'Mariel'

Antonio Herrería

06 de septiembre 2014 - 02:55

La definitiva Mariel (2014), de José Prats Sariol, es una penetrante y perspicaz novela que nos abre una ventana a la intrahistoria cubana de ayer y de hoy. Una historia de lo cotidiano expresado por medio de los ojos de varios josés antihéroes que, como un coro griego, se expresan como si fueran uno. Antihéroes de lo cotidiano que deambulan como paseantes anónimos modernos por La Habana, por el mítico bar Dos Hermanos, el Two Brothers de Hemingway, del que todavía podemos añorar su imagen en el documental PM de Sabá Cabrera Infante, por las playas y bahía de Mariel, por los hoteles ya viejos y por las preocupaciones cotidianas de la permuta de casas, de la zafra, de las relaciones sentimentales fracasadas y por el exilio interior de los protagonistas.

Los josés bohemios, como si fueran un Max Estrella en la barra del Dos Hermanos, nos llenan de simpatía con su humor, oralidad y desparpajo al tiempo que contagian cierto escepticismo nihilista que no deja de mantener un rayo de esperanza en la humanidad, por una humanidad mejor. Humor, escepticismo y esperanza que consiguen, como el propio José relata, "un punto de unión entre tristezas y alegrías que se parece al difícil punto de los espaguetis". Pero Mariel también está hecha de otras pastas, una de ellas es el lenguaje.

Mariel juega con el lenguaje; un lenguaje dual en donde se alternan las formas altas y bajas, cultivadas y comunes, que, a fuerza de estresarlas, logran ironizar ciertos cánones literarios y lingüísticos. ¿Qué le parece la palabra 'palabra'?, podría haber dicho José. Un juego que no se detiene en el léxico, sino que se ayuda de distintas voces y tiempos narrativos para conformar, para ser en sí, una novela del lenguaje. Este aspecto nos lleva a rastrear el influjo de la tradición literaria hispanoamericana, y cubana en especial, sobre Mariel. Así, observamos dos improntas estructurales reconocibles en la novela: Guillermo Cabrera Infante, con sus Tres Tristes Tigres, y, de forma soslayada, Reinaldo Arenas, con El mundo alucinante. "Un rompehielos, el Blue Mary, se llevó a mi amigo Reinaldo, Rey, un rey de barrio. [...] Rey se suicidó en su apartamento de Miami, de la pequeña Habana".

Humor, escepticismo y esperanza consiguen “un punto de unión entre tristezas y alegrías que se parece al difícil punto de los espaguetis”

Aparte de ciertos pasajes en donde se observa el reconocimiento a estos dos escritores fuertes, como diría Harold Bloom, y cuyo eco cómico también se percibe en Mariel, "alectura, deslectura, contralectura...", existen otros guiños a Alejo Carpentier y a Nicolás Guillén, "Nicolás ingenuo...", diría José. Unos escritores que fueron, que son, parte del universo real y ficticio del José narrador.

Los guiños de Mariel a Harold Bloom, a Reinaldo Arenas, a Alejo Carpentier o a Nicolás Guillén, junto a otros académicos y novelistas, forman parte de un entramado de la novela que destaca por su construcción en diferentes niveles y cuyos josés, como el Augusto Pérez de Niebla, llegan a ser conscientes de su propia artificialidad. Artificio y existencialismo, dos caras de una misma moneda que, entrelazadas con las preocupaciones cotidianas, nos revela, a través de alusiones directas e indirectas, una inquietud óntica de los protagonistas. Preocupación existencial moderna, panteísta –quizá la modernidad aún no ha acabado– que hace reflexionar al lector sobre las imposiciones, tanto morales como religiosas, de la sociedad sobre el individuo. Así, en Mariel, el lector encontrará unos josés de marcada profundidad psicológica que chocan por su autonomía de pensamiento contra la colectividad autocrática, lo que les llevará posteriormente al destierro y refugio en el Dos Hermanos.

Preocupación existencial moderna, panteísta que hace reflexionar al lector sobre las imposiciones, tanto morales como religiosas, de la sociedad sobre el individuo

Desde su heterogeneidad, la del chino José, del José geógrafo, del José José, Mariel nos muestra un abanico cultural e individual que son las vidas de cinco josés en el insilio, "Cinco escasas conversaciones... Acabo de contarlas como si fueran barriles de aceite. [...] Dentro de poco se confundirán con una sola". Así es, Mariel es, en definitiva, como el mismo José escribe, un caleidoscopio que nos muestra al personaje desde diferentes ópticas y aproximaciones, como un cuadro cubista, que, con sus anécdotas como pinceladas, solo toma forma en la distancia. Un cúmulo de diálogos y conversaciones que se convierten en una sola voz, en un solo personaje, en un solo José.

Mariel, en su edición definitiva, es una novela que tiene la rara virtud de las grandes obras de llegar a crear inquietud en el lector, de dialogar convincentemente, de hacerle pensar, dudar, dialogar con el propio José, pero sobre todo, de enriquecer. Esta novela, forjada en diferentes puertos, como el de Mariel, debería formar, sino forma ya, parte del canon de aquellos incunables forjados en el insilio cubano.

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