La Virgen de la Charca, víctima del Che
Santa Clara/La historia de la imagen de la Inmaculada Concepción, que sorprende en la entrada de la catedral santaclareña, comienza el 25 de octubre de 1954. En esa fecha, todas las organizaciones religiosas católicas de Santa Clara se dieron cita en el Colegio de los Hermanos Maristas.
El 8 de diciembre de ese año, la Iglesia celebraba el primer centenario de la proclamación del Dogma de la Inmaculada y se imponía conmemorar de alguna manera la fecha. Allí se acordó levantarle un monumento público en la rotonda que existía frente al aeropuerto de entonces ‒en la intersección de la carretera central y prolongación de Independencia‒, monumento que, debido a su respetable magnitud, no estaría listo para la fecha referida.
Finalmente, el 25 de marzo de 1957 la Virgen fue izada en su pedestal con alcalde, cámaras de la CMQ-TV e innumerable pueblo santaclareño presentes. La imagen fue bendecida poco después, el 12 de mayo de ese año, día de las madres.
Esta es la más relevante imagen de la Inmaculada en Cuba, una versión de la de Murillo. Mide tres metros de altura, pesa 3 080 kilogramos y está trabajada en mármol de Carrara. Fue tallada en los talleres de Enrico Arrihini e Figlio, bajo la supervisión de Nicola Arrihini.
La Virgen iba a durar muy poco en su ubicación, con la llegada de un aventurero argentino no muy dado a respetar las creencias ajenas
La Virgen del Camino santaclareña, como se la conocía en aquellos días, iba a durar muy poco en su ubicación, no obstante. A finales de 1958 la ciudad fue tomada por un aventurero argentino no muy dado a respetar las creencias ajenas que no coincidieran con las suyas: Ernesto Guevara. No mucho después de haber triunfado la Revolución, de la cual el argentino había terminado como su ministro de Industrias, se inauguraría una fábrica en Santa Clara: la INPUD, una ya anacrónica usina que le habían vendido al argentino como el último adelanto tecnológico, y cuyas puertas, por desgracia, se abrirían precisamente frente al monumento.
Así, una noche de 1963 o 64, hoy ya olvidada, la Virgen desapareció de su pedestal, y, con el tiempo, hasta del recuerdo de los vecinos que entendieron que era mejor no remover tan espinoso asunto por las innúmeras orejas paradas a la caza de cualquier comentario "contrarrevolucionario".
Mas, para rabieta de los herederos de sus desaparecedores, a mediados de los años 80, la Virgen reapareció. Se realizaban trabajos de preparación de terreno en las orillas del río Cubanicay para construir uno de aquellos mercados paralelos de los últimos años de la era soviética, cuando un buldócer entró en esta historia. El aparato chocó con un objeto duro, el obrero aplicó toda la potencia y, una fresca y luminosa mañana de noviembre de 1986, la imagen salió de la fosa común a la que la habían destinado hacía más de veinte años.
La reaparición fue recibida por el pueblo de Santa Clara como un milagro en un tiempo en que estos estaban prohibidos por decreto
De más está decir que fue mucho el débil ideológico que se apareció por allí a orar y que el pantano se llenó de flores y velas en pocas horas. Casi nadie recordaba ya a la Virgen del Camino, y la reaparición fue recibida por el pueblo de Santa Clara como un milagro en un tiempo en que estos estaban prohibidos por decreto. Ante este peligroso aspecto de la situación llegó de muy arriba la orden de hacer desaparecer de nuevo la imagen.
Por aquel entonces se le construía al argentino Guevara la más alta estrella del panteón revolucionario y un sitio de culto en las afueras de la ciudad.
La pista de la Virgen de la Charca se pierde por años a partir de que los compañeros de la contrainteligencia militar le echaran de nuevo el guante. A principios de los años noventa, sin embargo, por la ciudad corría sottovoce el comentario de que estaba escondida en una unidad militar en la periferia de Santa Clara. Fue entonces cuando una dama, que ha preferido hasta ahora el anonimato, pero que algún día merecerá el homenaje público de sus conciudadanos, se atrevió a hacer gestiones para su devolución ante un joven político, el cual, en un gesto no muy común entre sus congéneres, puso en riesgo un promisorio futuro e hizo lo propio ante un Poder Central tan antirreligioso y poco dado a ceder como siempre.
Por fin en 1995, tras más de treinta años de ocultamiento, la imagen le fue entregada por el entonces primer secretario del partido provincial, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, a Monseñor Prego, quien decidió situarla aquí, en la entrada de la Catedral de Santa Clara, donde todavía está para todos aquellos visitantes que deseen pasar a contemplarla o a adorarla. Con la hermosa boca rota, dañadas la barbilla, la nariz, los ojos y la mano derecha; quizás debido al derribo violento de su pedestal por alguna soldadesca ebria de poder, instinto fanático y hasta sado-machismo rampante. Con manchas negruzcas y cierto reblandecimiento del mármol, que le han dejado un persistente hongo producto de los muchos años en el pantano. Mas aún hermosa, como un recordatorio de la desmesurada capacidad de persistencia de lo cubano.