"¿Quién es la tal Lydia Cabrera? Mil gentes me han preguntado por ese libro"
Así contestan al público que recorre la decadente Feria del Libro en Cienfuegos
Cienfuegos/Sancti Spíritus/Con la habitual apatía, las tarimas de la Feria Internacional del Libro salieron de las fortalezas coloniales de La Habana para instalarse este mes en las provincias. Si en la capital el desastre editorial cubano golpeaba a los lectores con toda su fuerza, en las ferias provinciales –y luego en las municipales– ocurre lo mismo, pero en miniatura: menos libros, menos que celebrar.
Los titulares de la prensa provincial auguran un “cañonazo cultural”, libros que “desbordan los cauces” y un evento que “detona pese a las enormes vicisitudes materiales”. La realidad, sin embargo, está lejos del panorama que describe Granma, y un paseo por el Parque Martí, de Cienfuegos, desmiente al diario del Partido Comunista.
"De un lado del parque están situadas tres o cuatro carpas, donde se están vendiendo tan pocos libros que sobran espacios en los mostradores”, resume Gonzalo, un lector al que 14ymedio entrevistó en plena retirada del evento.
En La Habana, opina, pedir 50 o 100 pesos por un libro puede no parecer excesivo, pero en las provincias hay que pensárselo dos veces. “Además, las temáticas son poco atractivas y todo está muy politizado”. El plato fuerte de la feria –al menos en la capital– era la Biblioteca del Pueblo, una iniciativa de inicios de la Revolución que este año retomó el Instituto Cubano del Libro: clásicos universales, como Antoine de Saint-Exupéry o Mark Twain, en un formato barato.
Entre los libros anunciados por la Biblioteca del Pueblo, ninguno más esperado que los Cuentos negros de Cuba, una recopilación de leyendas afrocubanas firmada por Lydia Cabrera, a quien Fidel Castro censuró tras su exilio.
Gonzalo acudió al Parque Martí expresamente en busca de los Cuentos negros. La respuesta de la vendedora dice mucho no solo del ambiente de la feria, sino de la cultura y sus funcionarios en Cienfuegos: “Mil gentes me han preguntado por ese libro y por la tal Lydia Cabrera”, espetó la librera. “No sé nada de eso”.
No solo de libros vive el hombre, y los cienfuegueros –como todos los cubanos– lo saben bien. Hay una feria “paralela”, ubicada frente al teatro Terry, y hacia ella se dirigen los lectores decepcionados. ¿La oferta? Ventiladores, ollas de inducción, cafeteras eléctricas y otros artículos domésticos, que servirán en la medida en que venga la corriente.
Una cacerola tiene poco que ver con un libro, pero Gonzalo –y otros lectores– aventura una hipótesis: “Tengo la impresión de que el Centro Provincial del Libro le arrendó esos espacios a los particulares mientras dure la feria, para recaudar algún dinero. Con una oferta tan poco interesante, no creo que ganen mucho solo con libros”.
En La Cabaña, los mipymeros de La Habana hicieron lo mismo. El presidente del Instituto, Juan Rodríguez, dijo que permitiría que las empresas trabajaran en el recinto ferial, pero exigió que mantuvieran el orden “para que el evento no se desvirtúe”. También abrieron un Foro de Negocios de cuyas actividades no se dieron detalles.
Lídice, una estudiante cienfueguera, se marchó del Parque Martí horrorizada con los precios de los “artículos secundarios”: muñecos de peluche a 20.000 pesos; un juego de parchís, con su cartulina enclenque, a 300; un simple lapicero a 125.
“En otros años venían editoriales extranjeras que se dedicaban a vender material de oficina”, cuenta. “Es verdad que era caro, pero al menos eran objetos hermosos. Lo que veo en esta feria se puede comprar en cualquier negocio privado. Pero no hay lo que vengo buscando: libros para colorear o cuentos infantiles. Yo al menos quería un programa impreso y ni eso encontré”.
A la feria habría que darle un nuevo nombre, opina Lídice, en una tónica más económica: “Expoventa de artesanías y útiles del hogar”. La joven acabó volviendo a casa con un bolígrafo, para no sentir que había perdido el viaje.
A Cienfuegos han llegado muy pocos ejemplares nuevos. Julia, una de las libreras que busca escapar del sol en una de las ocho carpas colocadas en el parque, lo confirma: “Los títulos que estoy vendiendo ahora son los mismos que llevan mucho tiempo almacenados en la librería de mi municipio”, admite. “Ahora los montamos en un camión y se promocionan como novedades, pero si alguien lee los créditos se dará cuenta de que algunos de ellos tienen hasta cinco años de publicados”.
Muy pocos recalan en el Museo Provincial o en la sede de la Unión de Escritores, donde también hay actividades programadas. El que lo hace, lamenta Julia, es por puro compromiso con algún jefe que le exigió asistir.
Otros prefieren escudarse en la idea de que la literatura es para una “élite” y que, en los tiempos que corren, de preponderancia digital, pocos leen ya. El ambiente que se vive en ferias multitudinarias del idioma español, como las de Madrid, Guadalajara o Bogotá –y también en ferias municipales y Días del Libro– desmiente con creces este mito. Damaris, una escritora cienfueguera, es una de quienes se aferran a esa idea.
“La feria es la única oportunidad que tenemos en todo el año de ganarnos algún dinero, por lo que no queda otra opción que aprovecharla", comenta, resignada. Para Damaris, la culpa también la tienen los directivos del sector cultural. El horario y las actividades no están bien planeados, y no se cumplen siempre. “Eso afecta mucho la calidad”.
Pasa lo mismo en Sancti Spíritus, donde unas pocas carpas –enclenques, llenas de consignas y remendadas con precinta– se han levantado junto al Teatro Principal, en la calle Padre Quintero. “El ambiente deprime, la verdad”, dice Javier, para quien la avenida es de paso obligado cuando vuelve de su trabajo.
En un conjunto de sillas plásticas –ya un símbolo de las “actividades” estatales–, cuenta, había media docena de personas, todas mayores y semidormidas, escuchando una lectura de poesía. “En lo que ha parado la feria”, afirma. “Antes se cerraba el parque y el boulevard, y había buen ambiente. Ahora es solo un trocito de calle estrecha. Los viejos caminan entre las carpas levantando boniatos”. Un artículo publicado esta semana por el oficialista Escambray advertía a los espirituanos de que solo contarían con una “discreta cantidad de ejemplares”.
El director artístico del evento en Sancti Spíritus, por su parte, lanzó una consigna: a pesar de los problemas, “la literatura no estará sola”. Quien recorra la calle Padre Quintero en la villa yayabense o los timbiriches apostados junto al teatro cienfueguero, sacará otra conclusión. La literatura en Cuba sí está sola, y cuando no, está mal acompañada.