La Revolución rusa llega a Paris con sus vanguardias artísticas
El museo de arte moderno parisiense reúne 280 obras prestadas para la ocasión por múltiples galerías rusas
París/(EFE).- El Centro Pompidou de París redescubre uno de los períodos más desconocidos de las vanguardias rusas: la "breve pero intensa" etapa de la Escuela Popular de Vitebsk, fundada por Marc Chagall, convertida en un laboratorio artístico de los años posteriores a la Revolución de 1917.
El museo de arte moderno parisiense reúne 280 obras prestadas para la ocasión por múltiples galerías rusas como la del Estado de San Petersburgo, pinacotecas de Bielorrusia y el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid, que se exhibirán desde este miércoles hasta el próximo 16 de julio.
Chagall (1887-1985) vivió la agitación social de la revolución bolchevique como un período de embriaguez creativa reflejada en "Doble retrato con una copa de vino" o "Sobre la ciudad", que abren la exposición.
En 1918, nombrado comisario de bellas artes de Vitebsk (actual Bielorrusia), su ciudad natal, el artista abrió un instituto gratuito para apoyar a judíos de familias humildes que convertiría esta ciudad alejada de las grandes metrópolis en el centro neurálgico del arte ruso.
Entre los miembros de la escuela de Vitebsk se incluyen a nombres poco conocidos fuera de Rusia, como Ivan Puni o Vera Ermolaeva
"La particularidad de esta escuela es que consiguió realizar su utopía de las vanguardias, la fusión entre el arte y la vida. Las formas abstractas invadieron el espacio social con decorados, conferencias y desfiles. Esta dimensión política no la encontramos en otras escuelas", explicó este martes a Efe la comisaria Angela Lampe durante la presentación de la muestra.
Este proyecto social emancipador se articuló en torno a dos corrientes, señaló Lampe: "El "universo figurativo de Chagall, poético y muy humanista, y el universo abstracto, frío y suprematista, de El Lissitzky y Kazimir Malévich".
Entre los miembros de la escuela de Vitebsk se incluyen a nombres poco conocidos fuera de Rusia, como Ivan Puni, Vera Ermolaeva -a la postre directora del centro-, y otros más célebres como el propio Lissitzky, invitado por Chagall.
Lissitzky atrajo a su vez a Malévich, "gran maestro del Suprematismo", con cuya llegada el universo de la escuela vaciló hacia una abstracción que sedujo a los estudiantes por su carácter innovador.
"El logro de la escuela fue situarse frente a la revolución política porque todo el mundo en Rusia aspiraba a algo nuevo. Había que reestructurar la sociedad, empezar de cero, los proyectos de esta escuela, especialmente el arte de Malévich, estaban en la línea de borrar el pasado y comenzar de cero", explicó Lampe.
A la figuración del arte más tradicional, mostrada en las primeras salas, le suceden los estudios cubistas de los alumnos y el huracán artístico que supusieron los volúmenes arquitectónicos de Lissitzky, considerados el "vínculo entre la pintura y la arquitectura".
Junto a Malévich, los alumnos se implicaron en el grupo "Ounovis" que trabajó en adaptar las formas del Suprematismo (triángulos, rectángulos, etc.) en el espacio urbano, convirtiendo a Vitebsk en la ciudad suprematista.
La exposición también recupera piezas de Vassily Kandinsky, Mijaíl Lariónov u Olga Rozanova
La exposición también recupera piezas de Vassily Kandinsky, Mijaíl Lariónov u Olga Rozanova, participantes de la primera exposición del museo de la escuela, en 1919.
Decepcionado con el giro artístico de la institución, Chagall se retiró a Moscú y el centro siguió su propio recorrido con la arquitectura utópica de Malévich, acusado por el fundador de la escuela de haber confabulado en su contra hasta apartarlo de su propia creación.
La primera promoción que salió de la Escuela de Vitebsk, en mayo de 1922, sería la última.
El fin de la guerra civil trajo también un cambio del clima político y las autoridades soviéticas decidieron que estas corrientes artísticas no servían ya a los intereses del partido: el centro se quedó sin financiación y se vio abocado al cierre.
El eco de la escuela popular se apagó pero sus irrealizables maquetas volumétricas lo auparon como un laboratorio revolucionario en el que, durante un par de años, sus alumnos y sus profesores trataron de repensar el mundo.
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