguel Díaz-Canel
El propio Gobierno cubano impulsó la redacción de una historia oficial de las protestas –Cuba 11J. Protestas, respuestas, desafíos (Elag)– en el que culpaba totalmente a Washington por el estallido y se lavaba las manos para señalar a un responsable: Donald Trump. El valor del libro radica en que recoge los documentos emitidos por el poder durante esas jornadas, que dan fe de las llamadas a la represión de Miguel Díaz-Canel.
Además están los discursos que dio el mandatario, “con Raúl Castro a su lado”, en los llamados actos de reafirmación revolucionaria tras la protesta; los mensajes de varios escritores y artistas en defensa del régimen; una entrevista a Silvio Rodríguez en la que critica a los manifestantes y opiniones de ciudadanos afines a la cúpula.
Sobre el 11 de julio, el Gobierno tuvo desde el principio un lema: “No pasó nada”. Tampoco pasó nada en la plaza Tiananmen de Pekín en 1989, ironiza Francis Matéo. “Es cierto que nada parece haber cambiado en La Habana, aparte de esta palpable y cada vez mayor sensación de desesperación”, reconoce. La realidad, sin embargo, es otra: hay “ira y resentimiento” crecientes hacia el Gobierno de Díaz-Canel, Patria y Vida se ha convertido en un himno nacional alternativo y el país está listo para –con el espíritu que empezó el 11J– lograr su liberación.