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"Queridos Camaradas" ¿Fue en Novocherkask o en La Güinera?

El filme de Konchalovski retrata con maestría a los funcionarios intermedios que han llegado a su cargo asintiendo a las órdenes que llegan desde arriba y usando el oportunismo

El filme ‘Queridos Camaradas’ nos sumerge en la historia de una estricta funcionaria local del Partido Comunista soviético y admiradora de Stalin. (Fotograma)
Yoani Sánchez

13 de febrero 2022 - 17:18

La Habana/Ella es una militante de las que "muerden", pero un día su hija participa en una protesta y a partir de ahí le toca ver el lado más feo del sistema: la represión, los arrestos y el ocultamiento de la verdad. Su historia podría ser la de cualquier madre cubana desde el 11 de julio de 2021, pero se llama Lyudmila Syomina, reside en Novocherkask y la manifestación popular que le cambia la vida ocurre en 1962.

En un blanco y negro crudo, el filme Queridos Camaradas nos sumerge en la historia de una estricta funcionaria local del Partido Comunista soviético, admiradora de Stalin y nostálgica de la mano dura de un líder que tras morir había caído oficialmente en desgracia. Severa y extremista, la protagonista va perdiendo parte de su fanatismo y de su compostura física en la medida en que transcurren las dos horas de la película.

El detonante del cambio que se opera en Lyudmila es la masacre que perpetra el Comité para la Seguridad del Estado (KGB) en Novocherkask, donde en junio de 1962 dispersan a tiros una manifestación de los trabajadores que laboraban en la fábrica de electromotores. Durante tres décadas, el incidente permanecerá oculto bajo capas de amenazas, secretismo y miedo.

Lyudmila Syomina, reside en Novocherkask y la manifestación popular que le cambia la vida ocurre en 1962

El director ruso Andréi Konchalovski ha seleccionado ese pasaje de la historia soviética para guiarnos a través de un drama digno de una tragedia griega: una madre que busca a su hija, incluso en los cementerios, y en el camino de la indagación se va rompiendo dentro de ella la fe ciega en un proyecto social. El periplo por la morgue, el hospital y el camposanto resquebraja a la radical funcionaria y deja expuesta la podredumbre del sistema.

Lyudmila, que en un inicio no quiere escuchar las quejas que la rodean sobre la subida de precios de los alimentos y la caída de los salarios, termina siendo arrastrada por la marea de la inconformidad popular. El modelo económico que ha ayudado a construir sobrecumple sus planes productivos en los titulares de la prensa y en la pantalla del televisor, mientras condena a las familias a magras raciones y a comprar en el mercado negro.

El filme de Konchalovski retrata con maestría a los funcionarios intermedios que han llegado a su cargo asintiendo a las órdenes que llegan desde arriba y usando el oportunismo como estrategia para escalar. En cuanto la crisis estalla, estas marionetas -que solo saben redactar informes y reunirse- son incapaces de responder a los reclamos de los huelguistas o tener alguna iniciativa propia. Solo saben huir y temer por sus cuellos.

Cuando llegan los altos cargos desde Moscú empieza la lucha por ganar puntos delante de los "queridos camaradas" enviados por Nikita Khrushchev para poner orden en esa ciudad de la región de Rostov. Los militantes locales se afanan por contentar a los recién llegados y escurren sus responsabilidades sobre cualquiera que esté cerca. Lyudmila no pierde oportunidad para reclamar mano dura contra los manifestantes, sin saber que su propia hija está entre ellos.

Mientras las reuniones se suceden, los emisarios del Kremlin imponen una solución violenta de las protestas y el KGB teje los hilos para acallar a la población, se desarrolla también un proceso de reescritura de la historia para borrar aquel acto de rebeldía de la gente contra el poder soviético. No falta tampoco el archiconocido argumento de que todo lo ha fraguado la CIA o ha sido una consecuencia de los llamados que ha hecho la radio extranjera.

Obligados a guardar silencio, so pena de encarcelamiento y hasta de muerte, los residentes de Novocherkask asisten aterrados a los arrestos casa a casa, los hospitales tomados por el KGB para detener a los heridos de bala que lleguen a curarse y el cierre de la ciudad hasta que se borren los últimos vestigios de la masacre. El maquillaje durará hasta 1992, tras la caída de la Unión Soviética, cuando algunas de las víctimas comienzan a contar lo sucedido.

Acercarse a la historia de Lyudmila desde Cuba y tras las protestas populares de julio pasado obliga a trazar paralelismos, amén de las diferencias

En una estremecedora escena, la plaza que fue escenario de decenas de muertes es vuelta a asfaltar porque la sangre se ha fundido con el suelo a causa del calor. Sobre la nueva superficie se coloca una tarima con músicos y un baile de parejas traídas desde otros pueblos para aparentar normalidad y alegría popular. El terror se intenta maquillar con espectáculo, luces y falsas risas.

Acercarse a la historia de Lyudmila desde Cuba y tras las protestas populares de julio pasado obliga a trazar paralelismos, amén de las diferencias. La rigurosa miembro del Partido Comunista bien podría vivir en La Güinera y ser madre de alguna de las jóvenes arrestadas y procesadas por salir a la calle a exigir un cambio democrático en esta Isla. Como la militante rusa, esta habanera también debió haber recorrido estaciones policiales, hospitales y hasta morgues buscando a su pequeña.

Pongamos que se llama Yamila y el carné rojo que antes llevaba con orgullo ahora le pesa en el bolsillo. En su núcleo del PCC la miran con ojeriza por no haber sabido criar una verdadera revolucionaria y en este tiempo ha recibido la visita de agentes de la Seguridad del Estado advirtiéndole de que mantenga la boca cerrada, porque "cualquier publicación en las redes sociales" será peor para la joven.

Yamila nunca habría entrado a un Tribunal, pero hasta hace muy poco juraba y perjuraba que los abogados defendían, los jueces impartían justicia y los condenados tenían garantías. Después de un par de días de vistas orales ya no logra sostener esa idea delante de nadie, los cuentos que le hace su hija desde prisión también le han destrozado sus sueños de reeducación, dignidad y protección en las cárceles cubanas.

Unos días después de que el suelo de La Güinera se tiñera de sangre por la muerte de uno de los manifestantes y las heridas de otros tantos, llegó una brigada que pintó algunas fachadas, retocó con cal el contén de la acera e instaló unos altavoces con canciones patrióticas. Yamila miraba todo desde la ventana de su casa con los mismos ojos que hace 60 años lo hacía Lyudmila.

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