De la mano de Jorge Dalton, 'Lichi' Diego conmueve a Miami

El cineasta hace de la conversación con su amigo una excusa para elaborar uno de los más conmovedores retratos que se hayan hecho nunca de La Habana

Jorge Dalton y Eliseo Alberto Diego, en una fotografía del archivo personal del director.
Jorge Dalton y Eliseo Alberto Diego, en una fotografía del archivo personal del director.
Federico Hernández Aguilar

08 de marzo 2025 - 16:28

San Salvador/El pasado 27 de febrero hubo lágrimas en el Koubek Center del Miami Dade College. Como parte de la serie de filmes cubanos del Festival de Cine de Miami, se proyectó En un rincón del alma, el documental que nos permite recuperar, en las postrimerías de su vida, la palabra entrañable del talentoso escritor Eliseo Lichi Alberto Diego, en la casa de la Ciudad de México donde falleció el 31 de julio de 2011, a los 59 años.

El numeroso público asistente estalló en aplausos y gimoteos, víctima del mismo impacto emocional que la película causa donde se le exhibe. ¿Por qué? Pues porque Jorge Dalton, el realizador, hijo también él de un gran poeta, hace de la conversación con su amigo Lichi una excusa formidable para elaborar uno de los más conmovedores retratos que se hayan hecho nunca de La Habana, ese luminoso crisol de ambigüedades y maravillas, lirismo y contradicciones, que la hacen única como ciudad y como experiencia humana.

El escritor salvadoreño Jorge Ávalos, uno de los críticos de arte más penetrantes de Centroamérica, ha escrito que En un rincón del alma “está construido como una elegía a dos voces: dos amigos se encuentran y conversan sobre la Cuba que conocieron y, al hacerlo, nos permiten ser testigos de una sabiduría conseguida a golpes”.

Nada más y nada menos cabía esperar de Eliseo Alberto, nacido en 1951 en el seno de una familia de artistas y escritores fundada por el prodigioso Eliseo Diego (1920-1994), su padre, y la discreta editora Bella García-Marruz (1921-2006), hermana de Fina. Perteneciendo ambos al grupo Orígenes, tal vez el mejor colectivo artístico del último siglo en Cuba, su hijo Lichi no solo guardaba hermosos recuerdos de su célebre familia, sino que evocaba un ambiente literario y cultural que, aparte de dejar de existir, jamás ha podido ser emulado.

La amistad entre Lichi y Jorge arranca desde esa época. Aunque no eran de la misma generación, hicieron migas con rapidez

“Mi película comienza”, dice Jorge Dalton, hijo menor del vate salvadoreño Roque Dalton (1935-1975), “con un plano secuencia que reproduce exactamente mi entrada a esa maravillosa casa y al mundo que significaban cada uno de sus habitantes. Eliseo papá era como un lord inglés, un hombre extraordinario con una obra monumental. Alguien a quien puse dos rosas rojas en el interior de su féretro cuando falleció en México. Me parece estarlo viendo cuando me decía: “Speedy González, sírveme otro whisky antes que sea demasiado tarde”.

La amistad entre Lichi y Jorge arranca desde esa época. Aunque no eran de la misma generación, hicieron migas con rapidez y sin ampulosidades, pues compartían inclinaciones por el vagabundeo y la risa fácil.

“Incluso tuve el privilegio”, relata Dalton, “de vivir un tiempo con él en México, cuando residía en un apartamento de la calle Pacífico, en Coyoacán. A pesar de venir de un ambiente literario refinado, Lichi también era un hombre que gustaba de la calle y el buen vino; tenía un perfil arrabalero, amaba la noche tanto como a las mujeres, igual que mi padre, al que yo defino como un gato de tejado. Lichi tenía, además, un gran sentido del humor, y era a la vez triste, melancólico, como son todos los enamorados, con un corazón siempre al borde del estallido. Creo que todos los Diego padecían esa melancolía, como puñal dispuesto a matarlos. Mi colega cineasta, Ernesto Fundora, dice que Eliseo Alberto sabía llevar muy bien ese equilibrio entre la alta cultura y la cultura popular”.

En diciembre de 2009, Jorge Dalton y su esposa Susy Caula andaban de viaje por México y visitaron a Lichi. Durante la conversación, el novelista pidió a su amigo que le filmara, pues deseaba hacer un documental que llevara por título el de uno de sus célebres libros: Informe contra mí mismo. Tomado por sorpresa, Jorge, que solo llevaba consigo una pequeña cámara doméstica, pidió tiempo para redactar una propuesta formal. Pero una cosa fue llevando a la otra y justo el último día de aquel año se la pasaron registrando a Lichi, cuyas anécdotas y reflexiones hacen cuajar la cinta de principio a fin.

Ya de regreso en San Salvador, Jorge y Susy recibieron una llamada de su amigo confiándoles que padecía de insuficiencia renal. “Entonces”, dice Dalton, “a fines de 2010 le visitamos otra vez y me sobrecogió verlo tan deteriorado. Aun así, él quiso seguir conversando frente a la cámara, consciente de su inminente despedida de este mundo. Lo filmé un poco, pero me negué a que saliera en ese estado físico. Pocos meses después murió. Luego Susy me convenció de que desechara la idea de donar a alguna entidad cultural aquella larga conversación con Lichi y que mejor hiciéramos algo con ella”.

“Pero no descarto”, dice Jorge Dalton, “que un día pueda exhibirse allá, como debe ser”

Así es como, en 2016, se termina de producir En un rincón del alma, catalogado por la crítica internacional como uno de los documentales más sobresalientes que se han hecho sobre Cuba en el último medio siglo. Al mismo tiempo, claro, se encuentra entre las 200 películas cubanas que están prohibidas en la isla.

“Pero no descarto”, dice Jorge Dalton, “que un día pueda exhibirse allá, como debe ser. No solo porque Eliseo Alberto lo merezca, sino porque los cubanos deben conocer mejor a este escritor que amó tanto su patria. Él ha sido una de las personas más queridas nacidas en la isla, un ser irrepetible cuya tierna amistad fue uno de los mejores regalos que me ha dado la vida. De su pérdida todavía no he logrado recuperarme”.

Por de pronto, Lichi Diego y Jorge Dalton han recibido su ovación en Miami, donde muchos comparten con ellos esa nostalgia —dolorosa y poética a la vez— por la Cuba fascinante de la cultura bulliciosa y alegre, de la exuberancia literaria sin orillas. Pero llegará el día del reencuentro. Llegará el tiempo del abrazo.

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